Placer Artificial

05_Acta matrimonial

El tiempo es nuestro peor enemigo, más el mío.

¿Cómo pasaron 11 días tan rápido? No tengo idea.

Y eso no es lo preocupante, sino que he esperado mi período desde ayer. No he manchado las bragas ni ninguna superficie donde me siento.

Tampoco han llegado los malditos cólicos, los espere hace dos días y nada.

Ya hasta le había pedido una botella de agua calienta a la chef para mi vientre bajo... bueno, el agua ya se enfrió, no la ocupe.

¡Mierda!

—Sophie, ¿ya hiciste pipí? —tocan la puerta del baño y dejo de morderme las uñas de mi mano libre.

Saco el vaso de plástico que metí entre mis piernas, resoplo, no he tenido éxito.

—Amm... no, todavía no puedo —aviso, todas afuera reniegan.

—¡Ya hazlo, qué esperas! —brama Alba, su voz es tediosa.

—¡Abre de nuevo el grifo, tontita! —opina Sam.

—Voy por otro vaso de agua —esa fue Sara.

Todas al mismo tiempo, pero las escuché. Me levanto y estiro mi brazo abriendo el grifo del lavamanos volviendo a sentarme  con la mano entre mis muslos.

Suspiro y cierro los ojos.

Agua, agua cayendo, chorro de agua, vamos, vamos, tú puedes, ¡haz pipí, Sophie!

—¿Ya?

Ignoro esa voz y siento que ya viene, sí, sí, por fin.

Me preparo mentalmente porque sé que mi mano se va a mojar de meados.

—¿Todavía no sale de ahí? —logro distinguir su frívola voz y las ganas se van.

¡Ah, con un carajo! ¡Muchas gracias, Demian!

—No, señor. Sophie no puede hacerlo.

Me echan de cabeza, ahora tendré al señor fastidiado y molesto conmigo.

Como si lo adivinara, bufa o gruñe, murmuran cosas inaudibles para mí e intento mear otra vez.

Agua, agua, agua...

—¿Estas dormida?

¿Por qué su voz se oye tan clarita?

Abro un ojo y me sobresalto al verlo frente a mí con su cara de amargado, aprieto mis piernas y me sonrojo poniéndome nerviosa. ¿Pero qué mierda...?

Y la pipí llega, agacho la cabeza sintiendo un gran alivio ante la descarga, ¡al fin!

Creo que verlo me ayudo, ja, ¿qué cosas, no? No, no es cierto, qué vergüenza.

Abochornada saco el vaso repleto de mi orina y noto que él ya no está en el baño, a cambio están las chicas.

Sara agarra el recipiente yendo al lavamanos, echando el líquido un poco amarillento dentro de las pruebas de embarazo.

Unas que deseo den negativo.

—¿Y eso nos va a decir si ella lleva un humanito ahí dentro? —pregunta Sam emocionada.

Aprovecho que las tres están concentradas en ver cómo caen mis meados para limpiarme y colocar en su lugar las bragas.

—Sí, sólo esperemos 10 minutos —informa Sara, la otra da brinquitos y Alba chasquea la lengua.

Agh, si no quiere estar aquí que se largue, sus malas vibras contaminan el ambiente.

Aprieto la mandíbula y recuerdo que tengo mojada la mano, me acerco al lavamanos moviendo un poco a la castaña.

Permiso, voy a lavar mis manos —mascullo, ella asiente y me da espacio.

Observo como tapa la última prueba y la deja a un lado de las otras tres.

¿Mi vida puede dar otros 180 grados en menos de diez minutos?

Un bebé, niño o niña, mitad mía y mitad del demonio de ojos azules. Tan sólo tengo 18 años o eso creo, no quiero un hijo, ¿qué educación podría darle?

No estoy para nada preparada, mucho menos mentalmente.

Fui testigo de varios abortos de las chicas dentro de ese lugar de mala muerte. La persona que se los sacaba les decía que las prostitutas no merecíamos ser madres, ese no era nuestro objetivo en la vida, lo que más me angustiaba es que le quitaran los órganos reproductores internos para que nunca volvieran a pasar por un embarazo.

Sus gritos, lloriqueos, otras se desangraban y ya no volvían a pararse de esa camilla.

¿Merezco ser madre?

—¡Ah!, ¡Sophie! —chilla Sara tan fuerte jalándome fuera de mi nube pensativa.

Parpadeo y mis ojos van a todos lados tratando de averiguar el porqué de su grito.

—¡Mira!, ¡mira! ¡Estás embarazada! —pone una de las pruebas muy cerca de mi cara, retrocedo en shock, procesando lo que acaba de decir.

Ella sigue alborotada, toma mi mano y deja el objeto ahí, sale despavorida del baño y me percato que ya sólo Sam está conmigo.

—Aww... traes un humanito dentro tuyo.

Inconscientemente llevo una mano a mi estómago y veo la prueba, esta dice en una mini pantalla «positivo, 2 semanas». ¿Dos semanas de qué? No entiendo.

—Estoy embarazada... —susurro para mí misma, incrédula de mis propias palabras.

No sé qué hacer o cómo reaccionar ante esto, ¿debo estar feliz o preocupada? ¿Feliz por qué? Que tonta soy, un embarazo no cambiara la vida que llevo, es un error más, una parte del plan de Demian que puede ponerle palomita.

¡Sí, lo logramos! ¡Wuu!

—Esa dice cuánto tienes, ¿no? —su voz empapa mis oídos y lo veo inexpresiva, pero por dentro mi sangre hierve de ira.

Es un hijo de...

—Sí, ¿dos semanas? —cambio mi actitud y encarno las cejas, le extiendo la prueba para que cheque.

—Ouh, sí. Tenemos dos semanas de gestación.

¿Tenemos? Me suena a manada.

—Bien, ¿y ahora? —me cruzo de brazos presionando mis labios.

Él tarda en reaccionar, un amago de sonrisa parece es su rostro, pero la elimina y carraspea. Sus ojos conectan con los míos, saca su teléfono y se lo pega al oído.

—Llama a Kaleb —dice, no sé a quién.

Entrecierro los ojos y algo parece divertirle. ¿Por qué tengo tantas ganas de golpearlo y a la vez besarlo? ¡Mierda!

Pensamientos contradictorios, los odio.

—Hermano, tenemos bebé en camino... sí, exacto... deja de gritarme... —habla con su amigo mientras me mira intensamente, como si algo quisiera sacar de mí.

No me gusta que me vea tanto, aunque tampoco voy a desviar los ojos. Demostraría que he sido intimida y no le daré el placer.




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