No es el resto de esperanza todo lo que hay.
Están las aves, que vuelan contra la tempestad.
Resistiendo la densa brisa invernal.
En su mente no existe el abandonar.
Está el agua, que no le importa el recipiente.
Se mete y se cuela donde la lleve el fluyente.
Está la madre y su hija. Pasean en la playa una tarde de agosto.
La risa es lo que se ve en sus rostros.
Las olas verdes del inmenso mar.
Me llaman y claman por otro suspirar.
Que suspire por otra vida. ¿Futura, externa o alterna?
Ojalá lo pudiera adivinar.
Un dejo de esperanza no es todo lo que hay.
A veces está el manso perro del color de la arena.
Corretea por la playa tras quien lo alimenta.
Baja la cabeza y entierra el hocico.
Trota, y va y viene, y explora siguiendo su instinto.
Mas no pierde de vista al ser que procura su cobijo.
Está el viejo que pretende pescar.
Arrancar seres vivientes de su espacio vital.
Ellos solo quieren nadar en el espaciado mar.
Este hombre lo finge ignorar, él solo los quiere atrapar.
Y sentir el orgullo de la cena a su casa llevar.
¿Un instinto primitivo? Pienso tal vez.
¿O lo hace para olvidar su vida de cartón y metal?
Enrosca el riel lento y ahora más veloz. Pasos hacia atrás y mira hacia acá.
¿Haré mal en tanto juzgar?
Pero un resto de añoranza es todo lo que hay.