Martes... La luz del sol empieza a hacerse paso por el ventanal de la habitación, camino hacia el para poder observar el amanecer. El sol sale por detrás de las montañas iluminando el gran bosque que hay frente a mi. Es hermoso. La naturaleza siempre lo es, pero toda belleza siempre tiene un lado oscuro.
Miró el reloj de muñeca que me ha regalado Kant, son las 5:30 de la mañana, no he podido dormir ni un poco desde anoche que salimos del hospital. Cojo ropa del armario y me visto; pantalones de mezclilla gris anchos, camiseta lila, una chaqueta negra y zapatos negros deportivos; listo para salir. He dejado el coche en otro país así que me acomodo en la bicicleta para viajar hasta el hospital para intercambiar lugares con Kiran quien ha quedado cuidando de Nori toda la noche. Miró la hora 6:30. Estoy fuera del edificio central dejando encadenada la bicicleta en el parqueadero. Las ganas de salir corriendo hasta la habitación 604 en donde está la pequeña me inundan pero me contengo al pasar por el vestíbulo. Entrego mis papeles en recepción y subo por el ascensor. El pasar de los números en la pantalla se me hace cada vez más lento. 3, 4, 5. Al llegar al sexto piso camino por el pasillo lleno de puertas, no tengo que buscarla, es la segunda puerta a mano izquierda. La misma habitación en donde estaba Lucía hace tiempo, en donde ella murió 4 meses después de que la internaran.
—Lua, bienvenido —Asiento con la cabeza y Kiran se pone de pie—. vamos a comer algo, ella sigue durmiendo.
Salimos de la habitación después de darle un corto beso sobre la frente. Kiran luce cansado, tiene ojeras y algunas arrugas se marcan en sus ojos y frente. Caminamos hasta el comedor del hospital en silencio. Pedimos fruta para el desayuno y nos sentamos en una de las mesas cerca de la ventana que da al jardín del hospital. La imagen de Nori jugando en la fuente de agua hace años llega a mi cabeza y sonrío.
— Ella está estable —Volteó al escuchar la voz de Kiran—. Su salud está empeorando pero ella aún sonríe como el día en que nació. —Sonríe y baja la mirada hacia el pequeño tazón de fruta con crema que está en la mesa, da vueltas a una pequeña fresa con el tenedor y al final ambos terminamos comiendo en silencio.
Me gustaría poder alentarlo, decirle que estará bien como la primera vez que ingresó al hospital, pero no puedo, ambos sabemos que ella no podrá volver a salir. Que cualquier palabra de aliento que le dé será solo una mentira. Ella morirá y ni él ni yo, ni nadie podrá hacer algo para evitarlo.
— ¿Te arrepientes? —Las palabras salen de mi boca sin sentido alguno.
— ¿Sobre que? —Mi mirada está sobre la mezcla de frutas y crema que he hecho al darle tantas vueltas.
— Por el trato que le has dado cuando estás hasta arriba con el alcohol —No puedo verlo, pero siento su mirada encima de mi—. Por cada vez que la hiciste llorar.
— Fui un pésimo padre, con ambos. Me arrepiento cada día de mi vida por haberles dado el trato que les dí. —Escucho arrepentimiento en su voz pero una parte de mi se niega a creerle.
— Y ¿Por qué lo seguías haciendo? ¿Porque bebías sin control en vez de disfrutar con ella durante ese tiempo? —reclamo levantando la cabeza para enfrentarlo.
— No lo sé, me sentía impotente cada vez que pensaba en ella y en muchas otras cosas que han pasado y el alcohol me ayuda a desahogarme de eso por un momento. —Intenta justificarse agachando la mirada, lo lamenta, eso es claro.
— Pero aún sabiendo lo que le pasa seguiste causándole daño —Me levanto con el tazón de fruta sobre mi mano y agarro mi mochila para subirme al hombro—. Talvez después de esto te des cuenta que el castigo por lo que has hecho es recordar, y ni todo el alcohol o el dinero del mundo te la van a devolver.
Me marcho hasta la habitación de Nori, ella ha despertado y me recibe con una gran sonrisa. El resto del día no es nada fuera de lo común. Suván llega por la tarde y jugamos los tres en la tablet que he traído para que pueda distraerse un rato. El reloj de muñeca marca las ocho de la noche cuando ella cae rendida por el sueño. Catalina se quedará esta noche y por mucho que queramos acompañarla la enfermera no nos permite acompañarla.
Miércoles...
Siento que mi cabeza va a estallar cuando despierto. Son las cuatro de la mañana, todo está oscuro cuando bajo hacia la cocina por un vaso de agua. Un bulto sobre el sillón llama mi atención, enciendo la luz, veo a Kiran recostado de lado sobre el sofá más grande de la sala. En la pequeña mesa central hay una botella de whisky y un vaso con agua, seguramente hielos que ya se han derretido, la botella continua cerrada con el papel que cubre la tapa No ha bebido. Siento una pequeña sonrisa que se dibuja en mi rostro y lo cubro con una manta. Trago dos pastillas para el dolor de cabeza y subo nuevamente a mi habitación volviéndome a dormir.
Son las nueve de la mañana cuando vuelvo a despertar por culpa de la canción de llamada que suena a mi lado. 《SAM》 Se lee sobre la pantalla antes de contestar.
— ¿Bueno? —Siento mi voz algo ronca al hablar
— ¿Acabas de despertar? Creo que me equivoqué con la diferencia horaria, lo siento. —La voz tranquila de Sam suena disculpándose desde el otro lado
— No hay problema, ¿Qué sucede? —pregunto confundido intentando ocultar un bostezo.
— Solo llamaba para saber ¿como estás? —Su pregunta me sorprende pues nunca me llama y menos para algo tan irrelevante.
— ¿A que viene eso? —digo levantando las cejas.
— Me he enterado del estado de Yui. Papá lo ha mencionado en la reunión de socios de hoy. —aclara—. Sé que no te gusta contar tus problemas pero justo hoy hemos estado completos para los informes mensuales.
Suelto un suspiro de molestia al escuchar lo último que ha dicho. Aunque al menos me he librado de dar explicaciones cuando regresé a casa. Cuando vuelva ya no tendré nada que hacer, será como la primera vez que fui a parar a esa ciudad, aunque quizá Kiran me pida que lo ayude a ponerse al día, pero no sé si podré hacerlo.
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Editado: 29.05.2024