Sam.
Cerré la puerta tras Kyle y los muchachos cuando se llevaron a Chris fuera de mi departamento. Luego de una hora encerrada en mi habitación queriendo saber qué demonios estaban diciendo esos hombres en mi sala, me había rendido y había caído dormida hasta hace diez minutos cuando mi chico me despertó para hacerme saber que llevaría a Christopher al aeropuerto.
Lucía jodido, pero algo mejor de lo que estaba anoche. No había mencionado nuestra conversación, pero algo quedó pendiente, y sentía curiosidad por saber de quien se trataba la mujer que lo traía así. Mentalmente hice una pequeña anotación para tentar el terreno en busca de información cuando hablara con Hannah en un par de días.
La mujer estaba molesta. Error. Estaba lo que le sigue a ello. Chris se había perdido uno de los partidos más importantes de la temporada y lo habían sancionado por ello. Ahora, no volvería a jugar en lo que quedaba. También sabía que lo de su renovación estaba pendiendo de un hilo, porque había faltado a la cláusula que decía que debía ir a terapia. Podía ser uno de los mejores, pero la liga no iba a tolerar sus irresponsabilidades por muy mal que estuviera, y eso era lo que Hannah como su agente había querido evitar todos estos meses.
Lastimosamente, cuando alguien está en la miseria, no escucha razones, y solo sale de allí si realmente quiere hacerlo y seguir su camino. Christopher aun no encontraba la forma de hacerlo, por lo que sabía que por mucho que los chicos quisieran ayudarlo, no había algo realmente viable a hacer más que apoyarlo y no dejarlo solo. Era cuestión del propio Hotch escoger su camino.
Mi teléfono sonó en mi habitación haciéndome correr desde la entrada hasta mi cuarto para poder tomar la llamada.
— Hola, pequeña Sammy. —sonreí ante la voz cantarina de Isak al otro lado de la línea. No había tenido mucho tiempo de verlo en los días que llevaba aquí más que la ocasión en la oficina de Verónica.
— Hola, hermoso. —saludé sentándome en mi cama. —¿Todo bien con don gruñón? —inquirí refiriéndome a Garrett. Isak soltó un bufido y escuché el sonido de su silla rechinando cuando se sentó. Años con ese ruido y aun no decidía deshacerse de ella.
— El diablo no está en su infierno. —dijo riendo. —Realmente no entiendo que pacto hiciste con él que te permitió soportarlo todos esos años. —sonó frustrado. —Ayer tuvo mi trasero corriendo por toda la ciudad buscando unos dichosos documentos que terminaron llegando esta mañana a su oficina. —se quejó. Reí un poco ante su voz.
— El ejercicio ayuda al estrés. —casi podía sentir su mirada enojada imaginándome.
— Agradécele a Dios que te adoro y no quiero matarte pronto. —murmuró con voz seca.
— ¿A qué debo tu llamada? —pregunté caminando hasta mi tocador. Había muchas cosas que aún no había logrado enviar a Chicago, y algo me decía que era lo mejor. No sabía cuánto tiempo me tomaría volver si las cosas seguían así con Kyle.
— ¿Interrumpí tu mañana de sexo descontrolado con tu hombre, querida? —se burló. Rodé los ojos ante su tono. Si el supiera. Kyle me tenía en ascuas por mi insistencia al principio de mantener las cosas con calma. El sexo oral no era lo mismo que sus embestidas, y aunque lo disfrutaba demasiado, sabía que algo faltaba. Y me frustraba. Porque ni siquiera me dejaba tocarlo, lo había escuchado en el baño en numerosas ocasiones usando su mano cuando podía ser yo la que lo ayudara a liberarse.
Con calma, cariño.
Su con calma, me lo quería meter por el culo. Literalmente.
Sentía que me trataba como una jodida muñeca de porcelana por miedo a que saliera corriendo. Si, nuestra relación al inicio era netamente sexual, pero eso no quiere decir que haya sido lo que nos puso en la situación en la que terminamos y tampoco que ahora tuviéramos que esperar meses para estar juntos. Me gustaba el Kyle amoroso y gracioso que me sostenía entre sus brazos, lo amaba. Pero también amaba al Kyle picaron que me hacía estremecer en la cama. Y los quería a ambos, no a uno solo. La maldita espera me estaba consumiendo.
— Tu silencio dice mucho, Sammy. —sonreí de lado a pesar de que no me veía.
— Al punto, Isak. —atiné a decir.
— Tienes que firmar unos papeles, troncha toro te delegó a ti como supervisora del trámite de los jugadores nuevos así que necesito que te hagas a ellos rápido. —dijo volviendo al tono habitual cuando hablaba de asuntos importantes.
— ¿Quieres que vaya?
— No es necesario. Una de las chicas irá y te los llevará, luego los traerá conmigo y asunto arreglado. —dijo riendo.
— Perfecto. Los esperaré. Y ya deja de molestarme en mis vacaciones. —solté en broma.
— Sí, sí. No quiero escuchar a Johnson gimiendo, querida. Por muchos abdominales y sonrisas que tenga, no es mi tipo.
— ¿Grand si lo es? —silencio permaneció por un par de segundos para luego ser llenado por mi risa. —Es lindo. —terminé por decir.
— Esta llamada nunca ocurrió. —colgó.
Miré mi teléfono aun riendo. Lo sabía. El año pasado fue Bradley, y ahora era Grand. Solo los miraba y ponía a Isak a su lado y el miedo me inundaba. Le gustaban los fortachones y temía que algún día lo rompieran. Las miradas furtivas que mi amigo les daba eran difíciles de ignorar. Si ellos se enteraban que en silencio a Isak les gustaban...no quería ver el final. Saldrían huyendo intentando poner la vara alta de su heterosexualidad.
Me puse una bata sobre mi ropa interior sabiendo que probablemente la que vendría a traer los documentos sería Stacy. No tendría caso ponerme un par de vaqueros solo para recibirla.
Esperé durante treinta minutos y estuve a punto de dormirme en el sofá de nuevo hasta que el timbre sonó haciéndome saber que la mujer ya estaba aquí y podría firmar los papeles rápido.
Abrí la puerta sin mirar la mirilla llevándome una sorpresa cuando mis ojos se encontraron con los ojos marrones y la mirada engreída de Tyler. Retrocedí asustada y dudosa en vez de cerrarle la puerta en la cara. ¿Qué demonios hacía aquí?
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Editado: 11.05.2024