Una de las enfermeras guías me entrega una caja con acuarelas y pinceles. Me indica que me siente en un banquito a un lado en el salón, para que sea mi estación de pinta caritas.
Al tomar asiento, y sostener los pinceles sobre mis dedos, un escalofrío recorre mi cuerpo y trato de disimular mi reacción, cuando una fila de niños se empieza hacer frente a mi.
El salón está repleto de pacientes de oncología infantil, y algunos tienen el aura vivaz de cualquier niño, mientras otros están desanimados, decaídos. Ver el entorno, te hace creer que es un ambiente lleno de felicidad y espíritu navideño pero, la verdad es que, hay mucha melancolía y no es para menos. Estos niños están pasando por la peor de las enfermedades, y no me imagino lo que es estar en sus zapatos.
Charlie tenía razón, lo menos que podemos hacer es brindarles, aunque sea unas horas de distracción.
La primera niña llega y se sienta en otro banquito para que la pinta. A pesar de el pequeño lapso tormentoso, me gusta esta asignación porque tengo las habilidades básicas. Eso compensa el hecho de que, me sienta incómoda por los niños porque como he dicho en otras ocasiones, no me gustan los niños.
—Quiero una mariposa.
Pide la niña con voz baja. La comienzo a dibujar y en un momento me estreso porque no se queda quieta, respiro profundo y me recuerdo porque hago esto.
—Tú cabello es muy lindo. —dice de repente y admito que me quedo en silencio, por el pánico a no saber que contestar. No sé mantener una conversación con un niño.
Niña.
Es lo mismo.
—Lo sé —respondo y luego me doy cuenta de lo que he dicho. La niña me ve con confusión—. Digo… gracias.
Corrijo y sigo pintando en su mejilla una mariposa morada con puntos amarillos.
—Mi cabello antes era muy lindo, pero ahora... —se queda callada y dirijo mi vista hacia su cabeza.
Tiene una pañoleta envuelta y doy a suponer que debido a las quimioterapias, ya no tiene cabello. Aclaro mi garganta y la miro fijamente mientras pienso en que decir.
—Ah… —balbuceo— Tú pañoleta es muy linda. —logro decir.
La niña sonríe y quedo con la duda de si lo hace por ser cortés, o en verdad mi comentario no le molestó.
—Listo.
Anuncio cuando termino de pintar la mariposa. La niña se levanta y le ofrezco un pequeño espejo que tengo a la mano. Ella lo toma y ve su reflejo en este.
—¡Está muy hermosa! Gracias.
—De nada.
Me devuelve el espejo y se va. Más niños y más niños, se van acercando.
Pareciera que se multiplicarán.
—Eres la sensación de las pintas caritas.
Ryan llega hasta mí colocándose en cuclillas para quedar a mi altura. Lo observo de reojo y no dejo pintar la mejilla de el niño, que me ha pedido la máscara del hombre araña.
No había visto a ninguno de mis amigos desde que empezamos con la actividad y, a decir verdad, los evadí mientras me calmaba. Mi temperamento es muy, pero muy volátil.
—¿Aún molesta?
—Estoy ocupada, Ryan. —murmuro entre dientes.
—Solo es una pregunta de selección simple.
Intenta hacerme reír, pero solo ruedo mis ojos. Termino con el niño y otro más viene.
—Llegaron muy tarde, y con Noah. —limpio los pinceles.
—Aliyah. ¿Segura solo está molesta por eso?
Se levanta, y deja sus manos en su cintura. No lo veo, clavo mi vista en los potes de pintura y pienso que decir. Tras sale vuelta, opto por lo de siempre:
Una verdad a medias.
—No dormí bien.
—Si, eso lo deduje por tu mal humor y cara de cansancio —señala su propio rostro, y subo mi vista—. ¿Pero por qué?
—Son… estos sueños con Thomas —miro al niño, que mueve sus pies con impaciencia—. Pero eso es una conversación para después.
—De acuerdo, seguiré con lo mío. Si me necesitas, estaré dándole jugo a los niños.
