Por siempre (un cuento oscuro, #0.3)

4

Los pasos de Ròsan la dirigieron a los lugares donde el fae había estado colocando las trampas. La yegua conocía las rutas, las había hecho en más de una ocasión con Eithne a lo largo de los últimos meses. Rhys no variaba apenas la colocación de las redes; no había muchos lugares buenos donde poder atrapar un selkie con cierta seguridad.

Eithne no detuvo a la yegua. Quería salir de la aldea, evitar los comentarios  a sus espaldas y también las miradas. Nuala la interceptó antes de que saliera por el portalón con Ròsan. La había analizado de arriba abajo con una ceja enarcada y una sonrisa tirante en la boca. Eithne aguantó el examen recolocando distraídamente las bridas de Ròsan.

─ ¿Vas de caza, mi niña?

Eithne se había puesto el uniforme completo de cazadora; la ropa ceñida y flexible de color negro le abrazaba el cuerpo como una segunda piel. El traje consistía en una especie de armadura, hecho de placas de cuero duras y flexibles, superpuestas, como una dermis escamosa. A Eithne siempre le había parecido curioso que las cazadoras de feéricos llevasen un atuendo similar al pelaje de un dragón.

─Solo voy a dar una vuelta. Si me encuentro un hada, no quiero que me coja desarmada esta vez.

Montó sobre la yegua con un movimiento fluido. Hacía mucho que había aprendido, por las malas, que no se podía mentir a su tía. Las medias verdades funcionaban mejor

─ ¿Crees que podrás hacerle frente tú sola?

─Soy una sealgair, y una hija del Espino Negro. Si lo encuentro, será eso o yo.

Hacía mucho que no sentía el peso ligero de la espada detrás de ella, sujeta a su espalda con un cinturón que le cruzaba el pecho. No solía usarla a no ser que saliera a cazar en grupo, pero esa mañana, después de vestirse y trenzarse el pelo, sus manos se habían alargado hacia ella por pura inercia.

Portar aquella espada le hacía sentir muchas cosas. Su grabado de zarzas en la empuñadura y en el centro de la hoja le recordaba el clan al que pertenecía, la nobleza de este, y le evocaba el sentimiento de que, en el fondo, no merecía pertenecer a él. Además, tampoco le permitía olvidar que vivía en un mundo en el que la necesitaba y que llevaba una vida de violencia continua que la requería.

Una masa de agua pacífica se extendió ante su vista, rodeada por pequeñas colinas coloreadas de verde, con salpicaduras de diferentes tonos. El cielo se reflejaba en la superficie del lago, confiriéndole un color azul grisáceo con un brillo metálico. No era el mismo en el que se había encontrado por primera vez al fae; este se encontraba más al norte. Sus aguas frías eran mejores para hallar selkies. Eithne había liberado siete en los últimos meses.

Antes de que tuviera tiempo a comprobar visualmente el perímetro, sus sentidos le dijeron que allí había un fae. Todos los feéricos emitían un poder que llenaba los sentidos de quienes podían percibirlo. Un aroma que picaba en la nariz y en la garganta, que avivaba un reflejo primitivo en el interior de las sealgair; el instinto de cazada, el deseo de la acción, el movimiento. Con los fae, aquello se multiplicaba. Tierra húmeda y un regusto metálico, acompañado de algo floral y dulzón. Asqueroso y excitante al mismo tiempo.

Eithne lo localizó en los límites de su campo visual, a la izquierda. Tiró con suavidad de las riendas para hacer girar a la yegua y lo encaró.

Rhys la miraba con los brazos cruzados sobre el pecho. Llevaba ropa oscura, como la última vez, pero la chaqueta tenía pinta de ser más dura y resistente, amoldándose a su cuerpo y definiendo lo que protegía debajo, acompañada también de brazales de cuero duro como los que llevaba la joven. A Eithne tampoco se le escapó que portaba una espada detrás de la espalda.

Se recreó internamente con la idea de que ese día fuese tan armado y protegido por ella, aunque no podía saberlo con certeza.

─ ¿No tuviste suficiente la última vez? ─le preguntó sin alterar la postura.

Su tono bravucón hizo que compusiera una mueca de desagrado.

─ ¿Quién ha dicho que haya estado buscándote?

─No he dicho que hayas venido aquí precisamente por . Con lo grande que es Gàidhealtachd ─dijo haciendo un gesto con el brazo abarcando las tierras altas que los rodeaban─ y vienes a un lugar en el que sabes que probablemente te encontrarás feéricos ─él sonrió de lado. Eithne se fijo que le salía un hoyuelo con ese gesto─. Pero me alaga que haya sido por mí.

Eithe resopló y bajó de Ròsan. Le dio un golpe firme en el lomo para indicarle que se fuera. La yegua obedeció sin vacilar y dio media vuelta por donde habían venido. Sabía el camino a casa, pero no se iría todavía; esperaría a que su compañera la llamase.

Eithne desenvainó la espada con un movimiento fluido. La hoja emitió un destello con la tenue luz que se colaba entre las nubes del cielo. Desde donde se encontraba, los ojos de Rhys pudieron ver el diseño de zarcillos decorando la hoja, formando un relieve en la guarda. Eithne lo supo por el movimiento de sus ojos a lo largo de la espada. El fae no cambió de posición ante aquel gesto.

Eithe esperó con todos los músculos de su cuerpo cargados de tensión a que el fae hiciera algún gesto que indicase que la atacaría o que tenía intención de defenderse ante el ataque inminente. Pero nada de eso ocurrió. Rhys se quedó mirándola.



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En el texto hay: magia, faes, romance +18

Editado: 25.02.2022

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