Se levanta temprano,
la mañana es funesta.
Va hacia su ventana,
con un café caliente
esperando ver un ave
pasar de repente
hacia un lugar que él nunca sabrá.
Lee algunos poemas de Carver,
y el sol parece no querer salir.
El cantar de las aves que no vuelan
le hacen saber que está perdiendo el tren.
Pero siempre lo ha perdido.
Qué más da.
Camina por un puente nefasto
con estructuras deterioradas.
Su nariz vuelve a gotear,
esta vez es sangre,
sangre roja y enferma.
Piensa entonces
en dejar la coca
pero la sangre para
y él sigue su camino.
Esta vez el sol no ha salido.