—Vale. —asiento con la cabeza.
—Ah... la parejita está haciendo juegos con los niños, y Sabrina esta siendo de asistente de un mago, que no parece saber que es lo que hace.
Sonrío un poco al ver la cara de frustración de nuestra pelirroja favorita. Ryan se va, y también sigo con lo mío.
Hay unos niños que tienen muy claro lo que quieren y otros que simplemente dejan que dibuje lo que me plazca. Para mí fortuna, todos han sido niños tranquilos y para nada berrinchudos.
Me volteo por un momento para lavar los pinceles en un pequeño frasco con agua que tengo a mi lado, y al voltear me llevo una pequeña sorpresa.
—Hola. —forma una sonrisa ladina y pequeños hoyuelos aparecen en sus mejillas.
El chico sexy sin nombre, tiene un nombre atractivo: hoyuelos.
Maldición.
—Hey... —presiono mis labios y miro alrededor—. Ahí van los niños.
Señalo lo obvio y entonces suelta una mínima risa que provoca miles de cosas en mi interior. Aprieto sin pensar el pincel en mi mano.
—No hay niños haciendo a fila así que... —rueda su silla más hacia delante y me tenso— es mi turno.
Me fijo que detrás él, puedo ver perfectamente a Chloe y está me ve a mi. No disimula en lo absoluto, y me comienza a hacer señas desde lejos. Entiendo que pregunta por quien está sentado frente a mi, pero yo no respondo a nada.
Aparto los pinceles y frunzo mi ceño. Él ladea su cabeza un poco, y entre cierta sus ojos.
—¿Sigues en este planeta, Aliyah? —eleva una ceja riendo.
Espabilo, y reconecto con la situación.
—Si, es que…
Me quedo callada, cuando inconscientemente mi cabeza empieza a repetir su última oración y al parecer, reconecto mucho más de lo planeado.
A dicho mi nombre. Sabe mi nombre.
Y no solo eso, su voz… la manera en que ha entonado cada letra de mi nombre, no es la primera vez que lo oigo.
¿Qué esta ocurriendo conmigo? ¿Qué esta ocurriendo con él?
—Tu… sabes mi nombre —lo miro atentamente—. Yo nunca te lo dije.
Él es demasiado transparente con su reacción, no se sorprende exageradamente pero tampoco lo oculta. Sus labios se cierran y me da una sonrisa floja, llena de culpabilidad.
—Me atrapaste.
—¿Y entonces?
Y entonces, aparece de nuevo la simpática amiga. Lo mira a él con reproche, y este solo cierra sus ojos con lamento.
—Miller, andando. —ordena abriendo sus brazos, y señalando hacia afuera.
Claramente, pasa a verme y me repasa con indiferencia. Yo la miro categóricamente .
—Luego te busco, y hablamos. —me promete y desaparece. Es tan rápido, que no me da tiempo de decir absolutamente nada.
Cuando pienso que las cosas no pueden ser más raras, la vida me demuestra lo contrario.
Tomo de nuevo los pinceles, y paso de ellos de una mano a otra con una ligera ansiedad. Cierro mis ojos recordando la cara de éste chico, y del de mis sueños; no puede ser cierto. No es lo que estoy pensando, sería una locura.
Es imposible.
O no.
—Hola —me hablan, y abro los ojos. Es la niña de la pañoleta—. Toma, para ti —me extiende una flor amarilla—, porque eres muy hermosa, y te quedaría lindo en tu lindo cabello.
Quedo paralizada y entonces veo de la niña a la flor. Mi mano está suspendida en el aire mientras sostengo el pincel y pienso en que hacer, pero en eso siento a alguien detrás de mí y descansa sus manos en mis hombros. Extiende una de ellas para tomar la flor por mí.
—Gracias lindura, a mi amiga le encantan las flores amarillas. —se trata de Chloe.
—Claro que no, solo me gustan... —me da un pequeño tirón del cabello y me quejo.
—Cállate —exige entre dientes y la niña nos ve confusa—. La flor es perfecta.
