El nacimiento
«No», me dijo el doctor Arce,
«sólo una de ellas podrá salvarse».
Y yo, ¿cómo iba a soltarte?,
si no bastaban dos vidas
para dejar de adorarte.
«Está bien», le respondí,
«pero, ¿puede apresurarse?,
¿qué no ve que estoy pasando
por un dolor inmensurable?»
El médico abrió tu cuerpo
y sacó tus partes;
las regó en toda la mesa
y te sacó el linaje.
Una niña agraciada,
con una sonrisa brillante.
Y a ti, nada,
sólo fuimos a enterrarte.
Te guardé en mis penas
y te colgué en mis artes.
Mi amada, mi querida,
pronto voy a acompañarte.
Editado: 23.09.2018