Polera Gris

Polera Gris

Polera Gris

 

Incluso en el bullicio sofocante del verano, entre el resplandor ardiente del sol destacaba una figura singular. Su presencia, envuelta en una abrigada polera gris que desafiaba la lógica estacional, era muy curiosa para mí. Aquella joven, Hikari, me ocultaba algo tras esa polera y sus bellos ojos celestes, lo sabía… Ambas lo sabíamos.

 La muchacha iba acompañada de su hermana menor, Emma, quien me recibió con una sonrisa de oreja a oreja y los brazos abiertos de par en par. Alegre. Pero Hikari… Sus ojos, normalmente luminosos, estaban ensombrecidos por una preocupación que no lograba ocultar. Aunque su boca intentaba dibujar una sonrisa de cortesía, sus labios apenas lograban curvarse, revelando una inquietud que se resistía a ser compartida. Sentí en el aire una tensión sutil, como un misterio flotando entre nosotras, algo más profundo que una simple polera gris.

 

 -¿Por qué vas tan abrigada si el clima es tan caluroso?- Pregunté, y sin respuesta. Solo recibí una pequeña mueca que dejaba entrever la información necesaria para preocuparme.

Continuamos el viaje desde mi escuela hasta un parque cercano para disfrutar la tarde, escapar de nuestra realidad y saborear un delicioso café, solo nosotras tres.

 -¿Por qué la usas con este clima?- volví a preguntar. Ella suspiró, y con su mano bajó el cuello de su polera gris, dejando ver moretones y marcas de estrangulamiento en la parte inferior de su cuello. Hikari parecía incómoda o decaída, y Emma solo comía sus dulces sin prestar atención a nuestra conversación.

 

Ella y yo nacimos el mismo día, nos conocemos desde que tenemos memoria porque somos vecinas, siempre fue igual, tranquila y apacible, incluso con el horrible ambiente que nos rodea, siempre mantenía una cálida sonrisa y esos hermosos ojos celestes brillando. Pero tambien tenia un lado que no mostraba fácilmente, pastillas antidepresivas y para dormir, abusos constantes que la llevaron a varios intentos de suicidio de los que yo y solamente yo la sacaba… Curiosamente, siempre que llevaba una polera gris, algo malo le sucedía.

 Por otro lado estoy yo, soy consciente de que constantemente busco evadir la realidad, hasta el punto de distorsionarla. Simplemente hago de la vista gorda y con un espíritu alegre sigo con mi vida. 

 Entre charlas y risas, el sol se oculta cada vez más rápido, la hora había pasado volando, y nosotras debíamos volver. Aún tomadas de la mano, ninguna de las dos quería regresar a nuestras respectivas casas, la horrible y cruda realidad estaba justo detrás de esas puertas. Compartimos el peso de una existencia marcada por la crueldad. Entre paredes agrietadas y techos que amenazaban con derrumbarse, enfrentamos la misma sombría verdad: padres carentes de amor y llenos de violencia, un entorno desolado que apenas podía ser llamado hogar y un vecindario sumido en la miseria del bajo mundo. A pesar de la distancia física que nos separaba, nuestras vidas estaban entrelazadas por la amargura de nuestra realidad compartida, una realidad que nos obligaba a buscar consuelo y fortaleza en cualquier indicio de un nuevo comienzo.

 

A las 01:32A.M. recibí una llamada telefónica “Hikari, llamada entrante”, asustada por la hora atendí, mi única respuesta fueron una ola de gritos, llantos y golpes. Supe inmediatamente de lo que trataba. A mis padres poco les importaba qué es lo que hacía, incluso si salía en plena madrugada con desesperación. Antes de darme cuenta, ya había cruzado de mi vereda hasta la casa de Hikari, entré por la ventana de su habitación apurada y me dirigí al lugar de donde provenían los gritos. Su padrastro casi abusando de ella era la realidad, si ya era duro para mi verlo, lo era aún más para esa muchacha de ojos celestes vivirlo. El hombre no se dio cuenta de mi presencia, tomé el coraje para dejarlo inconsciente con una de las botellas que había en el suelo húmedo. Era inutil preguntarle a Hikari como se sentía o si se encontraba bien porque ya sabía la respuesta, simplemente atiné a decirle -Hay que irnos.- Entonces, volví a ver sus ojos celestes brillar, sus hermosos ojos celestes.

 

Con Emma en brazos, algo de ropa y apenas un poco de dinero salimos a la calle corriendo, nos refugiamos en un callejón invadido por la humedad, donde pasamos las noches. 

En este rincón olvidado por la suerte, compartimos risas que rompen el silencio de la noche y lágrimas que se deslizan en la oscuridad. Nos aferramos a nuestros secretos y esperanzas como si fueran tesoros en medio de la desolación que nos rodea. Cada día es una lucha por la supervivencia, apoyándonos unas a otras con la fuerza que solo la unión puede proporcionar.

 Los días de lluvia eran los peores, las cajas de cartón se deshacían encima nuestro y a menudo salíamos corriendo para un hospital porque Emma se enfermaba. Sin mencionar las veces que lloramos hasta quedarnos dormidas.

De alguna manera nos organizamos, mientras Hikari se queda con Emma en el colegio, yo hago distintos trabajos para ganar algo de dinero con solo 12 años; cuido perros, hago entregas, riego plantas, junto chatarra, etc.

Tras 2 años de trabajo puro y duro que en consecuencia nos obligó a dejar el colegio y ambas tener que trabajar horas y horas 6 días a la semana,finalmente  pudimos lograr que una solitaria señora mayor nos deje vivir en su casa a cambio de hacer las tareas del hogar.


 

-¿En serio crees que lo soy?- preguntó Hikari.

 

-¡Por supuesto! Cada nota que tocas en él es hermosa.- Respondí. -Deberías pensar en comprar un piano.-



#1369 en Joven Adulto

En el texto hay: crueldad

Editado: 13.04.2024

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