—Lo sé —sonríe y alzo mis cejas—. Adiós.
—Adiós. —decimos al unísono, pero con ánimos totalmente distintos.
Chloe me rodea y me se coloca al frente.
—¿Qué es lo que sucede contigo? ¿Jamás serás empática con los niños?
Me levanto y cruzo mis brazos sobre mi pecho.
—No, y no... —hago como que pienso—. No.
—Que mala.
—Gracias.
Sonríe y enreda la flor en mi oreja, justo debajo de mi cabello.
—Te queda preciosa —dice con dulzura—. Ahora, dime quién era el doctorcito con quién hablabas. —ríe y puntea mi estómago con sus dedos.
Eso me provoca cosquillas, por lo que me aparto y me quejo con una muy pequeña risa. Sabrina llega hasta nosotras y pone sus manos en jarras.
—Supongo que ya no estás molesta, y que están hablando del médico de sonrisa baja bragas que estaba coqueteando con Aliyah. —resume la pelirroja con rapidez.
—Muy bien, paren. —pido.
—Las vi reunidas —ahora aparece Ryan—, así que de que hablamos. ¿Qué de nuevo Aliyah soñó con Thomas o del caza conquistas de bata blanca? —señala hacia la puerta con su pulgar.
—¿Soñaste otra vez con Thomas? —Sabrina me ve interesada.
—¿Qué soñaste? ¿Ya sabes quién es? —sigue Chloe.
—Es extraño que tu cabeza haya creado a una persona con tanto detalle. Deberías dibujarlo, y capaz ahí sepas quién es. —ahora propone Ryan.
—¡Yo le dije eso! —Chloe hala sus manos.
—Eres buena con los retratos —menciona Sabrina—. Es una buena idea, alguna debes haberlo visto y por eso…
—¡Silencio! Me agobian —varios niños pasan a mi lado, y no me ven muy bien que digamos. Me enfoco de nuevo en mis amigos—. Primero, no es un doctorcito, ni un médico, ni tampoco un caza conquistas —los voy señalando—. Es un interno de medicina, creo.
—Eso es lo de menos. —Chloe hace un movimiento de mano restándole importancia.
—Exacto, lo importante es que es muy sexy. Y te estaba coqueteando. —Sabrina sonríe maliciosa.
—Iugh.
Ryan hace un gesto de asco. Ruedo mis ojos, pero Chloe lo golpea del brazo.
—Debilucha. —se burla y la rubia frunce su ceño.
—Lo conocí en la fiesta de Halloween —acoto rascando mi ceja y los tres me ven sumamente sorprendidos—. Luego les cuento bien esto, pero el asunto es que…
A ver. ¿Cómo digo esto sin sonar como una loca?
—¡Que te moja las bragas!
—¡Sabrina! —Ryan y yo la reprendemos de inmediato, y a mí se me suben los colores.
—Estamos en un lugar lleno de niños. —dice Chloe con horror.
—El asunto es —retomo—, que estoy considerando enormemente hacer el bendito retrato.
Los tres me ven sin entender e incluso cruzan miradas. Muy bien, he hecho de esto un revoltijo extraño.
—Este…doctorcito —digo rodando los ojos—. Se me hace extremadamente familiar, y hace un rato ha dicho mi nombre y la forma en que lo dijo, me pareció ya haberlo oído alguna y vez…
—¿Y…? —me instan los tres. Escondo mis manos en los bolsillos de mi pantalón y titubeo un poco más.
—Bueno, puede que él se me parezca a este doctorcito.
***
Todos los niños se divirtieron con todas las actividades que hubo, lo último que hicimos fue llevar a un Santa Claus como sorpresa y todos se emocionaron al verlo. Después de un rato, le entregamos los regalos como buenos ayudantes que somos, y así sucesivamente se fueron yendo a sus habitaciones debido a que ya era tarde, y algunos estaba agotados.
Cuando vi el momento perfecto, me escabullí hasta el pasillo donde está la recepción de oncología y tomé una carpeta con hojas, y un lapicero.
