Por buscar la luna. Cielo.

Lo que la cordillera esconde.

El cuartel de los buscadores era un amplio edificio construido contra una de las laderas de la montaña. Los techos y las paredes estaban cubiertas de musgo que crecía bajo el cuidado de los mismos ocupantes. Buitre no sabía cuántos eran. Había muchas construcciones donde albergar gente y de todos salían y entraban personas sin importar en que fase del día se encontraban. La instalación se extendía por el perímetro de la cordillera cerca de un kilómetro.

Estaban rodeados por una planicie que no parecía natural aunque él no podía asegurarlo. Más allá lo único que se veía era selva, ruidosa e impenetrable. Desde ésta salían arbustos y hierbas que parecían crecer cada que apartabas la mirada. Las chicas gato se metían ahí en ocasiones y volvían al día siguiente llenas de arañones pero con amplias sonrisas. Perro siempre se quedaba mirando las y luego a la misma selva cuando partían. Parecía... Pues, un perro precisamente . Buitre se sorprendía de no verlo mover la cola cuando volvían.

La primera vez que llegó a ese lugar lo hizo entre las garras de Toh. Estaba aterrado, al más mínimo movimiento podía destripar lo fácilmente. Casi agradeció cuando aterrizaron en la planicie. Bueno, aterrizar es un decir, porque en realidad ella lo dejó caer al suelo desde varios metros.

Volvía a tener el sello en su cuello así que cayó como humano. Se rompió tres costillas y el brazo izquierdo que fue con el que recibió el impacto contra el suelo. Estuvo inconsciente durante un día y aún se mantuvo en cama otro par para recuperar se de las costillas rotas. Cuando le dijeron que podía levantarse y recorrer el lugar no se hizo del rogar. Estaba harto de descansar y quería ver si podía escapar de sus captores. Al salir del cuarto donde se recuperaba se encontró con Toh.

La mujer estaba parada frente a su puerta con los pies ligeramente separados y las manos en la espalda. Buitre no pudo evitar recordar su forma de águila, lo majestuoso que había sido ese momento y se reprochó a si mismo por pensar de esa manera en aquella mujer. Frunció el ceño para que no se notara lo que pugnaba por crecer en su mente.

—¿Crees que voy a huir? —Preguntó señalando su brazo envuelto en vendajes—. ¿Así?

Ello lo miró directamente a los ojos, cosa que lo incomodó bastante. Aunque no era una mirada de superioridad o intimidante, como la que le dirigió en el castillo Cima. Era más neutral, quizá ligeramente molesta.

—No vine por eso. Hay muchas personas que pueden ocuparse de eso aquí.

Él espero un momento pero ella no se fue ni siguió hablando.

—¿Entonces que quieres? —Preguntó, comenzaba a enojarse y estaba superando la incomodidad de la mirada de Toh.

—Sabes por qué estoy aquí.

—Ni idea.

—Claro que sí. Tú... Tienes algo que me pertenece.

Entonces cayó en la cuenta. Recordó el brazalete de plata que aún llevaba escondido entre la ropa. Una de las razones por las que no se había puesto la que le proporcionó el tlatoani. Sonrió, seguro de que podía tomar control de la situación.

—En realidad no tengo nada. Tus ayudantes me registraron recuerdas.

Iba a agregar otra cosa pero Toh se movió como un rayo. Le agarro de la ropa y lo estrelló contra la pared. Su brazo quedó entre los cuerpos de ambos y le generó una punzada de dolor que recorrió su espalda y le arrancó un grito.

—No me vengas con tonterías. Dijiste que sabías donde estaba. Vas a decirme lo o...

—¿O qué? —Gritó Buitre, estaba harto de recibir órdenes y ser apaleado—. ¿Vas a matarme? No, ya dejaste claro que no puedes.

—Tal vez no pero...

—¿Me arrancaras un ojo? Pues hazlo y de paso olvídate de... La cosa esa.

Toh fruncía el ceño cada vez más, llegó a un punto en el que creyó que le sacaría un ojo de verdad. Hizo retroceder su mano como si se preparara para atacarlo. Entonces apareció Coyote.

—Toh. —Dijo. No lo hizo muy alto pero sí con una autoridad tal, que a Buitre le sorprendió que la mujer no obedeciera de inmediato. Bajó la mano y retrocedió como si luchara con si misma.

—¿Qué ocurre aquí? —Coyote hablaba tranquilamente aunque su mirada decía que no tenía paciencia para necedades.

—Nada. —Contestó Toh—. Vine a ver que no se escapara, ya lo intentó antes.

Él hombre miró a Buitre con la pregunta en los ojos. El chico asintió confirmando la historia de ella y agregó:

—Me burlé de que casi lo logré y bueno, digamos que no volveré a hacerlo.

Coyote no parecía creerles una palabra pero aún así lo dejó pasar, o eso creían. Dio media vuelta y empezó a andar pero antes de alejarse mucho volvió a hablar.

—Parece que ustedes dos se entienden bastante. Así que. Toh, serás su supervisora hasta que estemos seguros de que no nos traicionará.

La mujer hizo amago de quejarse pero se detuvo antes de decir una palabra y le dio a Buitre una mirada asesina.

—Por ahora... —Coyote siguió hablando mientras se alejaba—. Dale una guía por las instalaciones. Mañana empezamos el entrenamiento.

—Si, señor. —Confirmó ella con un tono de molestia. Siguió mirando a Buitre como si lo culpara por lo sucedido, al cabo de un rato giró y comenzó a andar en dirección sur, siguiendo la cordillera.

—Sígueme. —Dijo de mala gana.

El lugar de donde había salido ya lo conocía. Era la enfermería, estaba dividida con paneles de cáñamo trenzado que colgaban de tubos de metal y medía cerca de cien metros. Debido a eso comenzaron el recorrido por la sala siguiente.

Parecía una cueva muy cuadrada. La cara que daba hacia el lado contrario a la montaña estaba cubierta solo por pretiles de piedra muy delgados y juntos que median apenas medio metro. El interior estaba vacío de mobiliario excepto por dos anaqueles en cada extremo que contenían replicas de armas en madera de los árboles que los rodeaban. También había varios jóvenes enfrentándose en luchas cuerpo a cuerpo. Era un lugar de entrenamiento.



#10856 en Fantasía
#4488 en Joven Adulto

En el texto hay: magia, habilidades especiales

Editado: 20.02.2022

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.