Chase
Y allí está ella. Con su gran sonrisa. Acercándose hacia mi, junto con la pequeña pelirroja a su lado.
Su cabello aún mojado por el agua del mar hace que unas cuantas gotas caigan por su mejilla y se pierdan en su cuello.
Es imposible describir todas las sensaciones que siento al verla.
La necesidad constante que tengo de estar a su lado es impresionante.
Lo que siento cuando estoy junto a ella, es algo que no siento con nadie más. Es un sentimiento único.
–Llegamos–dice la castaña depositando un pequeño beso sobre mis labios.
–Ugh, no hagan eso frente a mi–se queja Emily cubriendo con ambas manos sus ojos. Ambos nos reímos.–¿A donde iremos?
–Hoy llegó a la ciudad un nuevo parque de atracciones.–La pequeña abre con entusiasmo sus ojos–¿Quieres ir?
–¡Si!–Chilla de emoción
Tomo de la mano a Wendy y emprendemos camino hacia el festival.
La pequeña se encuentra delante de nosotros dando grandes pasos, entusiasmada por llegar al lugar.
Tanto que de vez en cuanto se gira en nuestra dirección para hacernos apresurar el paso.
Pero Wendy y yo estamos demasiados ensimismados en nuestros asuntos como para caminar más rápido.
Pero la pequeña aún así insiste.
–Estoy exhausto–digo frotándome los ojos con mis dedos.–Jamás había entrenado tanto como lo he hecho hoy.
–Si quieres podemos dar la vuelta. Vendremos mañana.–Wendy se detiene.
–No.–respondo–No quise decir eso. Tan solo era un comentario. Yo fui quien las ha invitado, fue mi idea venir aquí. Hoy vamos a divertirnos, mi cansancio no será problema alguno.– ella vuelve a tomar mi mano, y seguimos caminando.
No quería traer el tema a colación, pero siento la necesidad de hablar. Y se que con Wendy es algo que ya estoy más que acostumbrado a hacer. Así como se que me comprenderá y podrá aconsejarme.
–Hoy mi madre me ha llamado–digo rompiendo el silencio. Ella por su parte solo me observa.
–¿Has atendido?–Su mirada está dirigida hacia el frente
–No–respondo. Y Wendy vuelve a observarme. Pero no es una mirada juzgadora o de lástima. Simplemente es... una mirada normal.
–¿Te arrepientes?
–¿De no haber atendido?–ella asiente– Si te soy sincero, no, no me arrepiento. Se que ha llamado con la intención de convencerme de que vuelva. Se que me dirá que ya todo ha vuelto a la normalidad. Que mi padre se arrepiente. Se exactamente todo lo que dirá.
Y... a decir verdad, no quiero volver Wendy. No por el momento.
–Es tu decisión. Yo no puedo decirte que es lo que debes hacer. Tan solo diré que, hagas lo que hagas, siempre pregúntate si eres feliz haciéndolo.
Si crees correcto no volver por un tiempo con tus padres, está bien. Así como si consideras que ir nuevamente con ellos es lo que crees correcto, también está bien. Yo te apoyaré en cualquier decisión que tomes.
–Gracias– respondo con una media sonrisa.
Luego de una caminata de quince minutos aproximadamente, llegamos al lugar.
El parque de atracciones es más grande de lo que pensaba. Está repleto de diferentes juegos y puestos de comida. Entre ellos palomitas de maíz, hot-dogs, manzanas acarameladas, entre otros.
El lugar está decorado con varias guirnaldas y luces las cuales por el
momento no pueden apreciarse ya que aún no ha anochecido.
Nos adentramos, y la pequeña corre a toda velocidad hacia uno de los tantos juegos qué hay a nuestro alrededor. Más precisamente hacia la montaña rusa.
–Oh no.–niega Wendy con su cabeza– De ninguna manera me subiré a esa cosa.
Pero Emily no piensa lo mismo. Esta ya se ubica en la fila para subir.
–¿No me digas que le tienes miedo?–digo riendo
–¿Tu has visto la altura de esa cosa? ¿¡Y a la velocidad que va!?– dice casi gritando–Me niego rotundamente a subir...
Pero las súplicas por parte de Emily, y mi estrategia de convencimiento hicieron que la castaña no tuviera otra opción que subirse a la montaña rusa.
Es así que luego de diez minutos, los tres nos encontramos sentados sobre nuestros respectivos asientos, para que, en pocos segundos comencemos a elevarnos.
Los asientos son de a tres, por lo tanto Emily se encuentra sentada entre nosotros dos.
Su rostro destila emoción, exaltación, diversión, y todas aquellas sensaciones que identifiquen a una persona feliz, tal y como lo está la pequeña en estos momentos.
No puedo decir lo mismo de Wendy.
El vagón en el que nos encontramos comienza a moverse muy lentamente hacia la cima del carril.
Cuando estamos a una altura considerable, una altura que nos permite observar todo Jacksonville desde una perspectiva que jamás había visto antes, el vagón se desliza hacia abajo a toda velocidad provocando que nuestros cabellos vuelen por los aires, y que inconscientemente nuestros gritos impregnen el aire.
A mi lado, la pequeña grita con todas sus fuerzas, mientras que su hermana tan solo se mantiene inmóvil, sujetada fuertemente de la barandilla, y con la vista fija hacia delante.
–¡No mires hacia abajo!– grito hacia Wendy
–¡No te oigo!– responde ella– ¡Emily, maldita sea deja de gritar!
–¡Que no mires hacia abajo!– vuelvo a repetir. La pelirroja sigue gritando, por lo tanto debo alzar aún más la voz para que Wendy pueda escucharme.
–¿Por qué?–pregunta ella. Haciendo lo que hace unos segundo pedí que no hiciera.