CAROLINE.
Vengo muy desvelada al trabajo, anoche fue una locura con los chicos; Leslie, Alex, Bruno y yo, cantando como unos locos en el karaoke de casa de Bruno hasta tarde. No es de mi esto, de verdad detesto presentarme de este modo a mi trabajo.
Tengo unas increíbles ojeras y ni una sola pizca de ganas de trabajar.
Es viernes, anímate.
Estoy encerrada en mi oficina, repasando todo lo que el señor Ledesma debe verificar, archivos tras archivos estoy ordenando ya que debe ser una compra muy grande para tener todo este papeleo y diapositivas en orden...
—Sé que estás exhausta, pero tenemos que satisfacer a un jefe que no acepta No, por respuesta. —Hartmann me dice desde la puerta mientras Bosteza ampliamente. —así que no lo decepcionemos y andando a la sala de juntas, nos esperan.
—No vuelvo hacerles caso a ti y a Leslie, debo recordar que su algo tranquilo termina en todo menos en tranquilo, Bruno.
—y que no se entere tu Amigo Íntimo, que nos cuelga a ambos.
Caminamos hacía la sala de juntas mientras Margot esta mandando a las demás secretarías a repartir bocadillos y bebidas a los invitados. Queremos impresionar a este hombre y deduzco que él lo sabe, porque su aura soberbia me llega hasta donde estoy.
—Buenos días, señores. —Dice un efusivo y entregado Bruno. —Señor Ledesma, que gusto tenerlo aquí.
El mexicano, desgarbado y con una pansa un poco grande asiente y saluda.
Toman sus lugares y yo me siento junto a Bruno y la mirada del señor Ledesma cae en mí, la mano me pica al sentir la mirada de todos los de su grupo encima.
—¿Cómo? ¿usted no servirá el café como las demás?
—¿Disculpe?... —me saca de mi trance.
—Se les da un poco de libertad y ellas quieren tomar el mando para todo, las mujeres como las yeguas, se presumen y se acarrean pero sabemos que el semental es el importante. —mira su reloj, —¿Donde está ese tal Ingeniero Cooper? Muy bueno y nada puntual.
—Señor Ledesma, ella es la Ingeniero Caroline Cooper, y ella estará a su disposición para explicar cualquier duda. —Menciona Bruno con el ceño fruncido— por lo que pido más respeto.
—¿Una mujer me dirá que hacer? ¿Me dirá que respuestas debo aceptar? El trato es con usted señor Hartmann y con él señor Hoffmann, no con esta peculiar señorita. —dice con desprecio lo último. —además que confianza puedo tener si ella es quién ha diseñado todo esto. —señala los aparatos que yacen en una mesa aparte.
En verdad, me he quedado sin palabras, esto era lo que faltaba; un troglodita que no apoya el trabajo de una mujer, ni mucho menos su presencia.
Respiro, sin perder mi buena energía, Bruno no sabe qué hacer, él señor Ledesma suelta cualquier idiotez que un hombre pueda decir de una mujer. Todo su equipo me mira, pero no dice nada. Siento la particular mirada color miel de un hombre sobre mí, que me observa como si me estuviera evaluando. Trato de ignorarlos a todos. “Respira.”
No podemos perder este trato, ni puedo dejar intimidarme.
Así que me pongo de pie y hablo.
—Soy lo suficientemente capaz para explicarle, programar o diseñar cualquier cosa que me pida, mientras sea en mi ámbito laboral. y soy lo suficiente para estar con ustedes en esta silla, no veo el inconveniente.
—eres una mujer y sin mencionar que eres una niña…
Bruno se pone en medio de él para que deje de señalarme.
—Señor, le pido que respete a mí colega, así como nosotros lo hemos estado respetando a usted. —aclara un molesto Hartmann.
—¡Llamaré a Hoffmann! Él me dará la razón.
Bruno y yo nos miramos, pero no alcanzamos a detenerlo para que lo llame.
—Adam se va a molestar, —agacho la mirada—por eso no querías que estuviera aquí, Bruno lo siento.
—Qué se moleste si lo desea, no permitiré que te falten al respeto, Carol. —me sonríe reconfortante, —no lo sientas.
Él hombre regresa después de unos minutos mas molesto de lo qué se fue.
Toma asiento y sigue mirándome con desprecio.
El celular de Bruno suena y me mira con inquietud.
—¿Dime? —pone la bocina en alto.
—sigue en pie la venta, no dejes que Caroline se intimide. —habla en un Alemán perfecto y sexy. —si no deja su misoginia a un lado, haces que se largue de mi empresa.
—pero esta venta es importante, Adam. Trataré de calmar el ambiente.
—¡Me importa una mierda!
Caroline, su trabajo y esfuerzo también es importante. — suspira muy fuerte, —prefiero perder el contrato que obtenerlo; teniendo que minimizarla a ella, no voy a poner a nadie por debajo de ese inepto, haz algo ¡y ya! —cuelga la llamada.
Nos dirigimos hacía la mesa dónde el señor Ledesma y su manada nos esperan. El hombre de la mirada de miel me sigue observando y me sonríe mientras asiente con la cabeza.
Segura de mí misma, y pensando en que nadie debe minimizarme ni mucho menos hacer que mi empresa pierda este contrato. Dejo mis inseguridades de lado y comienzo a actuar como todas las mujeres lo deberíamos hacer. Con supremacía. somos tan capaces como ellos Y así doy inicio a una venta.
Duramos tres horas con cuarenta y cinco minutos encerrados en un debate que él señor generó y que por suerte mi equipo y yo logramos derribar y hacer que; aunque quisiera, no pudo negarse a nuestra tecnología y equipos.
Solo falta que se empaquen las prótesis y varios equipos para que todo haya concluido.
Suspiro y me felicito mentalmente, mientras salgo a tomar aire fresco.
—Debo admitir que es una gran mujer y que conquistó allá dentro.
me dice el hombre, atractivo, ojos color miel, cabello rubio oscuro y una piel aceitunada Que no dejaba de evaluarme con misterio.
—Soy el Doctor Francis Archivald. —me tiende la mano.
—Un placer, aunque ya lo sabe soy Caroline Cooper.
—¿puede mostrarme más del lugar?—me pregunta sin ninguna timidez en él.
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Editado: 04.03.2024