Tercera parte.
¡EL AMOR QUE NO TE PUEDO DAR!
QUINCE
Una vez que las clases terminaron, Édgar y yo salimos del salón de artes. Esperamos a que la mayoría se fuera de la escuela, nos escondimos en un cuarto de intendencia. Fuimos a una plaza comercial que quedaba cerca, desde ahí se podía ver la estrella y me acordé de Manuel.
Le dije a Emilio que está vez no podía volver con él a casa.
Édgar y yo nos sentamos en el borde de una fuente. Nos quedamos en silencio unos minutos, quizá él se sentía nervioso o era que mis pensamientos comenzaban a aclararse, pero yo no sabía que decir. ¡Estaba tratando de asimilar todo!
—¿Segura que no estás molesta? —Se animó a preguntarme.
Me gire a mirarle.
—¿Debería sentirme molesta contigo?
—¡No sé! Quizá pienses que estoy mal de la cabeza o que el estar espiando tu vida todo el tiempo es algo que no imaginaste de tu profesor. ¡No esperaba que me descubrieras!
Eso era cierto. ¿En qué momento comenzó con todo esto? ¿Qué sentí cuando él empezó a dejarme notas anónimas? Recordé cuando encontré el primer sobré en mi casillero.
—Al principio me dio miedo, no creía lo que estaba pasando en mí vida. Después sentí mucha incertidumbre y lo que me decías era muy difícil para mí. Recientemente que hemos hablado mientras tú usabas este vestuario de anónimo, me he comenzado a sentir tranquila porque de alguna u otra forma me estás ayudando. ¡Creo que eres bueno ayudando a los demás!
Una sonrisa tenue le iluminó el rostro. Entonces recordé que él dijo que estaba enamorado de mí. Pero ¿realmente lo estaba?
—¡Gracias por no estar molesta!
Asentí. Un poco de la briza del agua nos refrescaba en la espalda.
—No tienes nada que agradecer. ¿Cómo sigue tu herida?
El vidrio había entrado a profundidad en la palma de su mano. Se veía una línea roja y su carne abierta.
—Está bien, no fue tan grave. ¿Qué harás al respecto?
—¿Te refieres a Aldo?
—Sí.
Suspiré.
—¡Pienso darle una sorpresa el día de la graduación!
Parecía interesado.
—¿Qué clase de sorpresa?
Entonces pensé en el audio que grabé ese día en la fiesta.
—Ya lo verás, de hecho, necesito que tú me ayudes.
Hasta este punto, el platicar con Édgar se había vuelto algo fácil. De pronto no me sentía cohibida.
—¡Cuenta con ello!
Sonreí. Estire un poco mis piernas. Mis rodillas tenían moretones.
—Tengo una pregunta —pensé en cómo debía decirle—. En una de tus cartas, cuando rompiste el vidrio de nuestras ventanas, dijiste que el tío Tom era el culpable de la muerte de mi mamá. ¿Cómo lo sabes?
Bajo la mirada. Suspiró y al final se rasco la oreja. Su máscara de espía estaba entré sus manos.
—Tu tío Tom sabe de la herencia que le correspondía a tu mamá, sabe que Miguel no es nada sin ti y por eso él, siempre intento destruir tus emociones. Su ambición tan grande lo convierte en un hombre sin corazón, capaz de hacer lo impensable solo por obtener algo de dinero.
Me sorprendió un poco lo que me estaba diciendo.
—¡Entonces todo es culpa de una simple herencia! —mis palabras reflejaban molestia.
—No se trata de una simple herencia. Es el poder que esa herencia te puede dar. Sin querer tú naciste teniendo ese poder.
—¡Qué! ¿Es enserio? Siempre me he sentido de lo más patética viviendo en soledad y tristeza, ¡Cómo que nací con poder!
Asintió.
—Tu abuelo escribió en su testamento, que cuando cumplieras quince años de edad, la herencia comenzaría a ser entregada a ti. Lamentablemente, tu padre ha retenido está herencia para desviarla en su beneficio. ¿Por qué crees que se ha vuelto cordial contigo? ¿Por qué crees que Tom aprecio de la nada después de tantos años? ¿Cuál fue la razón principal por las que tus padres discutieron al punto de separarse? Y, sobre todo, ¿Por qué tu madre murió justo el día en que había prometido verte? Miranda, ¡sin ti ellos no tienen nada!
Aquella información comenzaba a hacerme sentir culpable de cierto modo.
—¿Y cómo sabes que realmente mi abuelo dejo eso en su testamento? Yo nunca conocí a mi abuelo, el murió cuando yo tenía dos años. Además, quizá y no soy su nieta.
Dejó de mirarme unos segundos. Se acomodó la camisa.
—Resulta ser que el testamento se lo entrego a tu mamá. Ella lo escondió de tu papá por muchos años. Recientemente, meses atrás, ella fue a ver a mi jefe, el señor Martínez. Martínez es tu verdadero abuelo y hasta ese momento él no conocía la verdad sobre ti. Ella le contó, así que empezó una investigación. Pruebas de ADN, recolectó datos e incluso tuvo que entrevistar a muchos amigos de su hijo. Al final, resulta ser que tú eres hija de María, la mejor amiga de la mujer a la siempre llamaste mamá. María tuvo un romance con Fernando el hijo de Martínez, tú eres el resultado de ese romance y por eso Martínez es quién ha estado cuidando de ti estos meses. ¡Él me envió para cuidar de ti y arruinar la vida de Miguel! Él tiene el testamento que prueba que tú eres la chica con más poder a la que yo conozco hasta este momento.
—¿Tengo un abuelo con vida?
—¡Así es! Y quizá pronto puedas conocerlo. Hablaré con él.
***
Toda la tarde me la pasé en casa, pensando y repasando todo lo que Édgar me había dicho. Saqué la caja de mamá, revisé sus fotografías, me puse a llorar y de pronto ya no quería estar aquí. Mi mejilla estaba un poco roja por el golpe de Aldo, mis manos dolían y realmente, me sentía cansada de toda esta basura que me había pasado. ¿Qué me había pasado?
Había crecido sola, mis padres nunca me demostraron amor porque, resulta que ni ellos mismos se amaban. En la escuela se burlaban de mí por ser tímida y callada. En mi casa, Tom fue el culpable de robarme la inocencia y de atormentarme por muchos años abusando sexualmente de mí. Tenía depresión casi todo el tiempo, me dolía ver cómo mis padres discutían, pero, sobre todo, me dolía más el hecho de sentir que nadie me quería. Entonces conocí a Emilio y él nunca me juzgo por mi pasado o por cómo era mi vida. Con Emilio podía intentar sentirme libre y tranquila. Él me ha cuidado muchísimo y me ha visto de muchas formas.
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Editado: 14.02.2024