El sol se asoma por mi ventana, me vuelvo hacia la pared. Ya han pasado tres días y mi insignificante existencia no se ha dignado a salir; que patética soy.
No he salido de mi cuarto, es exagerado ¿no?; después me quejo de mi padre. Apesto ¿debo ir al liceo?, supongo que sí, no quiero ir pero no me gusta faltar ¡que desgracia de vida! Saque mis pies de la cama, yo puedo. Mi cuerpo duele, llevo más de un día en la cama.
Un baño me vendría bien; a menos que quiera ahuyentar a mis compañeros... eso no sería tan mala idea después de todo. Carcajee y tome el paño.
Después de bañarme me coloco mi uniforme y me miro al espejo, los moretones son tan visibles, aun con la camisa se ven. Suspire con pesadez ¿Qué le paso a mi padre?, esto es molesto; si me golpea por lo menos debería tener la decencia de golpearme en lugares poco visibles ¿no? Me dejó mal, y yo que hace días lo defendía y alababa su "consideración". Mi estómago expresó de manera muy ruidosa que estaba en su límite. Bajo las escaleras, deben ser alrededor de las seis y media así que solo comeré pan; mi estómago tendrá que esperar al medio día para comer algo relativamente decente.
Antes de irme subo por mi celular, lo desconecto y veo la hora en el ¡casi son las siete! Dios mío ¿Qué tanto dure desayunando? Salí corriendo escaleras abajo. Un momento, me detuve, mire mis brazos; obviamente no puedo salir así. Suspire y volví a mi cuarto.
Me tuve que colocar una chaqueta para ocultar mis brazos golpeados. Que maldita suerte tengo, aquí hace un calor infernal y yo tengo; el sostén, la franela, la camisa, el chaleco y ahora—gracias a mi padre— también una chaqueta ¡Me voy a derretir!... ¡también voy a llegar tarde!
Cierro la puerta y me voy.
En el reloj de la entrada del liceo veo que son las siete y nueve minutos, llegue casi a tiempo. Entro en mi salón y me escabullo hacia mi asiento, nadie se percato de que llegue; por lo visto cuando faltas dos días a clases todo el mundo se olvida de ti, debería faltar más seguido, es decir, no saben cuánto odio ser el centro de atención; aunque últimamente soy muy compulsiva y por ello tiendo a llamar la atención ¡que contradicción! Me senté, saque un libro y empecé a leer, el asiento vacío junto a mi me indica que será un día tranquilo; perfecto para leer. Vi la puerta y entrecerré los ojos.
— No pases por allí. Piérdete —masculle.
Lo más probable es que llegue tarde como los demás días pero, no es malo ser un poco ambiciosa ¿no?
Entra el profesor de ingles, no le presté atención en absoluto; además de que repite lo mismo todas las clases, actualmente se encuentra en mi lista negra, él. Andrés. Mi padre. Larry...
— Señorita Beckett, ¿está prestando atención a mi clase? —pregunta disgustado, despegando la mirada del libro "no lo pierdas de vista; sin él no eres nada" me dije a mi misma.
— Realmente no— cerré el libro en mis manos— me parece una pérdida de tiempo. Usted ya ha explicado este tema en clases pasadas, me atrevo a decir que son los mismos ejercicios de la clase anterior ¿me equivoco? —dije lo mas respetuosamente que pude mientras apuntaba la pizarra de manera engreída. El profesor enarca una ceja, en desacuerdo con mis palabras. Reprimí las ganas de rodar los ojos y saque mi cuaderno de ingles del bolso; enseñándole los ejercicios— ¿ve? —sonreí con superioridad.
El analiza los ejercicios en el cuaderno y los compara con los de la pizarra. Tosió incómodamente sobre su puño.
— Si es tan fácil para usted ¿Por qué no los resuelve? — me tiende el marcador, su tono es calmado pero sé que me está retando. Sonreí levemente—todos— agregó; imagino que al ver la confianza en mis ojos.
— Por supuesto.
Después de humillar diplomáticamente al "profesor" de ingles vuelvo a mi asiento y me sumerjo nuevamente en el libro. Al sonar el timbre todos mis compañeros corren como si su vida dependiera de ello, sinceramente nunca he entendido porque es tan maravilloso salir del salón, es decir, allí afuera hay cientos de adolescentes hablando disparates y comportándose como niños. Cierro el libro y me estiro; destensando mi espalda, veo con el rabillo del ojo el asiento junto a mí, Larry en serio no vino, pensé que llegaría tarde; como siempre. Los recuerdos de aquel día vienen a mi cabeza, no pude evitar enrojecer ¡qué pena! ¿Cómo pude ser tan descuidada?, vaya que es suertudo; me vio llorar dos veces, no es que eso sea algo extraordinario pero si es algo que no acostumbro hacer en público.
Volvió a sonar el timbre.
Toca educación física, no quiero ir; aparte que no quiero correr, no permiten llevar chaquetas, si me ven los moretones comenzara un incómodo interrogatorio, seguido de charlas motivacionales vacías, consejos huecos y, por último llamaran a mi padre para hablar con él y sentirse satisfechos consigo mismos. Y después de todo eso mi padre me golpeara nuevamente por "descuidada". Bufé, como si fuera mi culpa.
No he visto al profesor Felipe hoy, es raro ya que desde que empezó a trabajar aquí—hace una semana—ha llegado híper temprano, lo sé porque un hombre de casi dos metros parado en la entrada tomando café y hablándole a su teléfono no pasa desapercibido. Todos mis compañeros entran poco a poco en el salón ¿habrá venido el profesor? Mis ojos vagan en la entrada, en mi interior ruego para que no entre el profesor. Veo la hora y una sonrisa llena mi rostro, la clase de educación física debió haber comenzado hace quince minutos, imagino que se le hizo tarde. Sonreí triunfal y vuelvo al libro.
La puerta del salón se abre; llamando mi atención.
¡Era muy hermoso para ser verdad!
Larry entró ¿Por qué lo dejaron entrar? Es tan injusto, a mi casi no me dejan entrar el miércoles por quince minutos tarde y a él lo dejan entrar con una hora y quince minutos tarde ¿se acuesta con la directora o qué? Carcajee. Se deslizó en su asiento, sus ojos se encontraron con los míos un segundo, los aparte ¿recordara lo que paso el otro día?, inconscientemente volteo a verlo; nuestros ojos se encuentran otra vez ¡maldición! Coloco la vista rápidamente de vuelta al libro. Unos gritos se escuchan del otro lado de la puerta; avanzando por el pasillo, abren la puerta con una patada y entra el profesor de educación física, está hablando por teléfono. Maldije muy dentro de mí, sabía que el mundo me odiaba pero no sabía que disfrutaba jugar con mis sentimientos.