Cuando Vidal despertó su padre le sonreía, tenía un gorro navideño que le habían dado en la plaza del pueblo en la mañana de compras. Vidal sonrió de regreso, ya eran las ocho y diez y debía salir, esa mañana la nevada había sido fuerte, la nieve se había amontonado por los jardines. Esta vez saliendo con abrigo y pantalón.
Cassie ya estaba más que lista cuando el timbre sonó, su padre fue quien abrió, hubo unos segundos hasta que vio de reojo el rostro pálido de Vidal. Se apresuró a la entrada, empujo a su padre con la cadera y cerró la puerta trás ella. Mientras la chica Meyer miraba a su alrededor le dio gracias al cielo porque había nevado. Vidal en cambió al escuchar la idea de hacer muñecos de nieve estuvo casi a punto de colapsar, sus amigos podrían verlo con tales gilipolleses y su oscura aura quedaría manchada. Pero después de tantos intentos de Cassie por fin Vidal accedió a hacer un repugnante y asqueroso muñeco de nieve. Cassie paso la mejor tarde con Vidal haciendo el bonito muñeco de nieve, el señor Francisco miraba desde su ventana a su hijo reír de a ratos y lanzarle una que otra bola de nieve al muñeco haciéndolo caer y como su vecina molesta volvía hacer nuevamente su trabajo, alegre por fin por ver sonreír a Vidal el señor francisco en paz pudo tomar su siesta esa tarde. Por otro lado, con mirada de pocos amigos, un rostro refunfuñón miraba el padre de Cassie, el señor Colton lanzaba dagas hacia Vidal, que era un rebelde y mocoso infernal fastidioso. Su hija cordialmente ayudando y él no apreciaba su trabajo, reía cruelmente y destruía su trabajo y sentimientos, esa tarde no pudo tomar su siesta.
Cassie se divertía con Vidal, quien para molestarle destruía su muñeco de nieve. Cassie se lanzó sobre Vidal e hizo que ambos cayeran contra la helada nieve y le estampo en el rostro una bola, cuando ambos terminaron de reír Cassie sintió vergüenza al notar aquella posición, sus cuerpos parecían estar moldeados en uno solo y el extraño sentimiento que ambos sentían creció esa tarde, justo a horas de noche buena.
Cassie lo había obligado a cantar para ella un villancico, lo disfruto con mucha risa y lo pegajoso que era.
Cuando Vidal despertó de aquella ensoñación y ver que ya casi eran las seis se percató que la navidad no era tan mala con Cassie cerca, pero seguía sin creer en aquello y se lo dijo.
Cassie había volteado antes de entrar a casa y sonrió.
-No lo has entendido, Vidal- dijo la chica- No importa si la navidad existe o no. No importa si es la fecha o no lo es, no importa si decorar está mal, no importa si la gente cree que está mal. Al diablo los prejuicios. Estamos aquí y haz pasado las dos mejores tardes tu vida, te he visto sonreír, has vivido al menos. Te has dado cuenta que la gente sonríe en este mes, que sin importar si tienes o no para comer disfrutas plenamente junto con tu familia. ¡Y qué pena que tú madre nunca entendió aquello! – hizo una pausa, Vidal había dado dos pasos atrás, estupefacto con aquellas palabras. – Pero te debía esto, porque cuando mi madre murió tú me ofreciste la tuya, y sonreí, porque eras el chico más lindo que pude conocer. No vivas detrás del arcoíris, no vivas detrás de la oscura sombra de alguien. Sube por él, sueña con los mejores colores, aprecia lo que tienes. Porque eso es lo que enseña la navidad, estar con quién quieres y compartir con quién puedas. Así que Vidal, esta noche te espero en mi casa, cena con nosotros, tú padre vendrá, ven también y sonríe con nosotros que la vida es corta y debes aprender amarla- y Cassie entro, dejando a Vidal en el pórtico, la burbuja de piedra consumía a Vidal, los muros que creía de acero comenzaban a derretirse con la incandescencia de aquella chica. Vidal regreso a casa y entre los pensamientos divagantes se quedó dormido.