Como toda profecía en mi vida, esta también se cumplió, pasamos de ser todo, a solo
dos extraños en un tren.
Disimulé como pude, me coloqué mis gafas de sol a pesar de ser un día nublado y no volví a mirarle.
Me invadía la rabia, las lágrimas recorrían mis mejillas, mientras él sin percatarse, solo miraba su móvil.
Uno junto al otro, brazo con brazo y piel con piel, pero ya lo dicen, no hay mayor ciego que el que no quiere ver.
No me ve, no me escucha, mientras yo miro al horizonte pensando en el momento exacto en el que nos perdimos, ese instante en el que dejamos de ser.
A veces me busca, cedo y vuelvo a caer, pero no es amor, es solo deseo, mis putas ganas de arder.
Como toda profecía en mi vida, esta también se cumplió, pasé de ser quién él quería, a ser definitivamente yo.
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Editado: 25.11.2023