Al entrar a la discoteca me percaté de que era el lugar más horrible en el que había estado, la música estaba tan fuerte que no te permitía escuchar nada; otro punto a destacar era que había tantas personas que a simple vista era imposible moverse con libertad, las parpadeantes luces de colores que giraban en todas direcciones me empezaban a marear.
Moví los hombros y el cuello tratando de serenarme. Me percaté de que había perdido de vista a los chicos, hasta dónde veía todos a mi alrededor eran desconocidos. Seguí avanzando entre la multitud llevándome uno que otro por delante, así hasta llegar a la barra.
—¿Qué vas a tomar, linda?—Me acaparó el muchacho que atendía la barra.
—Lo que sea—Contesté de mala gana.
El chico sonrío y me sirvió un Whisky. Lo levanté haciendo un gesto de salud para después tomar un trago. Giré apoyando los codos sobre la barra mirando hacia la pista de baile, había cientos de desconocidos bailando al ritmo de la música cuerpo a cuerpo cansados y sudorosos.
Bebí otro trago analizando minuciosamente a un grupo de desconocidos que llegaron a la barra, entre ellos había un hombre sospechoso que captó mi atención, el sujeto vestía de traje y en su espalda se veía con claridad la silueta de un arma, me percaté de que me observaba de reojo.
Vigilé a discreción su actitud y movimientos, la penetrante mirada del sujeto me mantenía alerta. Me dirigí hacia los sanitarios para salir de la mira del sospechoso, él seguía mis pasos disimulando hablar por el móvil, llegué hasta un pasillo poco iluminado y me oculté tras una pared.
El hombre apareció segundos después caminando con discreción en las sombras, tomó el arma apuntándo a todos lados buscándome. Pasó justo enfrente y en un movimiento vertiginoso le arrebaté el arma cogíendole del cuello en una llave mortal apunto de matarlo.
—¿Quién eres?—Pregunté malhumorada.
—Tu peor pesadilla cariño—Contestó con una voz chillona y burlesca.
—No estoy para chistesitos de porquería—Corté su risa rompiéndole un dedo de cada mano.
—¡Ay!... ¡estás loca...!—Gritó histérico.
—Supongo que lo estoy—Le rompí dos dedos más.
—¡Esta bien, voy a hablar...! una chica mona me pagó para darte un sustito—Contó gritando.
—¡Me importa un rábano su físico!.
—Por favor no me mates, tengo familia—Rogó asustado.
—He sido demasiado indulgente estos días, no creo serlo esta vez. ¡Quiero un nombre...!—Exigí.
—¡No tengo un nombre...! sólo un número, 17 ¿te sirve?—Preguntó esperanzado—Por favor déjame ir no volverás a verme.
—Está bien, ya deja de llorar nenita. Que te permita vivír no significa que no te va a doler—Sonreí con malicia.
—¿Q-qué?...—Preguntó temblando.
Sin previo aviso le golpeé la cabeza con el arma, cayó noqueado en segundos. Me quité la chaqueta para cubrir el arma y seguí avanzando, la entrada a los sanitarios estaba obstruida por una pareja en plena discusión, pero enseguida la pelea se puso violenta, el sujeto empezó a agredir a la chica.
Me percaté de que ella estaba asustada suplicando por ayuda, pero nadie quería tener nada que ver con eso, pasaban de largo ignorando la escena. Me acerqué al hombre golpeando repetidas veces su espalda con el dedo índice, él giró hecho una furia, pero enseguida cambió su actitud mostrando una asquerosa sonrisa.
—¿Quieres unirte a la fiesta?—Empezó a vanagloriarse.
—¡Hmm....!—Hice un gesto de fastidio.
Al acercarse le doy un puñetazo dejandolo inconsciente, lo atrapé antes de caer al suelo dejándolo en una esquina. La chica estaba inmóvil de asombro. Pasé de largo hacia uno de los cubículos, una vez dentro quité la tapa del tanque de agua de uno de los sanitarios para ocultar el arma.
Volví todo a su respectivo lugar tirando de la palanca. Al abrir la puerta me encontré de frente con la chica que había ayudado segundos antes. Ella es de estatura baja y cuerpo débil, su piel blanquecina y pecosa, ojos grandes y azulados, pestañas largas, una nariz pequeña y delicada, el cabello pelirrojo y desordenado, instintivamente me recordó a una zanahoria.
—Gracias por lo que hicisteis por mí ¿dime como puedo pagartelo?.
—No hace falta—La corté.
Caminé hasta los lavabos y ella me seguía a todos lados.
—No me voy a separar de ti hasta que me lo digas—Emitió con seguridad.
—¿Quieres apostar?—La desafié.
Con las manos empuñadas me le acerqué, ella sin opción retrocedió temerosa.
—No hace falta que me asustes, no voy a renunciar hasta que me aceptes en lo que sea que estés metida—Contestó con valor fingido.
Con una mirada de fastidio hacia la chica, salí a gran velocidad para perderme de la vista de la chica, me introduje entre la multitud que bailaba. Cada individuo exhibe sus mejores pasos para sorprender a su pareja, puedo ver el esfuerzo, la pasión, la entrega. Los movimientos exigían a sus cuerpos dar lo máximo, estaban agotados y sudorosos sin intención de abandonar la pista, una locura y una estupidez a la vez.
Final del capítulo ojala les haya gustado, gracias por leer.
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Editado: 15.01.2024