Poemas invisibles | Drarry

Capítulo 1

– Ron, despierta, hay que ir a clases –el chico pelirrojo abrió los ojos, miró a Harry y se dio la vuelta para seguir durmiendo.

– Cinco minutos más –balbuceó.

– Ronald, te perderás el desayuno –como si fuera un autómata, se levantó inmediatamente de la cama y comenzó a vestirse apresuradamente. En efecto, Harry sabía cómo manipularlo–. Y no olvides ponerte desodorante, a menos que quieras apestar a búfalo en descomposición –los demás chicos en el cuarto se echaron a reír estruendosamente y él rodó los ojos. No quiere recordar la última vez que se olvidó de usar desodorante, Errol casi muere.

– Sí, mamá –ironizó el pelirrojo.

Una vez terminaron de arreglarse, se dirigieron al Gran Comedor para desayunar. Hermione ya estaba allí, hablando con Ginny. Las saludaron y se sentaron frente a ellas.

– Ron, ¿puedes comer más despacio? El desayuno no irá a ningún lado –le regañó Harry cuando la comida apareció en la mesa.

*Pego temgo hambgre –respondió él con la boca llena, y un pedazo de comida salpicó en la cara de Harry, que chilló del asco–. Ups, lo *fiento amigo –el moreno frunció el entrecejo y le golpeó el brazo con todas sus fuerzas, pero para un chico tan enorme como Ron, eso parecían cosquillas, y solo se burló del débil intento de su pequeño amigo.

– Eres un tonto –le sacó la lengua y las chicas rieron divertidas. Tomó un par de frutas de la frutera frente a él y las cortó en pedacitos sobre su plato.

– Oye Harry, mira, parece que hoy tienes correspondencia –comentó Hermione cuando notó que las lechuzas ya comenzaban a dejar el correo a los estudiantes.

Harry se extrañó, pues no era muy común que recibiera correo de nadie si no tenía familia que se lo enviara como la mayoría de sus compañeros. Desató los objetos de la pata de Hedwig y le dio algo de su comida antes de que saliera volando del comedor. Sus amigos esperaron expectantes a que abriera el sobre, al que venía adherido con él un hermoso ramo de flores amarillas. Eran girasoles. Las olió, admirando su suave y fresco aroma, y luego abrió el sobre. Dentro tenía un papel con un poema escrito.

"Para mi ángel de verdes diamantes:

Esos ojos enigmáticos
profundos, dolosos
sonrientes, divertidos
crueles, hermosos

Esos labios rojizos, cual rosales
dulces, divinales
pequeños y suaves
tristes, emocionales.

Aquella voz que oí un día
tierna y pícara, como esa no había
melódica, yo diría
entonando suavemente una risueña melodía.

¡Oh, ángel mío!
Me veo en el reflejo de tus ojitos cristalinos
te veo entre las saladas aguas, tiritando de frío
te has sumergido a lo hondo de los oscuros océanos
y he visto en tus espaldas un paraje umbrío.

Tú, que bajaste de los cielos
me marean tus juguetones revoloteos
tú, que me devuelves la calma
con tu vuelo delicado, me hechizas la mirada.

Será que te quiero tanto, mariposa revoltosa
será que te has vuelto frágil y exquisito
o tal vez será tu risa contagiosa
lo que me ha hecho estallar de encanto.

Tu amor secreto."

Harry se sonrojó profundamente después de leer aquella poesía. No podía creer que alguien pensara todo eso de él. Le resultaba inconcebible que le gustara a otra persona, y pensó que tal vez podría ser una broma pesada de algún chistoso.

– ¿Y? ¿Qué dice la carta? –preguntó Ginny. Ron y Hermione asintieron en acuerdo y lo miraron con curiosidad. Harry pensó que el poema era demasiado personal como para que lo leyeran sus amigos, así que decidió conservarlo para sí mismo.

– N-Nada, prefiero guardarlo para mí, ¿sí? –sus amigos no presionaron para que los dejara leerlo y continuaron charlando amenamente.

Así concluyó rápidamente el desayuno, seguido de las clases y durante todo el resto del día y los tres días siguientes, Harry no había podido sacarse de la cabeza el hermoso poema que habían escrito para él y al misterioso autor que se escondía tras esas dulces palabras que no dejaba de leer cada vez que podía. 

Quien quiera que hubiera sido, o estaba perdidamente enamorado de él o solo se estaba burlando de su cándido corazón para luego humillarlo frente a toda la escuela. Fuera el motivo que fuera, Harry no creía que estuviera cerca de hallar a la persona que le había robado un pequeño trozo de su ilusión. Con esto en mente, se propuso firmemente encontrarlo, no se quedaría de brazos cruzados.

Caminaba tan distraído por sus pensamientos, rumbo a su última clase del día, pociones, que ni siquiera notó que las escaleras por donde iba bajando se movieron repentinamente. Su pie trastabilló en la orilla y si no hubiera sido por la fuerte mano que lo había sostenido a tiempo por la muñeca, habría logrado en segundos lo que Voldemort había intentado durante años.

– ¡Potter, pedazo de inútil! ¿Además de ciego eres estúpido? –lo reprendió esa voz profunda que tan bien conocía. Aún estaba suspendido en el aire y su corazón latía furiosamente por el incidente. El chico tiró con fuerza de su brazo, subiéndolo sobre la escalera y cayó sobre sus rodillas y manos en el suelo firme.

– Gracias Malfoy, podría haber muerto si no me hubieras atrapado –el rubio junto a él resopló con sarcasmo y se puso de pie mirándolo con ojos burlones mientras se sacudía la tierra de su túnica.

– Como sea, tengo que irme o llegaré tarde a clase –una vez las escaleras volvieron a conectar con otras, Draco siguió su camino hacia abajo, dejando atrás a un Harry todavía de rodillas en el piso, observando sus espaldas. Comenzó a recoger algunas cosas que se habían caído de su bolso, cuando reparó en un sobre con un sello de cera que lo cerraba.

– ¡Espera, Malfoy! ¡Se te cayó esto! –sin embargo, su grito fue en vano, porque Malfoy ya estaba a una distancia considerable. Guardó el sobre en su mochila y recorrió el mismo camino que había hecho el otro chico hacia las mazmorras; más tarde se lo devolvería.



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En el texto hay: amor lgbt, harco, drarry harco

Editado: 18.02.2022

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