Porque tú lo querías así

⟡ Capítulo 28 - Despedidas ⟡

Salgo del instituto percatándome del deportivo negro a la salida, Salome está con la espalda arrimada en el mientras sostiene un cigarrillo en una mano y su celular en la otra. Me acerco y como si sintiera mi presencia levanta la cabeza cuando estoy a pocos metros. Un sentimiento de alegría brota en mi pecho, quiero correr, abrazarla, decirle que la extrañe por tantos años, que la perdono por dejarme, no quiero que se vuelva a ir de mi vida. Pero sé que sería extraño para ella y no serviría de nada más que para ser motivo de burla por su parte.

— Sube niño —ordena apagando el cigarrillo. Obedezco sentándome del lado del copiloto, pongo mi mochila en el asiento trasero y abrocho el cinturón de seguridad. La veo subir tras rodear el auto— Es bueno verte de nuevo

— Si que lo es —Noto una expresión de confusión en su rostro antes de arrancar el auto–. ¿Cómo estuvo tu viaje? —cuestiono y ella relaja su rostro volviendo a ser la misma mujer inexpresiva de siempre.

Salome habla durante todo el viaje, me reconforta sentir que nada a cambiado, que aunque para ella han pasado meses para mí han sido años en los que nunca tuve esto, sus anécdotas, sus vivencias, las emociones que muestra cada vez que narra uno de sus viajes. Ella ama viajar y a mi me encanta escucharla, de la misma forma en que ella me escucha cada vez que le cuentaba sobre un nuevo libro.

— Lua –Separo mi mirada del paisaje y la miro. Gira sobre el parqueadero de mi casa y se detiene– En muchas ocasiones tendrás que afrontar las cosas solo.

— Pero siempre me tendrás dándote una mano para levantarte —termino su frase. Es algo que lleva diciéndome desde que soy pequeño, le gusta que sepa que está para mí en todo momento. Sonreímos al mismo tiempo y suelto el cinturón de mi lado, pero ella no lo hace.

— Hay cosas que debo hacer —Enciende nuevamente el auto y agrega—. Salúdalas de mi parte —Bajo del auto sin entender porque uso el plural en su última frase. Veo el auto negro marcharse y entro a la casa.

— Lua, bienvenido, estamos en la cocina —el plural nuevamente.

— Ahora bajo —Dejo mi mochila y las bolsas que me ha entregado Salome encima de la cama. Abro el armario para vestirme y todo se vuelve familiar, el color negro abunda dentro en cada pieza de tela. No recuerdo haber vestido así a esta edad, lo paso por alto y me pongo algo cómodo. Bajo hasta la cocina pero no hay nadie, salgo hasta la sala y me detengo en seco al ver un pequeño abrigo de felpa sobre el sofá.

— Estamos aqui —La voz suena en un eco que no me permite distinguir de dónde ha llegado el sonido, camino hacia la entrada y una fuerte presión llega a mi pecho. Lucia lleva una blusa de color blanco, zapatos negros y un pantalón a juego con la blusa y a su lado, confirmándome que todo esto ha sido mentira, Nori, lleva puesto un vestido de color lila pastel, tiene aproximadamente seis o siete años, la misma edad que tenía cuando la conocí

— Nos tenemos que ir —pronuncia la pequeña con su sonrisa característica en el rostro

—Prometo cuidarla —le sigue Lucia.

—*No, no, no, a ella no —*Intento hablar pero mi cuerpo permanece inmóvil viendo la escena frente a mi, Nori abre la puerta permitiendo el ingreso a una luz blanca muy fuerte—. No lo hagas, no cruces —Quiero gritar pero nada sale de mi garganta—. No me dejes. —Está por cruzar cuando voltea a verme, ya no es pequeña, tiene la misma edad de hace unas horas, se acerca a mi y me abraza.

— Solo sigue viviendo —Siento mis mejillas humedecerse mientras ella sigue marchándose, cruza la entrada y cierra la puerta—. Nori, vuelve

♡♡♡

—¡NORI! — Despierto de golpe, mi pijama está empapada en sudor y siento mi corazón latir a gran velocidad, observo mi alrededor, estoy de vuelta en mi vida normal, sentado en medio de la gran cama con la colcha azul marino que me cubre aunque a la escasa luz de la madrugada aparenta ser negro, la lámpara de Luna que he traído conmigo está encendida y me alteró nuevamente Nori.

Salgo de la cama cuidando de no caerme y abro la puerta al mismo tiempo que del cuarto matrimonial salen Catalina junto a Kiran, nuestras miradas chocan y escucho una tercera puerta abrirse de golpe, Suvan.

Me acerco a la perilla plateada del cuarto de enfrente, siento el sudor frío correr por mi espalda, tengo miedo de abrirla porque la angustia que llevaba sintiendo en mi pecho, desaparece cuando la voz dentro de mi advierte.

Ya es tarde, Lua. Ella se a despedido de todos.

︶꒦꒷♡꒷꒦︶

3 años atrás...

— ¿Mamá no te agrada? —pregunta la pequeña mientras juega con sus muñecas de plástico. Levanto la mirada del libro viéndola sobre mi cama con las piernas entrelazadas con la mirada fija en mi.

— ¿A qué viene la pregunta? —cuestiono con curiosidad.

— Nunca hablas con ella —Vuelve su mirada hacia las muñeca sobre la cama—. Ni siquiera la llamas mamá.

Dejo el libro sobre el escritorio y me siento a su lado—. Nori —Intento buscar las palabras adecuadas y cuando ella vuelve a mirarme agrego—. Los lazos de sangre no tienen porqué otorgarle títulos a las personas.

— ¿Cómo? —Me mira confundida

— Algún día lo entenderás, pequeña —Despeino su cabello con una sonrisa.

— Deja de hacer eso —reclama apartando mi mano de su cabeza

— ¿Por qué? Es divertido —Me mira molesta y yo rio de forma leve, sus orejas están rojas y su ceño fruncido—. ¿Quieres helado?

Ella vuelve a sonreír y asiente bajándose de la cama. Subimos al auto y llegamos al centro comercial.

— Lua —Levanto la cabeza de mi copa de helado dándole mi atención—. ¿Por qué no viviste antes con nosotros?

— Hoy estás con mucha curiosidad, ¿no? —Sonríe sin agregar ninguna palabra, algo que hace cuando quiere una respuesta, sabe que si responde encontraré la manera de desviar el tema por eso se niega a hacerlo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.