Los días que siguieron al reencuentro de Chanty con su grupo fueron, cuanto menos, extraños. Aquellos días que había estado apartada de Leon y los demás parecían haberlos convertido en otras personas, personas melancólicas que se quedaban pensativas en el camino, como si estuvieran rememorando algo de aquel periodo.
No le hacía falta preguntar. No le hacía falta indagar. Leon se lo había contado todo.
Le había contado cómo le habían pedido ayuda. Cómo Lord Nomura le había pedido que se deshiciera de unos bandidos, y cómo una pareja de elfos le había pedido que les ayudase a recuperar a su hijo. Le había contado cómo unos y otros le habían utilizado, una y otra vez, y cómo él trató de dejarse llevar por el corazón y hacer lo correcto.
Sangre y fuego. Lágrimas y gritos. Eso habían traído sus decisiones. El fin de una línea sucesoria, la muerte de una familia que luchaba por sacar adelante su amor en un mundo incapaz de comprenderlo.
Y él les había puesto fin.
Cuando se lo contó, trató de quitarle hierro al asunto. Chanty le dijo “No es culpa tuya”, y “Era una guerra interna que tarde o temprano iba a acabar así”, y él suspiró, y se echó a reír, dándole la razón. “A fin de cuentas”, respondió, tomando el vaso de vino, “lo único que he sacado en claro es que no es buena idea ponerte en el punto de mira de un elfo del bosque”.
Trataba de mostrarse alegre y despreocupado, pero cuando la elfa recogió su equipaje de la habitación y volvió a bajar, desde las escaleras vio cómo el soldado hundía la cabeza entre las manos, dejándose, por un momento, superar por los acontecimientos.
– Deberías haberlo visto según veníamos. – Había dicho Driine, en su hombro. – Al salir de allí estaba pálido como un cadáver… Bueno, uno de los de verdad no de los que se pasan los días matando y eso. – Chanty la miró. Había veces que estaba demasiado claro que Driine no era una persona de verdad, sino un espíritu de la naturaleza.
O tal vez fuera que para ella no era algo que tratar como si fuera el tiempo. Aquella mirada que Leon le dirigía al vaso de vino que tenía ante él, la herida de su brazo, que ella ya había curado con un hechizo… Suspiró. Había escenas de su pasado que no quería recordar, pero que, sin embargo, no podía ni debía olvidar.
Y Leon no era ningún recuerdo. Leon estaba allí, en aquella mesa, esperándola, recuperándose de los hechos de hacía un par de días. No podía arreglar los sucesos de su pasado, pero sobre eso sí que podía hacer algo.
Así que, con el petate a la espalda, se acercó a la mesa y lo tomó de los hombros, notando que volvía el color al rostro del chico. Éste se volvió a mirarla y sonrió, y Chanty sonrió también. Ésta vez sería diferente. El chico alegre que ella conocía seguía ahí… Y ella iba a encargarse de sacarlo.
Ocurrió un día, cuando llevaban un par de jornadas de viaje. Chanty notaba al chico más alicaído de lo normal. Cuando Leila, la mujer de Laertes Gartano, propuso a los pequeños ir al mercado, Chanty le dijo a él que los acompañara. – Creo que prefiero quedarme. – Dijo, suspirando y entrando a su habitación, algo que ella ya sabía que haría.
– Ve con ellos. – Repitió, presionándolo. – Tienes que animarte y olvidar los malos pensamientos.
– Sí, sí, iré. – Replicó él. – Sólo que hoy no. Estoy cansado del viaje, quiero aprovechar que tenemos una cama no traqueteante ni llena de bichos. – Chanty les hizo un gesto a los comerciantes para que se fueran, pero ella puso el pie ante la puerta, impidiéndole al chico que la cerrase.
– Sabes que no puedes seguir así. – Le dijo, abriendo y viéndolo sentarse en la cama pesadamente. – La gente vive y muere, no puedes seguir culpándote por lo que ocurrió.
– Pues adivina, lo estoy haciendo. – Respondió él, echándose hacia atrás. – Tranquila, estaré bien… Sólo necesito descansar.
– No…– Chanty cerró la puerta y dio un paso hacia él, tomando aire. – Lo que necesitas es aclararte de una vez. Llevas casi un mes encarando la magia negra, clavando la espada en monstruos semana tras semana, pero al parecer, ahora sólo porque unos elfos se odien en un bosque perdido de la mano de Klynian, es lo más terrible del mundo.
– No digas eso… – Dijo él, tapándose la cara con las manos, pero ella no iba a dejarlo huir tan fácilmente.
– Contrólate, hombre. Sí, no es bonito, pero es el mundo real. La gente se mata entre sí por razones estúpidas. Tenemos una misión importante y difícil, vamos a tener que pasar por encima de muchos elfos. ¡No puedes deprimirte ahora sólo porque unos de campo se han metido contigo y te han utilizado!
– ¿¡Y tú qué sabes!? – Replicó él, explosivamente, que era justo lo que ella esperaba, aunque al verle levantarse y clavarle la mirada cargada de enfado y angustia, le cerró la garganta. – ¡Tú eres perfecta, no tienes ni idea de lo que siento, de lo que significa fallar como he fallado yo!
Chanty suspiró. Podría decirle que sabía perfectamente cómo se sentía. Sí, le había fallado a un amigo. Había sufrido, y se había decepcionado. Pero en cambio, fue junto a él, y se sentó en la cama.
– Pues cuéntamelo. – Le pidió. – Sé que duele, que es difícil, Leon, pero debes compartir esos sentimientos para que no formen una espina en tu interior.
Él respiraba agitado, y se dejó caer sentado nuevamente en la cama, así que la elfa lo rodeó con los brazos para calmarlo, como había hecho tantas otras veces.
– No–no habían hecho nada malo. – Dijo. – La mujer del Lord y su hijo. Sólo querían vivir. Sólo querían estar con su marido y con su padre. Pero alguien decidió que eso no era normal. – Compungido y con la garganta hecha un nudo, la abrazó también, buscando su apoyo, buscando su seguridad. – Y llegué yo y… Y fui estúpido e inocente. Hice que los mataran sólo por amar a alguien. ¿Cómo pueden hacer eso? ¿Cómo pueden hacer del amor un pecado?
Chanty suspiró, para alguien como ella…No, no era la primera vez que lo oía, ni siquiera la primera vez que lo sentía. – No me gusta éste mundo. – Prosiguió Leon. – No me gusta lo que hay más allá del recodo del camino. Quiero regresar, quiero volver a casa y quedarme en esa puerta para siempre. Quiero que esto no haya pasado nunca. Que los Nomura sin vivos, que todos esos granjeros de Numantine estén en sus casas. Ojalá nada de esto hubiera ocurrido. – Sollozó, ligeramente, y en ella unas frías garras le presionaron el pecho. Ella también deseaba volver en el tiempo, y que nada hubiera pasado. Deseaba no haber amado, deseaba no haber abandonado.
Editado: 14.05.2020