QUINCE AÑOS ANTES
El angosto camino bordeado de hierba y bardas de piedra no era lo que había imaginado para una finca. Despegó su mirada del paisaje y el cielo azul del campo, estaban dejando su vida en la ciudad y en todo lo que conocía. Su escuela, sus amigos, sus vecinos, su entorno. Un lugar nuevo, del que no sabía nada, ni siquiera sabía quien se iba a encontrar.
Miró las dos cabezas en los asientos delanteros de la camioneta que corría por el camino hasta la nueva casa en donde viviría al menos hasta que él pudiera salir de ahí y todavía faltaban muchos años para ello.
Lanzó un suspiro y se recargó en el asiento cruzando los brazos sobre su pecho. Frunció el ceño mirando la piel de los asientos delanteros aguantando las ganas de subir sus pies y manchar la inmaculada superficie con el polvo de sus zapatos. No, no sería lo que el hijo de William Torbes haría.
Él debía ser correcto, educado. Después de la muerte de su padre él era su heredero. El nuevo dueño de industrias Torbes. Sobre sus hombros estaba la responsabilidad de sacar adelante el legado de su padre y mantener en su trabajo a miles de empleados. Sus ojos quedaron prendidos sobre la piel oscura, pero no la veía, estaba lejos de ahí hundido en los recuerdos de la figura poderosa de su padre, en su cabello oscuro y los ojos azules; características heredadas por los Torbes generación tras generación.
Habían sido los mejores amigos. No se podía quejar, su padre intentaba pasar sus momentos libres con él y su amada esposa. Miró la cabellera oscura de su madre mientras su cabeza se movía ante el diálogo que tenía con el hombre junto a ella. ¿Qué pasaba por la mente de un niño de trece años? ¿Ver a su madre casarse con otro hombre en lugar de pasar la vida sufriendo por su padre? Apretó sus brazos a su cuerpo y sus piernas se tensaron sobre la carpetilla del suelo de la camioneta.
Ella habló con él. Buscaba encontrar el significado en cada una de sus palabras. La miró fijamente hasta que sus oídos escucharon un pitido perdiendo el sentido de sus palabras.
- Espero que puedas entender el porque me caso con Víctor.
Ella lo miró con un dejo de tristeza en sus bonitos ojos castaños. Acarició sus mejillas y lo miró a los ojos. Thomas tenía ya la misma estatura de su madre a los trece años, quien no paraba de decirle que sería como su padre, tan alto y fuerte.
Thomas simplemente asintió sin sentir nada de lo que debía sentir. Permitió que su madre siguiera su romance con Víctor Sanders, socio y amigo de la pareja. Ahora estaba a punto de otro cambio en su vida. Una nueva casa, una nueva vida, una nueva hermanastra...
En el momento en que la vió su corazón subió hasta su cerebro y ahí se quedó. Ella era más alta, su piel era como la porcelana de las figurillas que su madre había dejado en la casa de la ciudad, su cabello rubio mostraba una coleta alta y un flequillo enmarcando una cara angelical. Le dedicó una sonrisa apenas sus padres los presentaron.
Él quedó prendado de ella. Su primer amor platónico. La primera mujer en su vida...
No fue indiferente a las señales que le mandaba. Alborotaba su cabello, lo tocaba cada vez que tenía oportunidad y su cuerpo joven siempre reaccionaba ante su tacto, era bochornoso, no era agradable estar excitado por la casa todos los días, así que llegó a encerrarse en su habitación la mayor parte del tiempo.
- ¿Hay algún problema Thomas?
Su madre lo miró preocupado con un brillo de culpabilidad en sus ojos.
- No lo creo - Respondió dejando de leer el libro sobre administración y negocios que su madre escogió para él -, ¿Por qué lo dices?
- Has estado muy silencioso estos días, ya no convives con nosotros - tomó su mano -. Te encierras en tu habitación...
- Tengo muchos deberes - respondió ocultando su nerviosismo -. Quiero terminar todo antes de que acaben las vacaciones. No quiero estar presionado.
Emma se apartó repentinamente acercándose a una de las ventanas y movió con suavidad la cortina de delicada textura. Miró por unos segundos el paisaje.
- Victor y yo hemos hablado acerca de tus estudios -se aclaró la garganta -. Pensamos que sería mucho más cómodo para ti si fueras al colegio aquí, estarías acompañado por Becky y no harías esos viajes tan largos los fines de semana.
- ¡No!
Su voz sonó entrecortada y chillona. Apretó los labios molesto e inclinó la cabeza dejando que un mechón oscuro cayera sobre su frente. No miró a su madre que mantenía su mirada sobre él.
- Ya acepte venir contigo a este lugar - replicó apenas moviendo los labios -. No lo hagas más difícil para mí. Yo no quería que volvieras a casarte...
- Tú sabes porque lo he hecho - dijo agitada -. No voy a permitir que te quiten lo que te corresponde. Ahora, después de casarme con Víctor tenemos más del cincuenta por ciento de Industrias Torbes.
- Siempre hemos tenido la mayoría de acciones de Industrias Torbes - señaló Thomas irritado -, ningún socio tendrá nunca la posibilidad de oponerse a nosotros.
- Siempre se puede tener más poder.
- ¿Eso es lo que quieres?
Después de aquella extraña charla Thomas salió de la casa explorando la propiedad que ahora era el lugar en donde viviría algún tiempo. No estaba muy contento con su madre, se lo había hecho saber con su silencio. Miró hacia el patio trasero y se dirigió hacia allá. Fue imposible no notar la gran piscina y las tumbonas rodeando el lugar. Bueno, podría empezar a gustarle ese lugar. Se acercó a la orilla asomándose al agua cristalina.
Una sirena surgió en un chapoteo. Thomas dió un paso atrás con sorpresa y la sirena sonrió amistosa y burlona.
- ¡Al fin has salido de tu escondite! - exclamó recargando sus brazos en la orilla de la piscina -. Crei que te quedarías ahi hasta que te convirtieras en un anciano - lo miró de arriba a abajo -. ¡Sería un desperdicio!