¿Qué si muy ansiosa? Mucho. Y más cuando el tema de rondar una y otra vez en mi mente.
Hace mucho que no dibujo, y menos que hago un retrato pero busco hacerlo lo más rápido posible con los detalles que tengo aún en mi memoria. Hago un enorme esfuerzo para que mi cerebro no tergiverse imágenes, y solo retrate exactamente las facciones de Thomas en mis sueños.
Varios del personal del hospital pasan al frente de mi, y se quedan observando lo hago pero yo no me muevo de la silla de metal.
Cuando ya tengo el rostro plasmado en papel, me alejo y lo veo detenidamente.
La piel se me eriza inmediatamente y esconde para mí misma lo que he hecho, volteando la carpeta. Llevo una mano a mi boca, y me repito en la cabeza una y mil veces, que esto no puede ser. Miro de nuevo el retrato, y me preguntó si al final mi mente me jugó una mala pasada. Pero se que no.
Porque lo veo, y los sueños se reproducen automáticamente en mi cabeza. El corazón me late mucho más fuerte, y la sensación de la expectativa me invade. Esto es una real y absoluta locura.
—Hey. Te estaba buscando. —levanto mi vista y me encuentro con él.
Viene acercándose caminando por el pasillo. Oculto con pánico el retrato, llevándolo a mi pecho y cerrando mis brazos.
—He estado aquí. —me levanto y carraspeo mi garganta.
Ambos nos observamos con bastante afán, no se sus razones pero las mías son claras. Mientras más lo veo, más insólito pero real me parece esto. A medida que paso más rato viéndolo, me doy cuenta que no lleva la bata. Solo viste su camisa manga corta y mono azul, por lo que puedo ver sus brazos y vaya, se ven ejercitados pero delicados, y…
Céntrate, Aliyah.
—Linda flor.
Al momento no entiendo a qué se refiere, pero después recuerdo que aun llevo la flor en mi oreja, así que me la quito y mis mejillas se calientan.
—Ah… sí. Me la dio una niña. —explico por alguna razón.
—Que bonito gesto. —sonríe y sus hoyuelos aparecen.
Bien, ya basta.
—Quedamos en que hablaríamos —de nuevo, hago un sonido gutural con mi garganta—. Entonces dime, ¿cómo sabes mi nombre?
Sus ojos vacilan por el lugar, y eso hace que mi atención se vaya a ellos. Son color avellana.
¡Avellana, Aliyah!
—El día de la fiesta, tu amiga dijo tu nombre. —explica sin más y junto mis cejas.
Entonces lo recuerdo. El repitió mi nombre antes de irme.
—Pero yo ya sabía de ti, sin saber que eras tú. Cuando oí tu nombre, las piezas encajaron.
—¿Ah? —digo verdaderamente perdida.
—Verás, hace mucho años que no nos veíamos pero si sabía quién eras. Al momento no te reconocí, pero cuando tu amiga dijo tu nombre…
—¿De que me estás hablando? —doy un paso adelante y junto más cejas.
—¡Aquí estás!
Charlie interrumpe con un gran grito, y eso me hace retroceder. Voy a responder, porque pienso que me habla a mi pero él se va directo con… él.
—¡Oh! —exclama mi hermano al notar mi presencia y sonríe divertido—. Por lo visto, ya se saludaron.
Los niveles de confusión siguen aumentando, y no hago más que intercalar mi mirada perdida entre ellos.
—¿Qué? —emito otra interrogante—. No entiendo. ¿Ustedes son amigos?
Charlie es quien ahora junta sus cejas, y ríe confuso. Él doctorcito, no deja buscar soluciones en las paredes.
—Bien… me toca presentarlos —junta sus manos—. Él es el sobrino de John.
Mi expresión se vuelve contrariada y mis sentidos se desconectan por un segundo. Lo paso a ver, y él solo sube una comisura de sus labios pero de una forma incómoda.
—Ah… —no logro formular palabra—. No lo vi venir. —digo para mi.
