Estaba segura de que por un instante el mundo se detuvo. Hizo caso omiso de las miradas hacia su persona y buscó con la mirada el cabello rubio de su madrina. La encontró entre un grupo de damas perfectamente vestidas para la ocasión. Sonrió emocionada y caminó hacía ella recordando sus odiadas clases de como ser una perfecta señorita de sociedad.
Ya no importó que las miradas estuvieran sobre ella. No le avergonzaba su cabello rosado con puntas violeta, ni los tatuajes que cubría la mitad de su brazo, mucho menos sus ropajes negros o las botas vaqueras de tacón alto. Ella no pretendía ser alguien que no era, ni siquiera por esa gente. Levantó la barbilla y sonrió mientras se acercaba a la mujer.
Se disculpó en su intrusión del grupo de mujeres que hablaban con su madrina y envolvió en un abrazo a la dama tomando un sorbo del fragante perfume que era parte de ella. Hundió su rostro en el delicado cuello y se relajó ante la familiaridad que sentía al estar en su compañía.
- ¿Debo felicitarte? - murmuró a su oído. -, no sé como es esto.
- No te preocupes, - dijo Grace apartándose un poco - es el abrazo más sincero que he recibido está noche.
- Lamento no estar a la altura de éste lugar y de éstas personas - continúo en voz baja -, creo que estoy arrepentida de no aceptar tu generosa oferta. Sobre él vestido...
-¡Eres lo mejor que ha cruzado esa puerta! - rió antes de aclarar su garganta -, aunque debo decir que acaba de entrar una excelente competencia.
Varias miradas se posaron en la entrada del elegante salón. Un hombre alto en compañía de una joven mujer y un hombre mayor se movían hacia la recepción con mucha seguridad y arrogancia. Los tres llamaban la atención del resto de los invitados. El salón se llenó de murmullos. Algunos móviles tomaron fotografías al trío. Invitados mujeres y hombres enderezaron sus espaldas buscando llamar la atención. Lily apretó los labios recordando el incidente de unos minutos atrás.
No le sorprendía que ese hombre llamara la atención de toda esa gente, era impresionante. Joven, de buen porte y tomando del brazo a una mujer rubia, alta, con un vestido que bien podría rebasar cualquier presupuesto que tuviera en su cuenta de ahorros. Él hombre que les acompañaba mantenía una sonrisa casi amable, era como si no pudiera expresarse del todo entre la compañía de los jóvenes que estaban a su lado.
-Es Thomas Torbes, - musitó su madrina cerca de su oído -. Le llaman TT, la mujer Rebecca Sanders, es hija del hombre que les acompaña. Victor Sanders, socio y alguna vez marido de la madre de TT.
- Parece ser alguien muy importante - dijo curiosa.
-Es uno de los hombres más importante del país. Él es multimillonario y el más importante filántropo - suspiró -, sí yo fuera un poco más joven no duraría en ir tras él.
Lily miró a su alrededor y pensó que todas las mujeres del lugar estarían de acuerdo con esas palabras. Lo miró directamente a la cara. Podría ser muy guapo y tener esa personalidad tan atractiva pero ella no era como las demás mujeres de aquel lugar. Era inmune a ese tipo de hombres. Su madre la hizo querer apartarse del camino de hombres como ese. Desde que recordaba, su madre se había dedicado a atrapar hombres en una situación desahogada, después de la muerte de su padre y el repudio de la familia Ramos ella se vió en la necesidad de sobrevivir con una niña en sus manos. Fue la manera más fácil de salir adelante, no parecía haber un trabajo que llegara a ser digno de Sarah Lemus. Los pocos conocimientos de psicología que tenía le hacian pensar que su madre no pudo soportar la miseria en las que tuvieron que vivir después de la muerte de su marido, Sarah estaba acostumbrada a una vida holgada, a ser complacida, su padre la amaba demasiado y no dudaba en darle cualquier cosa que pidiera. A su muerte no hubo nada, ni siquiera una cuantiosa herencia, solamente deudas que terminaron con la casa y el auto. Nadie de la familia por parte de su padre quiso saber de ellas y les dieron la espalda.
Buscar un marido rico fue su prioridad. Su belleza y personalidad fueron sus armas para lograr sus propósitos. Encontró cuatro hombres que cayeron en su trampa, se vendió a ellos. Vendió su amor al mejor postor y olvidó lo que era realmente la importancia de ser feliz.
Ella no iba a ser igual. Desde sus dieciocho años se fue de casa e hizo lo posible para salir adelante por sí misma. Ahora estaba orgullosa de lo que estaba logrando.
Los ojos azul acero se posaron en ella. Lily levantó la barbilla orgullosa, nunca se dejaría sobajar por personas como él.
Lo miró levantar una oscura y gruesa ceja. Era como si no pudiera creer que ella estuviera ahí. Lily desvió la mirada de una manera indiferente y volvió su atención a su madrina dándole un apretado abrazo.
- ¿Podemos buscar una bebida?
TT casi gruñó ante el gesto de aquella extraña, no esperaba encontrarla ahí, no en un festejo en donde se honraría a adinerados filántropos de la ciudad. Apartó la mirada de ella y se mantuvo estoico caminando hasta en donde estaba el alcalde con su esposa y algunos miembros importantes de la ciudad. Después de unos minutos de saludos y presentaciones sus ojos volvieron a toparse con la extraña de pelo rosado que reía de una forma escandalosa con un grupo de personas mayores. No pudo evitar sentir molestia ante la falta de prudencia, ¡No estaba en un antro de poca monta!
- ¡Esto es desagradable! - exclamó Rebecca siguiendo la mirada de TT - ¿Quién dejó entrar a esa mujer?
- Lo siento - una mujer que estaba en el grupo se disculpó -, mi hija es un poco rebelde. No entiende de este tipo de eventos.
TT miró a la mujer evaluándola. Se mantenía erguida en una pose muy bien estudiada, no parecía encajar en aquel grupo. Casi ocultaba la ansiedad de querer agradar. Ella no era digna de tener su atención. TT miró su reloj de oro y le hizo una señal a Rebecca. La guió hacia un sitio apartado en donde les fue entregada una copa de champagne.