Pondría canciones tristes esa noche, a ver si por fin lloraba. ¿Cómo es posible que un tipo tan sensible como yo estuviera así, seco? Al carajo, ya sé que me pasaba, tenía callos en el alma.
Apagué el tele, me puse un suéter y me fui a caminar por el parque. La noche estaba fría; ni eso encajaba con lo acostumbrado, siempre hacía un calor de los cojones, pero ese día no.
Se me olvidaba decir que estaba triste porque la desgraciada me había puesto los cuernos, pero ya qué, así es la vida, mi vida.
Me dí el gusto de desquitar la arrechura con una lata vacía, la pateé hasta llegar a la banca donde me fumaría un cigarrillo, para pensar en cómo carajos sacarme a esa chica del corazón.
Escuché a la lejanía una especie de murmullos, de sollozos, no me aguanté las ganas de ir a ver quien era. Que guapura de mujer, —Me dije— seguro el típico tipito de quinta la lastimó. Me aventé, pidiendo disculpas por interrumpirla, pero como soy bien osado, sin ella darme el permiso me senté a su lado. Sacó un pañuelo y comenzó a quitarse las lágrimas de la cara, preguntando que quien era yo, que qué quería. Le dije que solo quería saber porqué lloraba.
Hizo silencio mientras terminaba de secarse las lágrimas, pero notaba que cuando se secaba una, de inmediato le salía otra. Un minuto después fui al grano "¿qué tenés?". Empezó a decirme que lloraba por un chico, —lo típico— antes que ella siguiera diciendo más, empecé mi discurso de disque sabiduría.
"¡ay muchacha! La vida sigue si él te hace llorar no vale la pena no es la persona indicada para ti déjalo que la vida le dé lo que merece es un cobarde ya encontrarás alguien que te valore que te sea fiel que no sea un cobarde esa gente no sirve andate de ahí dejalo en visto salí con tus amigos reí soñá cumplí tus sueños no seas tonta todo se paga en esta vida mandalo por un tubo arreglate tonta un día se va a arrepentir mirame a mi aquí ando herido y solo pero yo no lloro soy fuerte digo yo ya vendrá algo mejor deja de llorar yaaa".
El estallido de su llanto fue más fuerte. Pensé para mis adentros que lo que él le había hecho no tenía perdón.
La deje desahogarse, por un instante me sentí un superhéroe, pensando que le había servido de consuelo. Pero la noche estaba avanzando y yo tenía que volver.
Me levanté, le extendí la mano y le dije: "pensalo bien si lo vas a perdonar, yo no lo perdonaría después de lo que te hizo". Puso unos ojos penetrantes directo a los míos, y me dijo: "estoy segura de que él tampoco me perdonará después de haberme acostado con su amigo".