Lo habían metido en un ejército, ¿qué tan mala podía ser su suerte? ¿A casó esperaban que pelearía por cielo y sus habitantes? Las únicas personas con las que había tenido relaciones ahí fueron la Viuda y sus seguidores, lo que no era amistad en absoluto.
Recorrió la habitación con la mirada sin poder apartar de su mente la lamentable situación en la que se encontraba. Intentaba olvidar lo y seguir la corriente hasta encontrar una manera de escapar pero le costaba mucho. Sobre todo por que cada tanto su mente divagaba dirigiéndose a los recuerdos de aquella águila. Por encima vez se obligó a volver al presente cuando alguien le llamó la atención.
Era un joven, aunque se notaba de más edad que él mismo. Usaba un pantalón verde parecido al uniforme de guerrero plumas y se cubría los pies con sandalias de cáñamo trenzado.
—Hey, yo soy Cuervo. Soy el encargado de ésta habitación. —Tras presentarse el joven le dio tiempo para hacer lo propio. Notó que, aunque el resto de los presentes parecían ignorarlos, algunos les daban miradas furtivas.
—Buitre. —Dijo sin mucho ánimo—. ¿Qué cama puedo agarrar?
Se notaba que Cuervo esperaba un poco más de información al igual que sus compañeros pero él no agregó nada más. Al final el encargado le hizo un ademán y lo guió hasta el fondo casi a un lado de la pared que daba al baño. Buitre agradeció por puro formalismo y se tumbó en la cama. Empezó a preguntarse si habría libros por ahí en algún lugar pero notó que Cuervo seguía parado, mirándolo con curiosidad. Le devolvió la mirada por un acto reflejo y él joven lo interpretó como vía libre para platicar.
—Escuchamos que llegaría alguien, alguien de cielo. Cuéntanos ¿cómo es?
Mientras hablaba varios chicos se acercaron descaradamente.
—¿Por qué piensan que soy de cielo?
—Por favor. —Comentó otro de los presentes, un chico ligeramente más joven que Cuervo, de cabello castaño y ojos a juego. Usaba un atuendo que dejaba sus brazos descubiertos—. Hace un tiempo que no llega nadie nuevo. Salvo por los favoritos de Coyote y esos claramente no son celestes.
—Ya. Lo diré de otra manera. ¿Por qué creen que les voy a decir algo?
—¿Y Por qué no? —Volvió a hablar Cuervo—. Vas a estar aquí por mucho tiempo. En algo hay que entretenerse.
—No pienso estar aquí por mucho tiempo.
—¿Piensas fugarte? —Esta vez fue el segundo chico—. Suerte con eso.
Entonces alguien más se metió en la conversación.
—Es imposible. —Era una voz de chica, los que estaban frente a su cama se apartaron para dejarla ver. Tenía el cabello casi al ras del cráneo y la palidez de su piel destacaba contra el negro de sus ojos y sus cejas—. Hay guardias todo el día, el doble por la noche. Además, están los maestros. Deduzco, por ese brazo, que ya te topaste con esa pared.
Buitre se quedó callado, algo tenía esa chica que lo inquietaba. Aunque también se dio cuenta de lo interesada que estaba en el tema. No supo que pensar de ella, así que no contestó. Al final fue Cuervo quién rompió el silencio.
—Si no nos vas a contar nada que le hacemos. De cualquier manera vas a tener que prepararte, mañana va a ser duro, sobre todo con ése brazo roto. Deberías bañarte y descansar todo lo que puedas.
Ese comentario lo devolvió a la realidad. ¿Había escuchado bien? ¿Lo iban a entrenar con un brazo roto?
—Pero si no puedo hacer nada con esto puesto. Eso es... Una locura.
Los chicos se rieron como si hubiera hecho un gran chiste y se dispersaron. Volvían a sus propios asuntos, Buitre por su parte maldijo su suerte.
Bañarse con un brazo roto fue una verdadera hazaña. Aunque la configuración del lugar ayudó un poco, pero no fue lo único que notó.
Lo primero que hizo fue buscar la ropa de la que habló Toh. El pantalón era igual al que usaba Cuervo, la camisa era de cuello y mangas largas, todo de color verde y de una tela que no reconoció; parecía muy resistente y bastante suave a la vez. Busco bolsillos donde meter sus pertenencias, la piedra brillante y el brazalete, pero no encontró ninguna. Iba a tener que dejar todo en el baúl a lado de la cama, donde estaba la ropa nueva. No le gustó nada pero no tenía de otra. Además la ropa era muy ajustada y si guardaba algo entre las costuras se notaría.
En seguida fue al baño, la puerta se encontraba en el centro de la pared. Dentro ya no se escuchaba el agua cayendo como al principio y antes de que pudiera abrir, alguien más lo hizo desde dentro. No supo si era chica o chico. Su cabello era largo y negro con mechones blancos, se tapaba de la cintura para abajo con un paño de algodón y no tenía tetas pero; aunque sus brazos eran ligeramente musculosos, su figura era delicada y sus facciones redondeadas. Su voz tampoco le aclaro la confusión.
—¿Te vas a bañar? ¿Eres nuevo verdad? Nunca te había visto. ¿Sabes usar la cascada?
Todo eso lo dejó aún más confundido. ¿Que carajo era la cascada? No podía referirse a una cascada de verdad. Negó con la cabeza ya que no tenía palabras. La persona le hizo un ademán y le dijo que le siguiera.
—Es fácil. —Iba diciendo—. Con la cuerda abres la compuerta y el agua hace el resto. Es de madera por que el metal se oxida. Dicen que están buscando una manera de evitarlo pero no parece que tengan progresos. Aunque la madera hay que cambiarla cada mes...
Sin dejar de hablar señaló una cuerda que colgaba en una esquina del baño. Como Buitre no reaccionó, le hizo una demostración. Jaló la cuerda con fuerza y una tabla de madera se abrió en la parte superior de la pared del fondo. El agua empezó a caer en una cortina delgada que se separaba en tiras a medio camino.
—Ves. —Dijo él, o ella. Aún no lo tenía claro. Debió notar su confusión por que siguió hablando, aunque puede que lo hubiera hecho de cualquier manera—. Ahí abajo hay una rendija por dónde se va el agua. Cuando está cerrado el agua pasa directamente. Por cierto, no me he presentado. Mi madre decía que es de mala educación no hacerlo, ella murió sabes, yo intento honrarla siguiendo sus enseñanzas pero...