Se sentía el ambiente festivo y hostil, ese ambiente con aroma a alcohol y cigarro, un lugar en donde no quería estar. Pero en sí ¿qué era lo que me trajo aquí? Ah sí, él.
Estaba demasiado rutinaria en mi habitación cuando el email llegó. No decía nada cursi, nada romántico, pero era de él. La única persona por la cual dejaba de ser la chica estudiosa o reservada para convertirme en lo que él quisiera que fuera. Solo tenía tres líneas, de tanto leerlo me lo había aprendido de memoria:
"¿Quieres ir al baile de bienvenida?
Te estaré esperando a las 22:00 fuera de tu casa, ponte linda”
No lo pensé dos veces, mis padres sabían de la fiesta, y nunca me prohibían este tipo de actividades, al enterarse me dieron todo lo necesario, solo les faltaba decir "ya era hora". Afuera, tal como dijo, estaba esperándome en su auto, con una sonrisa maliciosa y sexy a la vez. Me senté algo torpe junto a él y aceleró sin preámbulos.
La fiesta no era la que yo creía, ni donde me temía. Me llevó a un edificio, donde el bullicio era del balcón del sexto piso. Reconocía el lugar, era en el centro de la ciudad. Lo miré confundida, esa cabellera castaña, esos ojos marrones pero penetrantes, se me fueron todos los ánimos para pedirle explicaciones, es una fiesta en si ¿no?
Bajamos del auto y me abraza por encima de los hombros. Un hombre de traje verifica una lista y nos hace señas para que pasemos, nunca me sentí tan preferencial. Subimos el ascensor, se abrieron las puertas y ahí estaban todos. Todos los conocidos del instituto, populares, jugadores, todos, menos gente más de mi tipo. Entonces ¿por qué yo estaba allí?
-¿Confundida? - Angus me hablaba pero sus ojos se dirigían en muchas direcciones, sin importarse en si en realidad lo escuchaba.
-Un poco, no veo a todos los del instituto.
-Ellos no accedieron, ven, quiero presentarte a alguien.- Me lleva pasando unas fuentes de luz y agua, algunos cuantos cuerpos caídos o intentando seguir de pie, hasta llegar a una mesa de póquer. Cuatro hombres estaban sentados alrededor de esta, con mujeres detrás o encima de ellos.- Ella es Ghala, es de quien les hable.- una mirada despiadada se desprendió apenas pronuncio mi nombre. Donde me había metido.
- Ghala, es un placer, soy Siro, encargado de esta fiesta, espero la puedas pasar bien- sonríe, levanta su enorme y obeso cuerpo y le hace señas a Angus para retirarse, y me dejan sola, en quien sabe dónde. Inmediatamente me voy al balcón, necesitaba aire, respirar, centrarme.
¿Angus ha estado hablando de mí? ¿Y quién es Siro? ¿Su padre? ¿Mi futuro suegro tal vez? Demasiado aturdida me apoyo en el barandal y alguien en el primer piso empieza a tintinear una linterna, lo dejo de ver medio ciega por la luz y alguien más dos balcones abajo hace exactamente lo mismo, coordinados, sin cesar. Las personas a mis costados no se dan cuenta de ellas, o están demasiado ebrias para notarlas.
Las luces ahora se mueven de izquierda a derecha, de arriba a abajo, sin dejar de tintinear, siguen siendo dos, pero se van uniendo en un punto, a una escalera en el balcón de junto. Intento visualizar quien esta tras esas luces, pero de pronto se apagan y desaparecen en la penumbra. Angus está de vuelta, y yo sigo mirando la escalera. Me ofrece una copa con lo que se supone es champagne, y empieza a hablar cosas que no comprendo, o directamente no escucho, eso lo irrita, mira a Siro, me toma del brazo y caminamos junto a él.
Cuando el timbre suena.
Angus no presta importancia, hasta que suena una, dos, tres veces hasta empezar a golpear la puerta. Hace señales a uno de los guardias de Siro y la abren.
No reaccioné demasiado rápido por lo cual el efecto del gas lacrimógeno me impacta bastante; corrí al balcón y un poco rehabilitada solo pienso en la escalera, pero para eso tendría que saltar de balcón a balcón, y no es algo que se me dé bien. Multitud de personas caen al suelo y otras corren desesperadas haciendo más chico el espacio del balcón. Solo dos personas traen mascarillas y linternas. Me ven y se dirigen hacia mí con sigilo. Yo miro desesperada la escalera, ¡será solo un metro de distancia!, si logro saltar me tomo directamente de la escalera y listo. Tomo impulso lo más que puedo y salto, lo suficiente como para agarrarme del barandal del balcón siguiente. Grito al sentir el golpe y el dolor de mis brazos y lucho por subir, sin pensar que estoy colgando del sexto piso.
Me quito los zapatos en busca de alivianar mi peso, ni siquiera los escucho sonar cuando caen al suelo, y trepo por los círculos que decoran el barandal. Una vez en el borde me siento, tomo un respiro y veo el caos de enfrente, los ladrones están mirándome apuntando con lo que parecían dardos tranquilizantes, unos ladrones pacifistas supongo. Agarro el peldaño de la escalera y subo hasta la terraza, capaz es un error, pero prefiero esto a que me disparen y caiga seis pisos sin opción a sobrevivir. Por suerte no hay nadie y corro a la puerta de servicio para bajar las escaleras, tampoco hay nadie allí y corro escalón por escalón hasta no poder respirar más. Pero ¿por qué corro si nadie me sigue?