Te esperé un año y medio más.
Te hubiera esperado una vida, pero es que ya no sabía qué pensar contigo.
Para nuestro último año yo no quería dejarte ir.
Te veías tan linda con tu cabello despeinado todos los días después de correr a nuestro lado.
Eras tan chistosa cuando intentabas llevarte tan pesado como nos llevábamos los demás.
La verdad es que no podías. No te salía. Eras tan linda, tierna y adorable, con esos ojos grandes y tus mejillas sonrojadas siempre que decías algo “atrevido”.
Nadie te compraba que fueras mala.
Pero ésta era nuestra parte favorita de ti.
No importaba lo que hicieras o quisieras ser, eras tan transparente, tan real. Tan tú.
Nadie te compraba tus malas imitaciones.
Pero no podíamos parar de verte.
Al menos yo nunca pude parar de verte.