Wendy
¿Cómo no recordé que tenía este juego guardado en la misma caja que los demás?
No voy a mentir, la vista que tengo frente a mis ojos es maravillosa, a quien quiero engañar.
No tiene los abdominales perfectamente marcados, pero si lo suficiente como para déjame con la boca abierta en cuanto se quitó la remera.
En la parte baja de su torso, casi a la altura del pantalón que lleva puesto, dos finas líneas se marcan, dejando un pequeño hueco en cada una.
Sus brazos, por otro lado, hacen juego con sus abdominales. No están muy pronunciados, pero tampoco son unos brazos delgados ni con sobrepeso.
Vuelvo a poner atención al juego, antes de que mis pensamientos tomen voz propia y tomen una decisión que no es para nada apta para menores.
Leo la pregunta y mis nervios están a flor de piel.
–¿A qué edad fue tu primera vez?
Ya perdí a un chico por esta pregunta, ¿Por qué no perder a dos, no?
–Bueno... creo que no me está gustando este juego.–digo nerviosa– Verás... ¿Primero puedo pedirte algo?
–Dime– asiente confundido
–¿Prometes no juzgarme ni reírte?
–No entiendo por qué lo haría
–Es que... jamás he estado con una persona... de esa forma...
–¿Es decir que eres virgen?– yo asiento.
Nunca pensé que volvería a confesar esto tan pronto desde la ultima vez que lo dije.
–Te pusiste nerviosa
–No es para menos, ¿no?
–No tiene nada de malo
–Tu lo dices porque seguro que ya no lo eres.
–Estamos hablando de ti, no de mí. –dice serio. Nunca lo había visto de esta manera.– Sabes... me molesta cuando la gente se burla de las personas que aún no han tenido su primera vez.
–Me gustaría que todos pensaran cómo tu, pero no es así.
–Si... quieres desahogarte, hazlo tranquila, soy todo oídos– ríe, pero noto seriedad en su voz.
–Ya debes está aburrido de escuchar mis problemas
–Peor sería que no te prestara atención, y te dejara hablando sola.
–Si haces eso, te aseguro que te echaré de mi habitación.– ambos reímos.
–Fue la misma persona, de la que te hable hace un rato. El de Londres.–Comienzo a hablar y al principio Chase no entendía de que hablaba, pero luego logró seguirme el hilo.– Él fue quien terminó conmigo. Por este mismo motivo.
El era algo así como el chico popular, el que siempre destacaba frente a los demás. Y yo era algo así como su sumisa.
Esos cuatro años que pasamos juntos, nunca pudimos concluir nada. Hubieron varios intentos, pero... llegó un momento que ambos perdimos el interés. Por mi parte, decidí seguir con él a pesar de la situación. Es decir, yo no sentía que fuera algo tan grave. No todos nos sentimos preparados.
–Pero él no pensaba lo mismo– completa Chase.
–Exacto, él si necesitaba estar con alguien... de esa manera. Pero yo, tan ingenua no lo notaba, es así que terminó sucediendo lo que te conté hace diez minutos atrás.
Entre otras cosas más. Pero si sigo, estaremos aquí hasta el año que viene– río
Cada anécdota que narro, Chase me observa y escucha con mucha paciencia y dedicación.
Desde el primer día que me crucé con él, sentí una conexión increíble entre los dos.
A pesar del mal comienzo que tuvimos. En el fondo, siempre creí que nos íbamos a llevar muy bien.
Aunque mi promesa de no relaciones, aún sigue en pie.
Volvemos al juego, y recuerdo que yo estoy en desventaja. Tengo menos vestimenta que él.
Giro la ruleta, y le rezo a todos los santos posibles para que la flecha no caiga ni en la ropa interior, ni en el short.
Pero para mi desgracia, o quizás no tanto, la flecha termina en el casillero del short.
¿Por qué a mi?
–¿Podríamos terminar el juego aquí no?– digo casi rogando
–Me parece que no...– dice con un tono de picardía.
Comienzo a desabrochar el primer botón del short, luego el segundo y cuando estoy por llegar al tercero, mi madre nos interrumpe.
¡Gracias mamá!
–Cariño, vamos al súper, ¿Necesitas algo?– dice mi madre desde detrás de la puerta.
–No, gracias– respondo.
A lo lejos puedo oír como la puerta de entrada se cierra.
Estamos completamente solos.
Y sabiendo lo que demora mi madre y mi hermana dentro de un súper, lo estaremos por un largo rato.
Esto no es bueno.
Para nada bueno.
–Casi eres salvada por la campana– dice riendo
–¿Puedes darte la vuelta? Al menos hasta que termine de desabrochar y quitarme el short.
Chase asiente, y aún sentado en el suelo se gira mirando hacia el lado contrario al que me encuentro.
Desprendo el último botón, bajo la cremallera, y muy suavemente comienzo a deslizar el short por mis piernas.
–Listo– digo dejando el short a un lado, y Chase comienza a girarse y colocarse en la misma posición que estaba anteriormente.
–Creo que me falta el aire– bromea Chase.– Sabes... creo que deberíamos jugar a esto más seguido.–ríe. ¡Quien pudiera tener la confianza que tiene Chase en este momento para decir lo que piensa, sin filtro alguno.
Mis mejillas por décima vez, vuelven a cambiar de color y pasar de un color pálido a un rojizo intenso.