Por buscar la luna. Cielo.

El Don de la cordillera.

Solo le descubrieron la cabeza cuando llegaron al castillo y atravesaron sus puertas. Lo había visto muchas veces desde fuera y era majestuoso, odiaba reconocerlo pero era la verdad. Sin embargo, por dentro el castillo era sombrío, gris. Le parecía que estaba entrando en los huesos de un cadáver gigantesco. Los pretiles lizos y enormes eran como costillas de un pecho hueco...

Lo llevaron andando por la cima de las montañas. Con la cabeza tapada y sin calzado especial, el trayecto era especialmente peligroso. Lo habían hecho a propósito para impedirle escapar, en esa condición lo único que podía hacer era aferrarse a sus captores o arriesgarse a caer al vacío. Buitre no estaba acostumbrado a caminar lo que hacía el trayecto aún más difícil.

No podía transformarse, ya lo había intentado apenas salir de la cueva pero algo no lo dejaba. Llegó al castillo cansado y desorientado. Apenas entrar supo que no había escapatoria. Los pasillos vacíos conducían todos a la sala central y estaban ligeramente inclinados. Pensaba que lo llevarían ahí pero en su lugar rodearon hasta quedar del otro lado y se metieron en un cuarto no muy grande.

Desde ahí iniciaba una escalera de caracol que se adentraba hacia abajo en la montaña. Al frente iba un plumas guiando con una antorcha encendida en la mano. Otro de ellos los alumbraba desde atrás.

Bajaron tanto que Buitre cálculo que estaban por debajo de todos los niveles de cielo. Ahí lo dejaron, en una celda fría y obscura y ahí seguía. Desde una rejilla en la puerta de hierro le llegaba la luz de las antorchas pero apenas le servía de nada. Intentó dormir pero fue imposible. Solamente podía quedarse sentado pensando en como había llegado a esta situación. También escuchaba los murmullos lejanos de los guardias. Algo sobre hombres de nieve al norte de la cordillera; el nombre de ciudad nieve se repitió varias veces. En una ocasión escuchó a uno decir que la araña estaba enojada pero no le prestó más atención que al resto de los rumores.

De repente la conversación se detuvo. Escuchó los pasos de unas sandalias de tachones contra la piedra. No hubo más sonidos que ése, acercándose cada vez más como una premonición. Hasta que al fin llegaron a la puerta y la abrieron.

Esperaba ver a la mujer que lo había capturado pero en su lugar estaba un guerrero plumas del todo genérico. Con el traje bien ajustado y la máscara cubriendo su cara. El tipo se apartó de la puerta y, con un ademán demasiado formal para el lugar dónde estaban, le invitó a salir. Buitre dudó un momento pero supuso que si realmente lo querían afuera podían sacarlo a rastras, prefirió no arriesgarse.

Lo llevaron de nuevo hasta la cima del castillo. Ésta vez sí recorrieron los pasillos hasta la sala central. No sabía lo que ocurría pero no le gustaba. Todo era muy sospechoso. Incluso cuando lo capturaron, le buscaron por todo el cuerpo pero no le quitaron nada. Cuando aquel plumas lo estrelló contra la pared de su cueva y paso las manos por su pecho creyó que había perdido el cristal y junto con él el crédito de la viuda. Eso no pasó y no tenía idea de que pensar al respecto. También conservó el brazalete de plata, eso podía servirle de algo.

Cuando llegó al pasillo principal olvidó todo eso. La puerta al final se llevó toda su atención. Su mente de ladrón hizo un cálculo rápido de cuanto oro podía sacarle a esa cantidad de madera. Al menos lo suficiente para vivir sin preocupaciones por todo un año. Tal vez más. No era madera correosa como la de los puentes, podía notar la calidad a pesar de que no sabía nada de ese tema.

Un guardia le abrió la puerta y lo hizo pasar dentro. Buitre no pudo dejar de mirarla. Tan sólo el hecho de llevarla hasta esa altura escapaba a su conocimiento. Todo ese trabajo solo para una puerta.

—Una locura ¿no?

Esa era la voz de un hombre. Lo sorprendió tanto que estuvo a punto de saltar del susto. Se controló lo mejor que pudo y dio la vuelta. Nunca antes había visto a Halcón Cima, a ningún Cima en realidad. El tipo estaba pálido, se cubría el cuerpo por completo con una capa excepto por un brazo que se notaba musculoso. Demasiado para alguien que seguramente no salía de ese lugar. Las antorchas le iluminaban la cara de facciones afiladas y hacía brillar el oro en el único brazalete visible.

—Mis ancestros colocaron esa puerta, fue un tatarabuelo, ni siquiera recuerdo cual. A veces me gustaría cambiarla y venderla para sacarle un buen provecho pero es imposible. Solo un Cima está tan loco como para comprar algo así.

Al terminar de hablar se levantó de su trono de piedra y caminó con calma hasta una de las dos chimeneas que flanqueaban la sala. Delante de ella había una mesa pequeña tallada en la piedra. Sobre esta, un cenicero y una caja de metal llena de cigarros con las puntas enrolladas. El hombre tomó uno, lo examinó y procedió a encenderlo. Se detuvo a medio camino y, como si lo hubiera olvidado, miró a Buitre para ofrecerle uno. Él ya conocía los efectos de la hierba estrella así que declinó la oferta. Cima se encogió de hombros y encendió el que tenía en la mano. Le dio una buena chupada, aspiró profundamente y mantuvo el humo por un momento, luego exhaló. Se notaron en su rostro los efectos relajantes de la hierba. Se sentó directamente sobre el suelo, cruzando las piernas. Aunque su cabeza se encontraba por debajo de Buitre parecía mirarlo desde arriba. No pudo evitar pensar en un halcón de verdad siguiendo a su presa. El homónimo humano dio otra chupada, con calma, saboreando el humo, dejando que hiciera su efecto. Luego lo soltó y volvió a hablar.

—No vives en cielo, verdad. —Hizo una pausa para dejarlo responder pero Buitre se quedó callado—. Es decir, pasas mucho tiempo aquí... Ganando te la vida, haces negocios con los celestes y puede que hasta tengas algunos amigos pero ésta ciudad no es tu ciudad... No necesitas responder, solo deja que éste viejo divague un poco. ¿Sabes que toda ciudad tiene un corazón? Una piedra angular que sostiene todo. Que ilumina a sus ciudadanos. Que nos hace levantarnos por la mañana para que el lugar siga funcionando... ¿Sabes lo que es?



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En el texto hay: magia, habilidades especiales

Editado: 20.02.2022

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