En mi pobre lecho
de sábanas remendadas
y manjares poco pretensiosos,
se posó una polilla,
orgullosa pasó de lado la muy pilla,
atónita por aquello que apenas contemplaba,
una linterna que colgaba del techo,
una luz que emanaba del cielo,
arrogante y vanidosa fue hacia ella,
cegada era la única,
la primera que lograba tal hazaña
que sus compinches iracundos no pudieron.
Apenas sus diminutas alas permitieron alzar el vuelo
en esa noche que susurraba era suya por derecho,
pobre polilla diligente,
sometida al fulgor hiriente de mi pecho,
desgraciada y olvidada como yo,
danzaba al compás excitándose con mi acecho.
Decenas de polillas se acercan al cobijo de sus letras,
de sus voraces deseos de calor,
de este mundo congelado en su ignorancia.
¿Qué esperas conseguir?
La cuestiono,
detente de una vez que ambicionas,
suplicas lo mismo que se enciende con la noche
y al salir el sol eres otra más que fracasa.
¿Qué esperas lograr desconocida?
La amenazo,
llego la hora de dormir,
deja descansar estos ojos muertos.
¿Dormirás como otros lo han hecho?
Me desafía,
para esas insignificancias que escribes,
grítale al espejo mismo
que es momento de despertar.
Desconcertada he decidido ignorarla,
con hilo y aguja acallar sus gritos,
con hilo y aguja atar sus alas.
Pobre polilla que danzaba,
sus sueños se apagan como la luz en mi pecho,
consternada en mi pared se postra.
¿A dónde has de ir ahora?
Le replico
¿Por qué decidiste acabar con aquello que nos mantenía vivas?
¿Por qué decides por mí, cruel mortal?
Me advierte
¿Qué harás ahora mi pequeña bestia aislada?
¿Seguirás escondiéndote en tu mundo?
Pobre polilla lo entiendo ahora,
solo soñar le ha quedado,
maravillada no cuestiona,
un propósito común la espera,
despechada esconde su rostro.
Pero entonces se da cuenta
que más allá del cristal de mi ventana,
otra luz brillante arde
con la vagancia de la noche,
con el estruendo del trueno.
Caprichosa entiende pronto que no está perdido todo,
la contempla el sol en su aposento,
la posee la delicadeza de los astros.
Palideció a su deseo,
tras el cristal de sus anormalidades,
un nuevo propósito le fue concedido,
un nuevo ser la concibe,
le desgarra las entrañas para poseerle,
asfixia su cuello para que huya más lejos.
Pobre mortal que la alumbra,
pobre mortal que se esconde.
Presurosa lo intenta,
escéptica la observo.
Viene y se va detrás del cristal,
danza con el temor que ha construido,
rogando salir,
suplicando con el deseo que la consume.
Ávida se apropia de aquella luz que cree suya,
un fiel amante la llama,
una apuesta segura la espera.
Viene y se va detrás del cristal,
alega sin detenerse,
invoca una oportunidad.
En mi dudosa oscuridad solo queda ella,
pobre polilla aquí permanece,
tumbada con sus promesas,
detrás del cristal de mi ventana,
cegada por sus fierezas,
cegada por su amargura.
Desea contemplar por un segundo
el mundo de opulencia y candidez,
de letras suaves como el soplo temprano,
de pensamientos que se atesoran,
de letras ásperas como el viento tormentoso,
de pensamientos que seducen.
Ruega que alguien la vea,
me cautiva con su final,
negocia su libertad.
Es cruel ironía que aletea con fuerza,
antes que la descubra la mañana,
perdiéndose,
tras el cristal que opaca su ansiado destino,
tras aquellos obstáculos difíciles de romper,
aletea pobre inmortal,
aletea el ser que suplica,
aletea mi ingenua polilla,
aletea junto a tu ingenua dueña,
palidezcamos a nuestro deseo
tras el cristal de nuestras anormalidades.