3 de diciembre de 1999
Los rayos del sol se asomaban lentamente por el horizonte, las sombras que cubrían el pueblo comenzaron a desaparecer. Al menos por ahora, el peligro había pasado.
Esa mañana, las campanas de la iglesia, ubicada en el centro mismo del pueblo, frente a la plaza principal, sonaron llamando a sus feligreses para la misa matinal. Sus gruesas paredes construidas con grandes bloques de piedras que provenían de las reducciones Jesuíticas le daban al templo un aspecto antiguo y majestuoso.
Aquella mañana, como en ninguna otra, templo se encontraba abarrotado. Con la aparición del hombre lobo, todo había cambiado en el tranquilo poblado, el ambiente ya no era el mismo. El miedo había hecho una marca imborrable en los corazones de sus habitantes.
Gran parte del pueblo había acudido a la misa, los asientos no alcanzaban para tal cantidad de asistente. Incluso personas que no habían ido en mucho tiempo, incluso en años, estaban allí presentes como si fueran los feligreses más devotos.
Ante el temor atroz que generó en toda la aparición de la criatura, las personas buscaban protección en la Iglesia. Sin embargo, al encontrarse tanta cantidad de personas, era inevitable que surgiera la interrogante, alguno de los presentes podía ser la bestia.
Las personas se miraban unas a otras con ojos de sospecha y duda. La amabilidad que caracterizaba a los vecinos se había ido, ahora solo permanecía el temor.
Mientras todos esperaban que el Padre Bernad, murmuraban por lo bajo. Cada uno compartía sus sospechosos de ser la bestia, de hacer brujería, de hacer tratos con el diablo. A pesar de encontrarse en la casa de Dios, todos hablaban de las miserias de los demás, todos buscaban responsables.
Entonces todos enmudecieron. Frente a ellos, parado frente al altar, no se encontraba el joven Sacerdote. Allí estaba el viejo Padre Carlos Scheidemann.
–Queridos hermanos. Nos encontramos reunidos hoy, en este tiempo de oscuridad, para pedir a Dios el altísimo que nos ilumine. No es nuevo para nadie que nuestro querido San Antonio está siendo acechada por una criatura del infierno.
Mientras el viejo sacerdote hablaba, todos permanecieron en silencio, mirándolo con los ojos llenos de esperanza, como si en las palabras de aquel hombre milagrosamente curado de su enfermedad se hallara la respuesta a su sufrimiento.
–Escúchenme bien. El mal no se irá de San Antonio. Se encuentra arraigado desde el origen de los tiempos. Me temo que aquella bestia endemoniada es solo el comienzo. Deberán tener fe queridos hermanos. Deberán tener fe y cumplir la prueba que Dios le está imponiendo. Deberán tener su corazón dispuesto como Isaac lo tuvo cuando Dios le ordenó que sacrificara a su propio hijo en su nombre. Deberán estar dispuesto a hacer lo que sea necesario para alejar a este mal para siempre.
Mientras oían estas palabras, todos se fueron convenciendo más y más que el padre Carlos realmente fue enviado por Dios para prevenirlos. Poco a poco se fueron convenciendo que tendrían que hacer lo que él les pidiera para salvarse de aquellos colmillos y garras infernales.
Cuando terminó la celebración, el Sacerdote permaneció en la entrada de la Iglesia despidiendo uno a uno a los presentes
– Que Dios los bendiga. –Les decía mientras estrechaba sus manos y los invitaba a regresar.
Cuando ya todos se habían marchado, el Padre volvió a ingresar al templo. Distraído hojeando las páginas de su biblia, no se percató que todavía quedaba una persona sentada en el último banco de la Iglesia, era Tom el comisario.
Buenos días Padre – le dice Tom sorprendiendo al sacerdote.
–Eres tu Tom. Supongo que ahora crees en mis palabras. –
–En efecto. Ahora creo en esa historia del lobo. Sin embargo, sigo pensando que usted se encuentra totalmente desquiciado. Veo lo que intenta aquí. Está aprovechándose del miedo de las personas para intentar convencerlas de que hagan lo que yo no quise. Usted quiere que maten al muchacho Jakov.
–El miedo es una poderosa arma de convencimiento. Una persona con miedo hará todo por salvarse a sí misma. Por eso he fracasado contigo, tú no tienes miedo. Al menos eso intentas creer. Pero no lo has pensado bien. ¿Qué harás cuando esa bestia venga tras tus seres queridos? ¿Acaso no tienes miedo que tu pequeño termine como su hermano?
Tom se enfurece. –No se atreva a hablar de nuevo de mis hijos.
–Te niegas a aceptarlo, pero en el fondo lo sabes. Siempre lo has sabido. Aquel muchacho es el mal personificado. Las desgracias no dejaran de suceder en el pueblo a menos que acabes con él. Podrás matar a la bestia, podré hacer todas las misas que pueda, pero nada cambiará, a menos que ese muchacho se muera.
–No soy un asesino.
–Quizás recuerdes a tu amigo Liam Becher.
–Cállese. Usted no sabe nada de lo que pasó ese día.
–Oh, pero si lo sé. El hizo lo que había que hacer. Gracias a su sacrificio hemos tenido más tiempo, pero ese tiempo se nos está agotando.
–¿De qué está hablando?
–Durante la primera noche de luna llena del nuevo milenio, se dice que el ángel de la muerte vendrá a este mundo y las barreras entre nuestro mundo y el infierno se estremecerá. Esa noche, el ángel liberará al demonio. Esa noche comenzará el fin.