—En fin, te buscaba para decirte que Kylie y Stephanie nos esperan afuera —Charlie pasa de verlo a él y ahora me ve a mi—. ¿Te irás con tus amigos, cierto? Porque tengo planes.
Mi respuesta es solo asentir con la cabeza. Charlie palmea el hombro de… él sobrino de John y le dice que se de prisa. Se va, y volvemos a estar solos.
—Si, ahm… eso —señala por dónde se ha ido mi hermano—, por eso se tu nombre y quién eres.
—¿Y por qué no lo dijiste desde un principio? —digo a la defensiva—. ¿Te querías hacer el misterioso o qué?
—No, solo no… no quise que esa fuese nuestra primera interacción o relación. —dice con algo de horror.
—Querías ligar conmigo sin que supiera que tenemos familia en común. Entiendo. —acuso.
—No —niega con tono serio—. Pero bueno, es claro que fui muy directo contigo en la fiesta y…
—Estás a punto de darme la razón. —sostengo y vuelve a negar.
—Estuve esperando el momento adecuado.
—Esa frase y “no es lo que parece” tienen el mismo efecto, y es solo para excusar lo obvio. —me doy vuelta y él me rodea. Me detengo.
Mis amigos aparecen saliendo del salón, pero él nos los ve porque están a su espalda.
—Bien, le di largas porque tenemos familia en común y sentí que sería incómodo. Lo siento. —termina por decir en rendición.
Seré honesta, no creí que fuese a decir la verdad tan de pronto. Y ahora quién no tiene argumentos para seguir está conversación, soy yo. Miro a mis amigos y ellos no parecen tener ninguna intención de intervenir, solo disfrutan de la escena. De nuevo lo veo a él, y parecer estar esperando que diga algo.
Al no hacerlo, él es quien vuelve a hablar.
—¿Pensaste en mi invitación? —adentra sus manos en los bolsillos y trago saliva—. Sería lo mejor ahora, así aclaramos más cosas. —su aire de picardía regresa y mis manos suban.
Presiono más la carpeta a mi pecho, y recuerdo el retrato. El pánico vuelve.
—Por lo que entendí, ya has quedado con otras personas. —le recuerdo y él sube sus hombros.
—Puedo cancelarles sin problema.
Mi boca se seca, y me siento atrapada. No sé que hacer, me siento inmóvil.
—¡Miller! ¡Vamos ya!
Giro ver a mis espaldas, y de nuevo, es esa chica. Escucho el suspiro pesado de él, y bajo mi mirada.
—Te están esperando. —subo mis cejas y él va dando pasos a un lado.
Mis amigos se esconden en la columna del otro pasillo, y asoman sus cabezas nada. Yo abro mucho mis ojos, para que se vayan o intervengan.
—Seguimos teniendo conversaciones pendientes —me advierte y yo presiono mis labios. El camina otras pasos, y yo me voy girando a medida que se va yendo—. Hasta luego, Aliyah.
—Hasta luego…
No sigo, al no saber su nombre y una sonrisa estúpida se forma en mis labios. A medio pasillo, él se voltea y sonríe.
—¡Thomas! Me llamo Thomas Miller.
Se terminan de ir y la pequeña sonrisa que tenía, se va desvaneciendo al momento de borrar cualquier rastro de ella y siento mi alma ascender.
¿Qué?
¿Qué?
Varios pasos corriendo hacen eco en el pasillo, acompañado de sonidos de respiraciones agitadas. En segundos, mis amigos están rodeándome y sus caras son de verdadero espanto.
Igual que la mía.
Sin pensarlo, suelto la carpeta con el retrato y se las muestro a ellos. La toman y quedan aún más petrificados.
—¿Se llama…? —susurro.
—¿Se llama cómo...? —continúan Ryan y Sabrina.
—...Thomas —completa Chloe con enorme sonrisa.
Thomas.
Thomas es el chico pirata.
Thomas es el sobrino de John.
Thomas es Tommy.
Thomas es el doctorcito.
Es el Thomas de… mis sueños.