Piedras Preciosas - Volumen I

Capítulo XXXVII: Reencuentro doloroso

Esmeralda

Visité varias direcciones antes de dar con la correcta. Me encontré con una mujer que aseguraba haber estado de novia con Antonio, pero que no recibía noticias de él desde hace algunos meses. Ella me contaba que mi hermano estaba nervioso y consumía drogas; solo se relajaba con Javier, pero luego los dos desaparecieron.

Le di las gracias y me dispuse a salir de allí, pero antes le pregunté si sabía dónde ellos estaban viviendo. La chica me hizo el favor de llevarme hasta donde mis hermanos rentaban un cuarto doble. La mujer que me recibió en aquella pensión no era tan amable con la supuesta novia de Antonio, pero me dejó entrar cuando le pagué los meses de renta que le debían. 

– Esta es – dijo, sacando el candado que cerraba la puerta – nada se ha movido, ni siquiera hemos entrado a limpiar, aunque el menor siempre mantenía todo muy limpio – asentí y le di las gracias.

Respiré profundo y entré a ver; no estaba tan desordenado, pero el aroma a húmedo y guardado se juntaba y no era muy agradable. Vodka aconsejó que buscáramos algo que nos ayudara a encontrarlos, y eso hicimos: buscamos documentos, números de teléfono, cualquier cosa que nos ayudara, pero fue en vano. Salí de allí algo angustiada; observar en dónde estaban viviendo me llenó de tristeza.

Sin embargo, me contuve. Estaba anocheciendo y decidimos quedarnos en aquel pueblo. Ya ni siquiera recordaba dónde estábamos. Habían pasado dos semanas desde que habíamos llegado, y esa había sido una de las noticias más cercanas a algún paradero que me habían dado. 

Incluso habíamos ido a las autoridades, donde me enteré de que Antonio tenía una orden de aprehensión, y los dos tenían una denuncia por presunta desgracia. Vodka se había contactado con un amigo de Darío en la frontera, quien estaría al pendiente de los nombres o las fotografías. Esa noche no pude dormir; estaba pensando en cómo habrían sido sus días en aquel pueblo fronterizo. Nos estábamos quedando en Piedras Negras. 

Seguíamos llegando al DF cuando podíamos. Sin embargo, no habíamos descansado mucho. Incluso recibí una oferta para tomarme vacaciones, pero no, no lo haría hasta resolver esto. Diamante había tenido que viajar de vuelta a NY, Zafiro no aguantaba mucho tiempo sola, por otro lado, tenía un evento de finales de curso y hasta el momento jamás habíamos faltado. Ellas estarían de vuelta en unos días. 

Con eso en mente, y tratando de relajarme con algo de música, pude conciliar el sueño. Un sueño egoísta que en los últimos días no había llegado a mí, más que por el extremo cansancio. 

– Hola bonita – Vodka me despertaba, estaba soleado, sentía que había dormido mucho – todo está bien – me dijo al verme levantarme tan rápido. 

– ¿Qué hora es? – fue lo primero que formulé. 

– Ya ha pasado medio día – eso me sorprendió y quise levantarme enseguida – espera, Esmeralda debo decirte algo, esto me cuesta porque he visto cuando te has esforzado … 

– ¿Están muertos? – pregunté y él levantó los brazos, frunció el ceño - ¿Cómo es eso? – él suspiró y me dio una taza de café. 

– Debemos irnos a Laredo; allí hay un cadáver que coincide con la descripción de uno de tus hermanos – por primera vez en varios días me sentí decaída. 

Traté de respirar profundo y solo asentí en respuesta. Cuando me sentí repuesta, le pedí a mi amigo que me dejara sola, me di una ducha rápida, me cambié de ropa y luego recogí mis cosas y salí al pasillo; todos estaban listos y esperándome. El viaje en carro duraba unas horas, por lo que compramos algo para comer en el camino y luego partimos. No pude evitar sentirme fracasada. Mi idea era encontrarlos con vida. 

Mi cabeza no dejaba de dar vueltas. Por un momento puse mis audífonos y quise olvidarme del mundo; me tiré a lo largo del asiento trasero, pero al llegar a una de esas canciones medias melosas me recordó a Iker. Solté un suspiro y sin querer una lágrima rodó por mi mejilla. ¿Qué estaría haciendo? No había sabido nada de él, solo que salió del país casi al mismo tiempo que yo. 

El embarazo de Milenka me daba vueltas en la cabeza, como tan preciso, como justo cuando habíamos decidido darnos una nueva oportunidad. Quizás, solamente quizás, no estábamos destinados, no era nuestro tiempo, aún nos faltaba madurez para una relación seria, pero ahora tendría un hijo, eso cambiaría muchas cosas.

Pensar en que jamás podríamos estar juntos me destrozaba, pero ser realista era lo mío y tenía que asumirlo, tenía que ver que mi realidad es estar sola por el momento y lo disfrutaría, a pesar de que sé que me costará superarlo. Lo haría porque soy una mujer fuerte, una mujer que no había necesitado un hombre al lado y que por el momento no veía otro hombre al lado que no fuera mi esposo.

Pasado el mediodía llegamos a Laredo. Allí nos fuimos directo a una prefectura de policía, donde nos dieron la dirección de la morgue del lugar. Era pequeña y el centro médico dejaba mucho que desear, sin embargo, no estaba para juzgar. Entramos y enseguida le pregunté al guardia qué debía hacer para reconocer un cuerpo; un hombre que saludó a Vodka presentándose como el amigo de Darío nos indicó lo que debíamos hacer y dónde ir.

Con un traje desinfectado pude entrar a la morgue, sola, porque era quien debía reconocer el cadáver. Avancé como si fuese yo quien cargaba una cruz. No podía evitar sentir miedo, algo de tristeza y una gran carga sobre la espalda.

El médico abrió una gaveta de donde extendió una bandeja, más bien camilla, en donde había un cuerpo cubierto con un lienzo blanco, algo transparente. Apenas lo sacó, me di cuenta de que se trataba de mi hermano, era Antonio. Mis ojos se llenaron de lágrimas, pero mantuve la compostura. El chico bajó la sábana y me dejó ver el cuerpo. Estaba pálido, con facciones algo más marcadas que la última vez que lo vi.

Le dije al chico que se trataba de mi hermano, y me dejó un momento con él. Acaricié su rostro, recordando cuando éramos niños, antes de que comenzara a meterse en problemas. Era un hermano espectacular, siempre quiso que estudiara, cuidándome cuando alguien me piropeaba en la calle. Son cosas que jamás olvidaré. Besé su frente y limpié mi rostro. Luego salí del lugar y me ocupé del papeleo.



#12628 en Novela romántica
#2471 en Chick lit

En el texto hay: mafia, matrimonio, diferenciadeedad

Editado: 05.03.2024

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.