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Katsuki Bakugo, un hombre que se hace cargo de la empresa que hace mucho fue de sus padres, alguien de carácter fuerte y decidido.

El cenizo se encontraba sentado en su silla frente a su escritorio, había pasado casi toda la semana revisando, leyendo y firmando papeles tras papeles, documentos y las estadísticas de su empresa.

Eran apróximadamente las dos de la tarde y no había sacado la cabeza de esos papeles, con un fuerte dolor de cabeza, arrojó los papeles que tenía en mano hacia el escritorio, estaba decidido a salir de ahí lo más antes posible.

Salió de su oficina a paso fuerte y acelerado, mientras que pasaba algunos de sus trabajadores lo saludaban. Se dirigió al estacionamiento, subió a su auto y se dispuso a buscar un lugar para distraerse.

Había llegado a una cafetería que no estaba muy lejos de su trabajo, entró y de inmediato dos jóvenes lo recibieron.

—Buenas tardes, señor, disfrute su estadía en este lugar —dijeron los chicos al unísono mientras hacían una reverencia formal.

Ignoró lo anterior y se decidió a buscar una mesa libre, el lugar no era muy grande y aunque tuviera clientes no llegaba a estar del todo lleno.

Eligió una de las mesas cerca de la ventana y se sentó a esperar, el olor a café lo estaba relajando bastante y a la vez abriendo más su apetito.

—Buenas tardes, señor —dijo una chica peliverde, el cenizo ignoró al personal y sólo pidió un café.

Pasados los minutos, Katsuki suspiró debido al cansancio, viendo a la gente pasar, meseros tomar la orden o entregarla, justo como el chico que ahora se dirigía hacia él.

Hasta que este estuvo más cerca pudo notar que su piel era lechosa, cabello verde y otros toques más oscuros del color, sus mejillas poseían hermosas pecas que le adornaban a la perfección. Subió hasta encontrarse con la mirada del chico, ojos esmeralda y una gran y hermosa sonrisa que decoraba su rostro.

Se quedó embelasado viendo al chico, tanto que no notó que este ya se encontraba depositando el platito con la taza de café y un sobre de azúcar con su respectiva cuchara.

—Que disfrute —comentó el chico, Katsuki se quedó repasando el sonido de su voz antes de hablar.

—Sí, gracias —fue lo único que pudo responder ante el hermoso ser que tenía frente a él.

Se dedicó a tomar su café mientras perseguía con la mirada al chico, sin darse cuenta ya se había tomado tres tazas de café, cuatro con la que tenía en mano.

Llamó al mesero y se acomodó el traje lo mejor que pudo al ver al chico llegar.

—¿Necesita algo, señor? —preguntó con una sonrisa marcada en su rostro.

"Tu número"

—¿Tienen algo de comer?

—Oh, sí, se encuentra en el menú todo.

Pinche y maldito menú, ni lo había visto desde que se había sentado.

—Oh, pero... hay un postre que es el especial de cada semana —mencionó el muchacho recordando los postres especiales que se hacían semanalmente—. Cada semana se elabora un postre especial, ese no se encuentra en el menú, ya que siempre varía.

—Bien, entonces ese.

—De acuerdo —habló con su característica felicidad—. Espere unos momentos, por favor.

Dicho eso el chico se fue a la barra a pedir la orden. Katsuki veía como este se movía con rapidez de un lugar a otro atendiendo a múltiples clientes, también notó que este era un poco torpe pero sin llegar a causar daño.

Para su mala suerte el peliverde no le llevó su pedido, en su lugar se lo entregó una chica castaña.

Pidió la cuenta, pagó y dio un último vistazo al pecoso antes de salir del lugar.

Salió del lugar un poco más relajado, ver al chico le había gustado bastante y no le había podido pedir el número pero había tenido la dicha de "conocerlo".

Al siguiente día fue igual, solamente que había ido en la mañana al lugar debido a las reuniones que tenía para esa tarde.

Nuevamente a tomar café, comer algo para matar el tiempo y finalmente no parar de ver al peliverde, que cada que lo veía le sonreía.

Había tenido las más grandes ganas de dejarle un poco más de dinero pero se detuvo al recordar que no siempre era el mismo chico que le ordenaba y el que le entregaba. De igual manera no conocía su nombre.

Había descubierto que algunas personas pedían que especialmente algún joven les sirviera a ellos o alguna que otra mesera.

No sabía con exactitud si se pagaba más por el trato o no, pero eso no importaba, pagar un poco más no era molestia alguna.

El día siguiente a este, por fin un viernes había llegado, como ya estaba tomando costumbre salió de su oficina, subió a su auto y fue a la cafetería.

Esta vez eligió una mesa que daba directamente a la barra, siendo discreto dio su pedido y fue atendido como normalmente lo era.

—Oh, Bakugo, ¿qué haces aquí? —Katsuki volteo los ojos al reconocer esa voz. Denki o "rata amarilla" -como él le había apodado- un chico rubio que tenía un rayo negro en su cabello.

—¿Qué mierda se hace en una cafetería?, ¿tarea?, ¿picnic?

—Bro, yo sí hacía mis tareas en una cafetería —comentó divertido el rubio mientras tomaba asiento en la misma mesa—. Y hago mis trabajos también —declaró con orgullo.

—No te pregunté.

—Bien, aquí está su pedido —interrumpió el peliverde—. Oh, bienvenido, ¿ya tiene su orden lista o desea más tiempo?

—Quiero el postre especial, gracias.

—De acuerdo —habló el chico mientras terminaba de escribir en la libreta—, espere un momento.

—No sabía que venías aquí, ¿te gusta? —preguntó Denki mientras veía al mesero alejarse.

—¿Qué mierda? —inquirió Katsuki confundido, el chico le atraía, mas no le gustaba aún...

—Dije qué, ¿si te gusta venir a la cafetería?

—Que mierda te importa si me gusta o no.

Ignorando por completo la divertida mirada que el rubio frente a él mantenía y su total existencia, con un poco más de discreción observó al peliverde.

El día sábado dio su aparición y con ello Katsuki se enteró que la cafetería sólo abría hasta  medio día los fines de semana. Para su mala suerte el peliverde no hizo acto de presencia en esos dos días.