Por Sus Alas [sin editar]

14 - El Acertijo.

Dos de abril.

     La profesora de Literatura, Flavia, explica animadamente el concepto de realismo extraño, dándole poca importancia si sus alumnos la escuchan o no:
     —El realismo extraño es una imitación de la realidad donde ocurre un hecho raro, extraño, diferente, que parece romper con las leyes de la lógica, pero que luego existe una explicación racional para, valga la redundancia, explicar estos hechos.
     Mi mente entonces se desvía, dejando de prestar atención a la clase y tomando la definición para descubrir que, hasta ahora, las cosas ocurridas con Emma no pueden ser realismo extraño; sino, ¿cuál sería la explicación lógica? No puedo estar imaginándolo todo, ya que mamá ha podido ver la muñequera que la pelirroja me dio, pero, ¿y si solamente es una pulsera normal?
     Cuestionando mi cordura, descubro tarde que Malena está dentro del aula hablando con Flavia. No logro escuchar su conversación a pesar de encontrarme en la primera fila, pero por sus expresiones no parece ser algo grave. Entonces la de cabello rizado le da las gracias y se marcha hacia la puerta.
     —Hola, Malena —digo, impulsivamente, en voz baja cuando ella pasa frente a mí. Corresponde mi saludo con una sonrisa nerviosa, para luego retirarse velozmente del lugar.
     La clase continúa mientras mis pensamientos siguen lejos, muy lejos, tratando de buscarle el lado lógico a los acontecimientos ocurridos desde la primera aparición de los ojos rosas, como si todo esto fuese una novela que deba analizar para terminar de comprender.

 

     A la tarde, cuando salgo del instituto, mamá se encuentra esperándome dentro del auto. Esto no suele suceder ya que a esta hora está trabajando y debo tomar el autobús, por lo que un mal presentimiento al respecto no tarda en llegar.
     Subo del lado del copiloto y, dejando la mochila a mis pies, me abrocho el cinturón. Ella arranca el auto sin decir nada, por lo que yo soy quien da el primer paso:
     —Mamá, ¿está todo bien?
     Ella suspira pero está conduciendo tensa, tal vez alerta al tráfico inexistente por la calle de pedregullo que estamos transitando. Es entonces cuando observo con atención el paisaje de pinos, donde cada tanto se puede visualizar entre el follaje las casas hechas de chapa y cemento, o algún perro correr unos cuantos metros ladrando los neumáticos del automóvil.
     —¿Nos haremos responsables de la casa? —pregunto antes de rendirme. Mamá exhala con fuerza.
     —Tenemos que hacerlo, cariño. Eso quería tu abuelo, ¿no? —por primera vez en todo el camino me mira unos instantes. Sus ojos destellan toda la tristeza que le genera volver al lugar, sin embargo yo no puedo ayudarla en nada más que ser su apoyo para seguir adelante.
     El resto del camino es igual de silencioso, no me atreví siquiera a encender la radio para despejar un poco la tensión entre los dos.
     Al bajar del automóvil, estacionado nuevamente detrás del viejo Fiat uno sin usar, nos acercamos a la puerta para abrirla. Las manos de mamá son temblorosas al intentar encajar la llave en la cerradura, por lo que decido ayudarla no sin darle antes una ojeada rápida a nuestro alrededor.
     Ella se desploma en las escaleras apenas nos encontramos en la entrada. Y se larga a llorar.
     —Mamá... —suspiro, indeciso por la selección correcta de palabras para tranquilizarla.
     —L-lo siento, ca-cariño —llego a entender entre sollozos.
     Decido entonces acompañarla a subir las escaleras para después dirigirnos a una de las habitaciones de invitados. Veo que se acuesta allí con los tacones puestos, pero no se lo comento... al menos no por esta vez.
     —Por favor, quédate hasta que me duerma.
     Entonces me quedo allí, sentado en el suelo a su lado, para poder cumplir con mi palabra. No tarda mucho en conciliar el sueño, supongo yo por el cansancio que tiene acumulado desde la muerte de mi abuelo.
     Me retiro de la habitación en silencio y luego me dirijo hacia la cocina; al parecer yo tendré que hacer la cena esta noche.

Tres de abril.

     Otra vez nos encontramos con Emma en nuestra base de entrenamiento. Su rostro en este momento expresa tantas emociones a la vez, que no estoy siquiera seguro de distinguirlas todas.
     —Entonces de verdad tenemos que ponernos las pilas con el acertijo, pero a la vez tenemos que entrenar... ¿¡Por qué a mí, universo!? —exclama la chica mirando un punto cualquiera en el techo, como si fuese a recibir algún tipo de respuesta—. ¿Querés ir haciendo uno y otro? Nos vamos turnando, así agilizamos las cosas y hacemos todo hoy.
     —¿Pero por qué quieres hacer todo hoy? Aún hay tiem...
     —¡Ese es el problema, Jev! —me interrumpe Emma a punto de entrar en una especie de crisis—, ¡no tenemos tiempo! ¡Katarina puede atacar en cualquier momento y nosotros, aunque no lo parezca, necesitamos estar preparados para LO QUE SEA! ¿Entendés? —Asiento un poco asustado de su reacción. Acto seguido, comenzamos con nuestra división de tareas: ella se encarga del acertijo y yo de entrenar, luego cambiamos de lugar.



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En el texto hay: misterio y accion, multiverso, amistad y humor

Editado: 02.04.2020

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