Sam.
Dos meses después.
Sentí la mirada de Bradley sobre mí una vez estuve sentada en el asiento del copiloto de su auto. No lo contuve y ahora las lágrimas llenaban mi rostro. La opresión en mi pecho no me daba muchas posibilidades de tomar aire. La imagen de Kyle sosteniendo a esa mujer entre sus brazos dolía y dolía demasiado. No era solo una punzada carcomiéndome como Lins la describió. Claro no. Eran miles de navajas siendo enterradas con fuerza.
Se veía feliz. Y tal vez así era. No dolía el hecho que hubiese avanzado, yo se lo había pedido. Dolía el hecho de que en dos meses lo hizo. Desde esa noche no habíamos hablado más, y me fue imposible odiarlo. Pensé al venir a felicitar a Emma que tal vez podríamos hablar. Pero no había nada para nosotros aquí.
Cuando puso sus labios en su cuello y ella comenzó a reír simplemente lo perdí. Quise salir sin ser vista, pero tomé la decisión incorrecta de refugiarme en el baño al ver que Grand se acercaba hasta el lugar en donde me encontraba. Emma me halló antes de que pudiese colocar un pie fuera del hotel. Había venido a las putas Vegas para verlo.
La mano de Bradley se envolvió en la mía con cuidado y cautela. Mis ojos fueron a los suyos. Se veía preocupado.
— ¿Quieres hablar de ello? —sacudí mi cabeza. No quería hacerlo. Bastaba con lo que había visto. Pensé que sería fácil pero no lo era. —Sam...
— Sácame de aquí, por favor. —mi voz se rompió. Habló en serio cuando despotricó en el teléfono diciendo todas las formas en que me remplazaría. No me importaba el sexo. Podía manejar eso. Pero había traído a una mujer a la boda de uno de sus mejores amigos y sabía que eso importaba más que cualquier conexión física.
Bradley salió del lugar dando vueltas alrededor de la ciudad por treinta minutos. O eso creí. Dejé de contarlos cuando las imágenes volvieron a llenar mi cabeza.
¿Qué había creído que pasaría al venir aquí?
Sandeces. Nada más que sandeces.
— ¿Al aeropuerto? —sacudí la cabeza de nuevo. Quería una maldita distracción. Sabía que si me subía a un avión ahora la ansiedad sería mi peor tormento. —Sam, háblame. No me gusta verte así. —sus palabras sonaron casi desesperadas. Había dejado de llorar en algún punto perdiéndome en mis emociones, pero eso no quitó el dolor.
Bradley y yo no habíamos terminado bien, pero de alguna manera había dejado el orgullo de lado y había enviado un par de mensajes en los últimos meses. Pidió disculpas por actuar como lo hizo y nos mensajeábamos. Era lo más cercano que tenía a un amigo en esta maldita ciudad sin contar a Verónica y a Erick.
— Necesito...necesito aire. —asintió y siguió conduciendo por unos diez minutos. Nos detuvimos en un hotel alejado del de los chicos, pero igual de grande y esplendoroso. —¿Qué...? —no terminé de hablar cuando ya estuvo en la puerta de mi lado abriéndola y tendiéndome la mano. La tomé sin pensarlo demasiado cansada.
— ¿Confías en mí? —asentí inmediatamente. Lo hacía a pesar de nuestra historia.
Su mano tomó la mía y tiró de mi cuerpo al suyo abrazándome. Suspiré pegada a su pecho dolida. La impotencia me llenaba.
— Vamos dentro. Te gustarán los jardines. —dejé que tirara de mi brazo puertas adentro. Le entregó las llaves de su auto al valet del hotel y continuó el camino. Me sostuve en su agarre para evitar caerme con el desequilibrio emocional que me estaba cargando.
Sentí la brisa golpear mi rostro una vez estuvimos fuera pero aún así no dejé de caminar aferrándome al hombre junto a mí. Nos detuvimos en una pequeña banca más allá de tres metros de la puerta por donde habíamos entrado.
Por lo general apreciaba mirar la naturaleza, pero justo ahora, solo quería hundirme en mi sofá y llorar. Odiaba el sentimiento creciendo en mi pecho con cada suspiro, con cada aliento y cada recuerdo.
Bradley no habló durante un tiempo, simplemente se limitó a sostenerme mientras descansaba en su pecho sintiendo su respiración subir y bajar pasando su mano por mi espalda. El vestido verde que traía se sentía pesado en mi cuerpo y solo quería quitarlo.
— ¿Hace cuánto está con ella? —la pregunta salió sin pensarlo. Bradley se tensó sin dejar su movimiento por mi espalda.
— Sam...
— No voy a romperme por la respuesta...—más de lo que ya lo hice. — Por favor, necesito saberlo.
— Poco más de un mes, puede que sean dos ya. —dijo en un susurro, pero lo suficientemente fuerte como para que yo lo escuchara.
Dos meses.
El mismo tiempo que tenía esa llamada. Al final sí que había encontrado a una mujer para él.
— ¿Lo amas aún? —lo miré, pero sus ojos no me miraban a mí, estaban fijos en el frente mirando la fuente a pocos metros.
— Si. —no tenía caso mentir. Claro que lo hacía. De no haberlo hecho no rompería a llorar como lo hice en esa fiesta. Era duro de ver pero me quería que fuese feliz.
— ¿Hay algo que pueda hacer? —sacudí la cabeza en su pecho. —¿Quieres irte? ¿Volver a Chicago? —lo miré y tomando su rostro volví su cara hacia mí.
— No. Quiero quedarme hasta mañana. ¿Qué hay de ponernos al día? —dije queriendo olvidarme del rubio, ojos verdes que tenía a una mujer en sus brazos justo ahora.
— Lo que sea para intentar colocar una sonrisa en ese hermoso rostro, Sammy. —contuve las ganas de reír.
— ¿En serio me llamaste así? —asintió riendo.
¿Por qué no pude amarlo a él?
Lo intenté y no pude. Bradley podría parecer un prostituto la mayor parte del tiempo, pero era del tipo de hombre que te protegería y amaría de una forma animal. Lo habíamos intentado y al ver que mi corazón no podría ser desocupado, decidió tenerme de la misma forma en que lo hacía con todas.
Y aun así estaba aquí.
— ¿Quieres un tour o netflix y pijamas? —sopesé mis opciones. No lo veía en un tiempo. A las vegas podría venir en otra ocasión.
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Editado: 11.05.2024