PlatÓnico: Encrucijada

CAPÍTULO 8

Efe fue hacia Juan Pablo tomándolo del cuello con una sola mano y lo levantó unos centímetros del piso; al lado de su 1.90 m el señor parecía un enano debilucho.

–Efe, por favor suelta a mi papá –pidió Nora llorando.

Poco a poco, Efe soltó al señor pero su cuerpo parecía listo para atacar de nuevo.

–Imbécil, mi hija es una mujer casada, si no la dejas en paz te irá muy mal. Juan Pablo sujetó el brazo de Nora y se la llevó a la fuerza. Efe apretó las manos con impotencia.

 

Ya en casa, Juan Pablo sometió a Nora a toda clase de tortura psicológica.

–Hice lo posible por dar una buena vida a tu madre pero trae lo mujerzuela en los genes. Mi peor temor siempre ha sido que seas como ella pero es algo con lo que nacieron, ambas son aficionadas a acostarse con hombres a escondidas. Dime, ¿no aprendiste la lección? Tu amorío oculto con Omer nos puso en peligro y tuvimos que huir. Ahora estás cometiendo el mismo error. ¿De verdad no puedes controlarte?

Lore observaba atenta.

–Papá, estoy enamorada de Efe al igual que lo estuve alguna vez de Omer. Eso no es algo malo. Si me escondo es precisamente por ti y tus traumas, no merezco que me juzgues de esa manera.

Juan Pablo se le acercó amenazadoramente.

– ¡Cállate! Es el colmo que encima estés orgullosa de tus acciones.

–Ya no soy una niña a la que asustas, tengo 25 años, en unos meses serán 26. Viviré sola, me divorciaré y seré libre de tener una relación con Efe.

Juan Pablo rió a carcajadas.

–No conoces a los hombres. ¿Acaso no te das cuenta que ese tipo te usa como distracción mientras vive en éste pueblo aburrido? Así como te embaucó pudo hacerlo con cualquiera. ¿Lo has observado bien? Su físico, modales, ropa, todo en él indica que pertenece a una familia adinerada. Ellos no se casan con enfermeritas de pueblo, ese hombre desentona contigo y lo que te rodea.

–Tu papá tiene razón, por tu propio bien es mejor que le obedezcas –interrumpió Lore.

–Papá, tú vives con una mujer como las que tanto criticas –acusó Nora en un arrebato.

Lore le dio una bofetada, furiosa. La chica se llevó la mano a la cara deseando responder el golpe pero logró contenerse, solo apretó los dientes tragando sus lágrimas con impotencia.

–Nos marcharemos del pueblo a la brevedad –anunció Juan Pablo.

–Pero, ¿qué pasará con el dinero que envía Omer si no estamos aquí? –preguntó Lore.

–Eso no es problema, el dinero lo puedo cobrar en cualquier lugar pero ya basta de esto –el hombre volvió a tomar a Nora del brazo y la encerró en su recámara–. Vigílala, si escapa es tu responsabilidad –ordenó a Lore.

 

Efe estaba afuera de la casa oculto entre los árboles. No sabía qué hacer, tenía miedo que ese hombre violento le hiciera algo a Nora, deseaba entrar a la fuerza y llevársela pero sabía que no era posible. Después de media hora vio que Juan Pablo salió al patio trasero, escarbó con una pala abajo de un árbol de limón, sacó algo y lo abrazó fuertemente. Unos minutos después volvió a enterrar lo que había sacado y dejó todo exactamente igual.

 

 

Nora despertó al día siguiente sintiéndose mal, tenía vómito, fiebre y le dolía el cuerpo. Dio varios golpes en la puerta de su cuarto para que le abrieran y al no obtener respuesta regresó a la cama. La fiebre hacía que delirara y los sueños se apoderaban de la realidad. Omer le ponía compresas frías en la frente. Efe se marchaba.

–Todo estará bien –le decía Fran, la madre de Omer.

–Solo fuiste un pasatiempo para mí, nunca te amé –exclamaba Efe y se alejaba.

La hermana de Omer se acercaba y le enseñaba el hoyo que había hecho la bala en su frente.

– ¡Efe, no te vayas! –gritaba y luego volvía a caer en una oscura inconsciencia.

Así estuvo dos días enteros. Cuando despertó, desorientada pero sintiéndose mejor vio el amable rostro de Humberto.

–Muchacha, por fin despiertas. Tuviste un virus estomacal que te hizo subir la fiebre pero te apliqué los medicamentos adecuados, ahora necesitas descansar y comer bien para recuperar fuerzas.

– ¿En dónde está Efe? –preguntó la chica.

–Él renunció hace dos días y se marchó del pueblo. Pronto llegará el nuevo médico así que necesito que te pongas bien porque no puedo solo con tanto trabajo.

Nora sintió un dolor en el pecho.

–Por favor Humberto, dame más información de Efe.

–Como sabes él no habla mucho de sí mismo, no tengo idea a dónde fue,  ni siquiera sé de qué ciudad proviene. Los meses que convivimos me hicieron apreciarlo pero realmente desconozco en dónde está.

Las lágrimas escurrieron por el rostro de Nora a raudales.

–Por favor, trata de calmarte para que tu recuperación sea rápida. –Humberto le tomo la mano conmovido.

 




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