Y aunque mi poesía a veces era mala.
Ella siempre decía que le encantaba.
Que lo mío era el arte
y que no lo abandonase.
Era amante de las historias con finales tristes.
Y me decía que:
Aunque me amase demasiado
de alguna u otra forma tendría que marcharse.
Le asustaba lo eterno.
Es por esa razón que terminó marchándose.
No la culpo
pero espero algún día
volver a saber de ella
y que al final de todo esto
retornaremos a los antiguos momentos
en donde coincidimos una vez en aquel lugar
a las dos de la madrugada
mientras lucía su cabello corto
y encendía un cigarrillo.
Yo estaba hecho un desastre
y ella se acercó a mí con la intención
de brindarme un cigarro y su compañía.
Qué bonita forma de salvarme la vida.