Así como brota el árbol de las entrañas de la tierra
y persigue con sus ramas un cielo inalcanzable,
brota también de mi alma un suspiro
y se posa, temeroso, en tu ventana.
Déjalo entrar, pequeña, y hazlo tuyo,
que ha cruzado mil desiertos a tu encuentro.
Te dirá, si lo oyes, en secreto,
bajo el velo misterioso de la noche,
que más allá del horizonte que percibes,
en el lugar en el que comenzó su viaje,
se halla aquel que, preso en la distancia,
sufre cada día por amarte.