Seguía observando la cuidad y varias luces en el cielo sobre los rascacielos que iban de un lado a otro muy rápido.
Algún día iré a conocer para allá u otras fronteras del país. ¿Todo será igual que aquí?
¿O Galimore es sólo privilegiada de tanta tecnología?
—¿Sophie? —alguien interrumpe mi cadena de pensamientos.
Giro el cuello encontrándome con Demian vestido igual que en la tarde y trae consigo una manta.
—¿Sí?
—¿Tienes frío? Esta fresco aquí afuera, permíteme —no me da chance de reaccionar, la manta yace sobre mis hombros.
No, no, yo tengo que saber que se trae entre manos.
—Gracias —soy amable por el detalle de que me trajera algo para abrigarme, pero estoy a punto de averiguar qué sucede aquí—, ¿puedo preguntarte algo?
Él toma asiento en la camilla a mi lado y asiente.
—Adelante.
—¿Por qué? —cuestiono sin más, frunce las cejas desconcertado—, ¿Por qué haces esto? ¿Qué más quieres de mí? ¿Crees que por darme privilegios me sentiré agradecida y mantendré las piernas abiertas para ti?
Tal vez suene un poco brusca, pero fui directa al grano. Sin rodeos.
—¡Guau!, ¿qué? —expresa asombro, suelta una risita y se tapa la boca—, no, las cosas no van por ese camino.
—Entonces dime por cuál camino van.
Alzo las cejas presionando ligeramente los labios, él deja sus codos recargados en sus piernas para colocar sus manos bajo la barbilla y mirarme directamente.
—Quiero cambiar, por eso lo hago. ¿Qué mas quiero de ti? Nada, tú sola te insinuaste esta tarde y pasó lo que pasó, Sophie.
—Porque yo también tengo necesidades. ¿Estuvo mal?
Niega y cambia su pose, se recuesta poniendo sus brazos por detrás de la cabeza.
—No, tú puedes acercarte a mí para eso cuando quieras. No pongo peros, aunque de igual manera no lo uses para chantajearme.
Resoplo indignada.
—No son mis intenciones.
—Las mías tampoco, mi cambio es personal y claramente afectará a los que me rodean.
Asiento, y como él no me esta mirando también me recuesto a seguir mirando hacia la ciudad con sus luces nocturnas.
—¿Por qué no te gusta que te tuteen? —cuestiono, escarbando más profundo.
—Decirme "señor", representa una imagen de respeto y autoridad a mi persona, algo que no deben olvidar mis As.
—¿Qué le ves de malo llamarte por tu nombre? Digo, ellas saben perfectamente que eres su creador y deben respetarte —digo encogiéndome de hombros.
Miro de reojo a Demian suspirar.
—Puede ser, con las ultimas actualizaciones en su programación ellas pueden desobedecer mis ordenes y hacer lo que se les de la gana. Anne ya lo ha hecho —menciona bajo lo ultimo, como si estuviera decepcionado.
Me acomodo de lado para verle su perfil, él esta viendo el cielo estrellado.
—¿Y eso te incomoda? ¿Te molesta? —sigo preguntando para mantener la conversación.
—Un tanto. Es que no estoy acostumbrado solamente, es una gran evolución en la inteligencia artificial y sé que debo adaptarme.
—Tú querías que eso pasara ¿O no? —alzo mis cejas.
Hace un mohín y voltea conmigo, intento no tensarme y parecer tranquila. Es una charla, no es como que quiera sacarte toda la información que pueda, puf, para nada.
—Sí, en efecto. Hacerlas más parecidos a los humanos y lo he logrado.
Felicidades.
—Bien —pronuncio, ahora me voy a ir por otro camino—. Y respecto a las salidas, ¿puedo hacerlo sola?
Espero sea un sí y no tenerlo como chicle a él o Caleb cada que decida salir mas allá del patio trasero de la casa.
—Claro, tú y unos guardaespaldas —sonríe con sorna.
—¿Por qué? No es como que me vaya a escapar.
Suelta una risita y mueve la cabeza.
—No es por eso, Sophie. Si no por el titulo que ahora llevas, eres mi esposa ante los ojos de la sociedad y aunque no lo creas tengo enemigos.
Quedo en desconcierto.
—¿Y yo qué tengo que ver ahí? —inquiero de golpe.
Demian se levanta de improvisto y toma asiento en mi camilla, posa su mano en mi estomago sin dejar de verme. Trago saliva en grueso.
—Lo tienes que ver todo. Pueden hacerte daño para conseguir algo de mí. En este caso, planos, programas, softwares. Necesitas protección si quieres salir de casa.
Entiendo, por su acción intuyo que le preocupo por la carga que llevo dentro de mi útero. Una muy valiosa para él.
—Okay, entiendo.
—Perfecto —masculla y retira su mano.
—Entonces creo que ya es todo —tomo asiento quedando a una mínima distancia de él—. Buenas noches, Demian.
—Buenas noches, esposa mía.
Incomoda por el apodo me levanto rápidamente de la camilla y lo rodeo.
—Y para que conste, ya te había besado. Hoy no fue la primera vez —dice elevando el tono de voz, pero sin gritar.
Detengo el paso dando media vuelta. No es cierto, no me acuerdo que me haya besado.
—¿Qué?
Se para, camino relajado a mi sin perder la diversión en su cara. ¿Qué le divierte al idiota?
—Tú, en la tarde, dijiste que nunca te había besado y es mentira. La primera noche lo hice —entre mas cerca, baja el volumen de su voz, de nuevo estamos rosando los cuerpos—. Tal vez lo olvidaste porque fue la única vez que lo había hecho.
—No me acordaba —susurro.
Vuelve a sacar una risita burlona. Este quiere otra bofeada por lo que veo.
—Lo sé, pero ahora lo sabes.
—¿Por qué no dijiste nada en el momento?
—¿Y quitarle la diversión? No, mejor seguí tu juego —sonríe de lado, le queda bien al idiota—. ¿Me vas a decir que no te gustó?
Alza las cejas y entreabre la boca para relamer sutilmente el labio superior.
¿Cómo se respira?
—Ya es tarde. Tego que ir a dormir —esquivo la pregunta.
Giro mi cuerpo y bajo su intensa mirada me voy, por un momento pensé que jalaría de mi brazo y volvería besarme. Sabe hacerlo, es rudo, pero no molesto, ni incomodo, por otra parte, el sexo, es demasiado delicioso.
Editado: 27.06.2021