Tras la muerte de su pequeña, aquella mujer había sido raptada por una especie de locura. Desterrada de su casa, anclada a un amante libertino y perseguida por el recuerdo de la muerte. Tomó la pluma y se lanzó a la batalla, la batalla contra sus miedos.
Los fue mutilando uno por uno, hasta que se dio cuenta que esa no era la solución, más bien el problema. Recogió cada pedazo y los fue plasmando en papel.
En el despertar de un nuevo comienzo, aquella mujer contempló su obra maestra, su moderno Prometeo. Ese fue el encuentro del coraje y la mujer.