Porque eres perfecta

Capítulo VI: vivir una dulce mentira

Ayer no pude pegar un ojo en toda la noche, mi mente no dejaba de darle vueltas a los acontecimientos del día, especialmente la parte que involucra una proposición.

Esta mañana por suerte, no se volvió a tocar el tema, de hecho, el director actúa de lo más normal.

—¿Qué hace eso aquí? —preguntó el director mientras firmaba unos documentos en su escritorio.

Miré en dirección a mi hermano, él estaba acostado en el sofá mientras miraba algo en su teléfono. Solo llevábamos unos minutos desdé la hora de entrada y ya se encuentra en un estado de aburrimiento total.

—Lo suspendieron —respondí, creí que era obvio.

—Eso ya lo sé, a lo que me refiero es ¿Por qué esta en mi oficina? —insistió.

—Porque esta semana será la de “lleva a tu hermano al trabajo” y casualmente esta también es mi oficina —expliqué con una sonrisa inocente.

—No es un niño —señaló.

—No, pero si está castigado —aclaré.

—De acuerdo, dejaré de hablar antes de que reciba un castigo también —bromeó, seguramente pensando en nuestra conversación interrumpida por el profesor.

«Que listo» pensé, al menos sabe cuándo detenerse.

—Señor sé que usted pretendía esperar un poco más, pero creo que lo mejor sería colocar el anuncio sobre la vacante —comenté.

—¿Estas pidiendo permiso o avisando que lo pondrás? —inquirió con su característica ceja levantada.

—Lo segundo —respondí.

—Te has estado tomando atribuciones que no te corresponden —acusó con voz más grave de lo normal.

—Si no le gusta, despídame —dije de forma infantil.

—Muy graciosa, Belmont —respondió con cara sería, no parece haber disfrutado de mi broma.

Como dije, subí el anuncio de la vacante al puesto como asistente ejecutivo y a pocos minutos, ya tenía decenas de solicitantes.

—Señor, el joven Valentino desea verlo —anunció Ophelia por el intercomunicador.

—Dile que pasé —ordenó.

La puerta se abrió dando paso a una versión más joven y enérgica del director.

—¡Hola, mis florecitas! —gritó apenas entró a la oficina.

«He perdido la cuenta de la cantidad de extravagantes personajes que entraron por esa puerta en un corto periodo de tiempo» pensé, mientras ponía mi mejor sonrisa.

—Buenos días, Valentino —saludé extendiendo mi mano—. Bienvenido.

—Gracias, linda, me da gusto ver que sigues aquí —contestó mientras depositaba un beso en el dorso de mi mano.

Después, el joven camino hasta llegar al director, quien se había puesto de pie para saludarlo y se envolvieron en un abrazo.

—Ya extrañaba a mi hermano favorito —declaró el joven.

—Nos vimos anoche —señaló el director.

—Ha sido un tiempo desdé que estuve en la ciudad, quince minutos no son suficientes —replicó, haciendo un puchero.

Valentino Xanthus, es un famoso piloto de carreras profesional. Por lo que, constantemente se encuentra fuera de la ciudad o incluso del país.

Él siempre supo que su pasión era estar detrás de un volante, comenzó su entrenamiento desde temprana edad, por lo que para nadie fue una sorpresa que pronto logrará graduarse en competencias junior y juveniles, ganándose su lugar como una joven promesa.

No se detuvo ahí, ya que siguió avanzado en su carrera al alcanzar circuitos regionales, nacionales e internacionales en pistas más difíciles y con contrincantes más serios. Y de acuerdo con lo que Valentino ha mencionado en entrevistas, su meta es llegar a la competición de stock cars más importante del mundo.

—¡Oh! ¿Pero que tenemos aquí? —soltó Valentino cuando se percató de la presencia de mi hermano—. Si no me equivoco ¿Es uno de los gemelos?

—Así es, él es Enzo —contesté.

Y hasta que lo nombré, mi hermano levantó la vista del celular, dándose cuenta recién de que Valentino estaba en la oficina.

—¡Genial, otro Xanthus! —pronunció mi hermano con sarcasmo, mientras se sentaba.

Valentino se sentó a un lado de Enzo, cruzó las piernas y recargó su brazo en el respaldo del sofá, Invadiendo el espacio personal de mi hermano. Rezaba en mi interior para que Enzo no hiciera una escena.

—Creciste mucho desdé la última vez que te vi —reconoció el joven.

—Jamás te había visto en mi vida —negó Enzo.

—Si tú lo dices niño, por cierto ¿Qué haces aquí? —preguntó Valentino.

—¿De verdad te importa? —inquirió mi hermano levantando una ceja.

—No, pero nunca me pierdo de un buen chisme —contestó divertido.

—Está castigado —dijo el director sin dejar perder la oportunidad.

—¿Por qué? —quiso saber—. ¿Entrar al dormitorio de una chica mientras sus padres duermen? ¿Fumar en los pasillos de la escuela? ¿Faltar a clases para ir a una fiesta de camisetas mojadas?

—Una pelea —intervine antes de que siguiera con la lista.

—Oh —soltó desilusionado.

—Que terminó en la estación de policía —agregué.

—Ok, eso te suma puntos —continúo con su medidor imaginario de acciones malas.

Enzo solo giró los ojos en respuesta, hasta él creía que eso fue inmaduro.

—Por mucho que adore tener una celebridad en mi oficina —comentó sarcástico el director—. Estoy ocupado.

—Entiendo, sólo vine a invitar los a comer —anunció el joven con una encantadora sonrisa.

—¿Si sabes que llegaste como tres horas antes? —cuestionó el director, viendo la hora en su reloj.

—Luci tu hermanito solo quiero compartir una comida contigo, que importa la hora —respondió, fingiendo una voz tierna.

—Importa, porque a diferencia de ti, yo sí tengo trabajo —replicó el director.

—Sabes que estoy tomando un descanso, para poder pasar tiempo con mi familia —dijo su hermano con tristeza.

«No puede decirle que no» pensé, el director jamás le dice un no a su consentido hermano menor.

—Está bien —aceptó, haciendo que el joven sonriera complacido.

—¿Que dices tú, Lía? —preguntó, refiriéndose a la comida.

—Me encantaría, pero tengo mucho trabajo, vayan ustedes, seguramente tienen mucho de qué hablar —contesté—. Enzo y yo cuidaremos el fuerte.




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