—¡Florián! —Elvira grita y se tapa la boca para evitar hablar de más.
—¿Qué es lo que estás haciendo? —cuestiono Lucinda.
—Eso es lo que me gustaría preguntarte —la miro serio.
—¿No es obvio? Tratando de salvarte, de salvarlos —alza la voz.
—¿No estas intentando de salvarte tú? —incrimino.
Lucinda se sobresalta sobre su comentario.
—¿De qué estás hablando? —pregunto molesta.
—¿Y si fuera al revés? —pregunto.
—¿De qué hablas? —lo mira confundida.
—Si. Intercambiar lugares, que nosotros fuéramos ellos y que ellos fueran nosotros —explico—. ¿Nos matarías así sin más? ¿Es cuestión de personas o de acciones, Lucy?
—¡Es distinto! Ustedes son distintos —se exalta.
—¿Distintos cómo? —alzo la voz.
Lucinda se sorprende por su tono y se debilita un poco.
—Si yo nunca hubiera sabido quien eras, y que eras mi hermana... Te habría asesinado ese mismo día en que te conocí —confeso.
—Florián —Clelia lo miro incrédula.
—No, eso no es cierto —Lucinda lo mira aterrorizada.
—Eso mismo que sientes, ¡es lo que está sintiendo Coraline ahora! ¡Ella es tu sangre! Es como nosotros. Ella paso su vida entera tratando de encontrarte, ¡y así se lo pagas!
—¡Yo no la conozco! ¡No puedo empatizar por alguien que no conozco! —justifico.
—Dale la oportunidad. Nosotros compartimos el mismo padre, un padre maldito y desgraciado que solo nos trae problemas —comento con disgusto—. Pero con ellos compartes una madre, algo que nosotros también perdimos por culpa de ese desgraciado—aprieta los puños.
—Si no te apartas ahora, no podría responder —lagrimas caen por sus ojos.
—¿Serias capaz de dañar a tu propio hermano a pesar de eso, Lucy? —cuestiono Elvira molesta.
Lucinda la mira sorprendida.
—Puede que Florián no sea el chico más brillante y mucho menos que piense antes de actuar. Siempre pone a los demás por encima de él, como lo está haciendo ahora —aprieta sus puños—. ¡Pero no está del todo equivocado! —grito.
Lucinda se sobresalta y bufa.
—Antes… —Clelia comienza a hablar tímidamente—. Antes yo tenía miedo. Temía que persona eras y que daño le causarías a mi familia —piensa un poco su respuesta—. Si matarte significaba que ellos estuvieran a salvo, no lo hubiera dudado ni un segundo —confiesa.
—Clelia… —Agur la miro sorprendido.
—Por eso mismo… Sé cómo te sientes, pero… Si tú ya sabias de primera instancia que ella era tu hermana… Sangre de tu sangre y de todo lo que tuvo que pasar… ¿Por qué no te pones en su lugar por un segundo y sientes su propio dolor? —lagrimas salen de sus ojos.
Lucinda respiro hondo y controlo sus ganas de llorar.
—Definitivamente, no me dejan opción —alza su varita y su libro a hojearse.
Sin poder preverlo, Agur se lanza sobre ella con una espada rodeada de energía de rayo.
—¿¡Agur!? —coloca su varita para evitar el golpe.
—No es nada personal. Es tu vida y son tus decisiones, sin embargo… Nos están involucrando de alguna u otra manera. Por eso… —aprieta aquella espada—. Debo detenerte antes de que hagas una estupidez ¡Electrocute!
Agur invoco su magia y a través de su espada, una corriente de rayo fue hacia Lucinda, aturdiéndola y dejándola sin fuerzas en el suelo.
—¡Lucy! —Coraline gatea hacia ella, pero su cuerpo estaba tan cansado que se queda tumbada en el suelo antes de llegar—. Yo... —Coraline comenzó a hablar—. Yo soy su hermana, es mi hermana. Sólo yo la merezco…
Mike y Jasón se acercaron a ella y la sujetaron.
—Ella no solo es tu hermana. También... Es nuestra hermana —Florián se acerca a Coraline y le sonríe.
Coraline se quebró y con lágrimas en los ojos vuelve a hablar.
—No... No es cierto. Ella es mi hermana, yo la vi crecer, yo la cuidé —gimió entre lágrimas—. Yo solo quiero a mi hermana de vuelta —cubre su cara con ambas manos—. Si ella está aquí, sé que puedo hacer las cosas bien. No la quiero compartir —confeso.
—Bueno... Eso no depende de ti —comento Florián.
—¿No? —pregunto ingenua.
—No. Ya no es la misma niña que cuidaste en el pasado —se agacha a su altura—. Y tú tampoco eres la que ella recuerda —mira a Lucinda—. Deben de comenzar de nuevo.
—¿C—Cómo antes? —miro a Lucinda confundida.
Lucinda gira su mirada hacia ella, logrando ver lo rota e inestable que se encuentra, igual que ella.
—Él tiene razón —apoyo Mike.
—Estamos seguros de que podemos volver a ser una familia si nos comprometemos —alentó Jasón.
—Chicos —sonríe agradecida—. Lo siento, lo siento tanto —los abraza—. Quizás... Quizás yo no deba gobernar —sugirió.
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Editado: 03.10.2023