No sabía el porqué de muchas cosas. ¿Por qué mi mami y mi papi se peleaban tanto? ¿Por qué nadie me quería? ¿Por qué me pegaban y me encerraban? Bueno, a lo mejor todo esto pasaba porque era mi culpa.
Si no fuera una niña tan rara, tan fea y tan mala las cosas pasarían de otra manera. Tendría amigas y no estaría triste, me lo merecía. Mis tíos y mi papi me hacían a un lado, mis primos me molestaban y se reían de mi. Claro, pero si intentaba defenderme me regañaban a mi y me iba peor.
En la escuela me hacían sentir de lo peor: una niña fea y que no había nadie que la quisiera. Y lo era. Intenté ser como mis compañeras pero ni así me dejaban estar con ellas. Algunos me encerraban en el salón, en el sótano o en el baño, me pegaban, me jalaban el cabello y me decían cosas feas. Lo hacían entre tres o cuatro para que yo no pudiera defenderme.
Pero lo que si sabía era que las cosas iban a mejorar, todo iba a cambiar. Mis compañeros no eran tan malos y yo iba a ser una niña normal.