Me encontraba en la biblioteca real buscando alguna solución al hechizo de mi padre en caso de que el beso de mi madre no llegase a funcionar cuando, de repente, un libro me llamó la atención: “El hecho de la muerte”. “Muerte” era un término del que nunca había oído nombrar y del que Dionis nunca me habló. Me giré hacia el estante contrario, levanté la mano y con ella guié el diccionario hacia mí —esa era la última magia que había dominado, la telequinesis, como la llama Dionis—, allí busqué aquella palabra, ésta tenía como referente: “Cesación o termino de la vida; es el pensamiento tradicional: separación del alma del cuerpo; acción de dar muerte a alguien”. La última definición me llamó mucho la atención ¿Acaso el posible separar el alma de alguien de su cuerpo? Nunca había oído de algo tan espantoso.
La puerta principal se abrió y por ella ingresó Als, mi mejor amigo, cargando libros que dejó sobre una mesa, seguramente para que la encargada luego los acomode.
—¿Qué hace, princesa Anya? —me preguntó.
—Leo —respondí inocente.
—¿Y qué lee? Siempre lee.
Subió las escaleras hasta mi encuentro.
—¿Te gustaría aprender?
Le entregué el libro y él vio la portada.
—Le voy a ser sincero, como siempre: sí, me gustaría, pero debo ayudar a mis padres y sé que aprender eso tarda tiempo ¿Qué dice?
—“El hecho de la muerte” —Leí.
—¿Muerte?... y por lo que veo tiene un diccionario flotando a su lado por lo que creo que tampoco sabe qué significa—Olvidé ese detalle y en la sorpresa el libro cayó hasta el suelo desde la plataforma. Suspiré agobiada. Soy demasiado sumisa ante el impacto de las emociones, no las controlo. Als rió y dijo—. Me alegra que esté avanzando. Algún día será una gran reina.
—Mi educación continuará hasta tiempo antes de tomar el trono, aún falta mucho por aprender para afirmar eso.
—Tiene razón, pero yo tengo la certeza. Usted piense que yo nunca le hablé a alguien de la familia real más que “Disfrute majestad” o “A su servicio, majestad”. Sé que hará cosas que otros no hicieron, no todo cambio puede ser malo.
—¡Ya, deja de alentarme! —Reí—¿Sabes? Tu optimismo es demasiado contagioso.
—Me gusta mucho cuando se suelta un poco. Últimamente casi no dice cosas como “ya”, “ay”, “auch”.
—No es propio de una princesa esas expresiones… —dije con lástima.
—Lo sé, por eso usted es especial.
Cubrí mi sonrisa con el libro. Siempre que nos vemos me alaga de alguna manera, se las ingenia para hacerme un cumplido aunque esté demasiado rebuscado. No supe qué más pensar en ese momento de silencio y él, para romper con eso, dijo:
—¿Qué le parece si me lee un poco?
—Bien, si insistes —Abrí el libro en una de las primeras páginas y leí desde el principo:
<< ¿Es posible separar el alama del cuerpo de un ser? Para nosotros no, pero para los humanos sí. Es su castigo. Lo que puedo decirte es que para ellos es posible matar, para nosotros eso es imposible. No tenemos la capacidad de hacerlo, no nacemos con ella. En cuanto a lo que es matar, se refiere a este acto de separación, no obstante, quédese en paz, porque aquí eso no es posible… >>
Tres días pasaron, seguí investigando y estudiando, pero no encontré algún antídoto al encantamiento de mi padre. En cuanto al libro, tuve la extraña sensación de que si Dionis descubría que lo tenía me lo quitaría, por lo que lo escondí en un hueco en la pared de mi habitación.
Al llegar el momento mi madre lo besó a mi padre, pero lamentablemente no funcionó y se debió elegir a un nuevo gobernante y eso nos llevó al día de la coronación.
Estábamos todos reunidos, mi madre, mi tío, Dionis, Malibú, el sacerdote Alsseo y todos los nobles y representantes de los distintos pueblos del reino. Alsseo tomó la corona sagrada —que según nuestra tradición: brillará sobre la cabeza de quien deba gobernar, con la intensidad de una estrella— y se acercó a mi madre quien bajó la cabeza con humilde respeto, él la colocó y ella se incorporó, sin embargo, la corona no brilló y detrás de mí el público comenzó a susurrar. Mi garganta se cerró y comencé a sentirme nerviosa. Pensé: ¿por qué no brilló sobre mi madre si ella es quien debería gobernar? ¿Será porque no tiene magia? Alsseo se la retiró y mi tío se acercó a ocupar el lugar.
—¡Momento!... —interrumpió Dionis—por favor. Antes de continuar, todos los miembros de la familia real más cercanos al rey deben probarse la corona. Es el turno de la princesa Anya.
¿Mí turno?—pensé—Debe ser una broma. Aún no terminé mis estudios, él mismo lo dijo.