Cinco años después…
—Lua —escuché gritar a la abuela— Aku necesita ayuda con el carbón
—Enseguida voy —guarde la pequeña caja en mi bolsillo y salí al jardín— Ha llegado tu príncipe azul a salvarte bella princesa —le susurre al oído a la pequeña rubia cuando estuve detrás
—No seas tonto y ayudame con esto —se alejó fingiendo indiferencia, pero sus mejillas sonrojadas provocaban que sonriera cada que la molestaba— Ya deja de mirarme y prende la parrilla
—Bien lo haré
Encendí la parrilla obedeciendo y comencé a asar las carnes para la parrillada familiar que había organizado, lo que estaba viviendo era asombroso; Salome preparaba sangría, lo hacía siempre que tenía oportunidad "la sangría queda bien con todo" ese era su lema; la abuela había adobado la carne que ahora yo preparaba, definitivamente su sazón era la más deliciosa que podría existir en el planeta, amaba su cocina y aunque no tuve la mejor infancia, ella siempre fue mi lugar seguro por muchos años; Aku estaba hermosa tomando el sol en una silla de playa que pusimos en el patio, su cabello rubio brillaba con el sol como oro puro; y por último, Yume, una gata de color negro bastante perezosa, era la preferida de Aku siempre dormían juntas en el sillón, aunque realmente yo prefería a Sōzō, nuestra cachorra Husky siberiano de apenas 6 meses de edad, era muy alegre, juguetona y educada, bastante distinta a otros perros de su raza; todas conformaban a mi familia, a quienes amaba por cientos de razones, todo era tan perfecto.
—¿Esta lista la carne? —escuché la voz de la rubia y sentí sus brazos alrededor de mi cintura, un abrazo cálido que me hacía sentir seguro siempre, desde la primera vez que pude abrazarla; extendí mi mano junto a un pedazo de carne para que pudiera comerlo para aprobarlo —¡Está delicioso! Tu abuela cocina demasiado bien
—¿Estás desacreditando mi forma de asar carne? —fingí molestia victimizándome
—No seas dramático —me dio un beso y la tomé por la cintura haciendo el beso más profundo
—Tienes razón, esta delicioso —Hablo sobre sus labios
—Pero que linda pareja —mi tía se hace presente sorprendiéndonos a ambos, haciendo que Aku se apartara de mí. Era muy cariñosa cuando estábamos solos no le gustaba que el resto de personas vieran lo tierna que podía llegar a ser cuando quería a alguien y por alguna razón, yo adoraba eso de mi pequeña de ojos azules.
La comida transcurre con normalidad, conversamos y bebimos un poco. Cuando ya todos habíamos terminado, junto a Aku tendimos un mantel para camping en el suelo, el atardecer mostraba como el día empezaba su final mientras la silenciosa noche hacia su gran aparición, las estrellas aparecieron en el cielo, la luz de la luna alumbraba el lugar y me permitía ver el rostro de mi amada, tan hermoso como la vez que me di cuenta que me había enamorado, aquella noche que escapé de mi casa y dormimos juntos aquella primera ocasión, en su departamento cuando apenas teníamos 16 y 15 años. El ambiente era propicio para hacer lo que había planeado hace ya bastante tiempo.
—¿Qué me ves? —suelto una pequeña risa ante sus palabras, ser romántica no era lo suyo.
—Te amo Aku —veo su rostro sonrojarse. Es hermosa, ningún cielo estrellado podría compararse con lo bella que se ve —Por eso quiero que me permitas...—saco la pequeña caja que traía en bolsillo, abriéndola y haciendo que el diamante de aquel anillo sea iluminado por la luna haciéndolo brillar —...ser parte de tu vida, por lo que queda de nuestro amor.
Su rostro se nubla, su expresión cambia, sus ojos ya no brillan cuando me mira, sus labios ya no sonríen, sus mejillas han perdido su color carmesí de hace pocos minutos, ¿me odia? No lo sé, pero eso muestra su expresión. Se pone de pie manteniendo la mirada en mí, yo no puedo moverme, el cuerpo no me responde, pesa tanto como si estuviera pegado al suelo con el pegamento más fuerte del mundo.
—¿En serio pensaste que me casaría con un ser tan miserable? —su voz ya no es dulce, transmite odio, la confusión invade mi mente.
—¿Q-que? —intento hablar ante la intriga, mi pecho comienza doler mientras mi respiración se agita, me está faltando el aire.
—Que todos te abandonen está en tu destino, tú no eres importante en la vida de nadie —aparto la mirada de Aku cuando escucho a Salomé mientras se acerca para colocarse junto a ella.
—N-no, yo —las lágrimas caen de mis ojos sin darme cuenta, ¿Por qué están diciendo eso? ¿Qué hice mal?
—Eres solo un pequeño llorón mal agradecido que no sabe apreciar las oportunidades de la vida y solo ha logrado ser un estorbo en la nuestra —Lucía se detiene al otro lado de Aku, las tres con la misma expresión, sin sentimiento, como si me estuvieran juzgando, por estar ahí
—Abuela —caigo nuevamente al suelo en un intento por ponerme de pie. Quiero correr alejarme lo más rápido posible de este jardín que ahora es frío y oscuro, nada acogedor como hace minutos.
—Eres inútil, reemplazable; existen cientos hasta miles de personas mejores que tú, por eso, eres patético, nada especial; tu existencia no marca ninguna diferencia en este mundo —Halia, quien aparece junto a Suvan, agarrados de la mano, con una sonrisa malvada, como si estuvieran burlándose de mí.
Mis palabras no salen, mi garganta duele en un intento inútil de sostener mi tristeza y dolor, las lágrimas brotan por mis mejillas, mi cuerpo duele, me recuesto en el suelo, abrazando mis piernas como un niño asustado, intentando no escucharlos, hasta que, de mi pecho, una sombra cubre mi cuerpo, todo es oscuro, ningún sonido cerca, estoy solo, pero una voz rompe el silencio susurrando en mi oído —Despierta
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Editado: 29.05.2024