Princesa de los lobos

Capítulo 30

— ¡Erin! — Axlin grita del otro lado de la puerta de la habitación — ¡Levántate!

— Ya voy... — susurro adormilada.

Cuento hasta cinco y de un salto me levanto de la cama. Rápidamente camino al baño de la habitación mientras me saco mi ropa. Anoche luego de comer, acomodamos a todas las personas que habían llegado en sus habitaciones. Hoy debo organizar todo lo demás, hablar con los recién llegados saber cómo se llaman y de dónde vienen, cosas de así. Hoy también muchos de los miembros de mi manada irán a buscar algunas cosas a sus antiguas casas, algunos de los Lovamp los acompañaran. Espero que no ocurra nada malo.

Una vez lista camino en dirección a mi habitación, me visto rápidamente, menos mal que Marta no se le ocurrió elegirme un vestido, esta vez es un poco más abrigada la ropa. Me comienzo a desenredar mi cabello mientras que mi libro me sigue con su mirada.

Tras darle algo de comer, lo escondo en mi repisa y corro escaleras abajo.

— Buenos días — saludo de manera sonriente a todos cuando ya me encuentro en la cocina.

— Buenos días — responden a coro estos.

Tomo asiento al lado de Ian, le doy una cálida sonrisa cuando sus pequeños ojos se posan en mí, este me la devuelve. Mi mirada viaja a la venta, ya se encuentran algunos niños corriendo de un lado a otro, rápidamente una sonrisa se apodera de mis labios, me gusta saber que se encuentran tranquilos al estar aquí.

— Lo mejor es comprarle una alarma a Erin — la voz de Axlin hace que automáticamente gire mi cabeza en su dirección.

— Está bien — Sean bebe algo de su café — más tarde pasaré a comprar unas cuantas.

— ¿Qué es una alarma? — pregunto. Rápidamente todos me miran con una ceja levantada, niegan con la cabeza y me ignoran.

Malditos bicharracos.

(...)

— Muchas gracias alfa — la dulce mujer me regala una cálida sonrisa.

— Espero que te sientas muy cómoda aquí — sonrío — sobre todo con tus dos pequeños hijos — tras decir aquello le devuelvo su hija que se había mantenido en mis brazos durante todo el tiempo en el que ambas veíamos la cabaña.

— ¡Adiós señorita! — se despiden ambos niños a coro.

Le hago un movimiento de mano en señal de despedida. Camino lentamente a la cabaña de nosotros, necesito tomar un pequeño descanso, me he mantenido toda la mañana ocupada y admito que ya estoy fatigada. He tenido que hablar con cada miembros​ de la manada y decirles que es lo que harán de ahora en adelante, ósea, cual son sus papeles en la manada.

Más de treinta hombres son los que se han ofrecido para ser guerreros y cómo es de esperar, claramente les dije que sí.

— ¿Mañana cansada? — pregunta Aldam cuando me siento de golpe en el banco de la cocina.

— No te imaginas — suspiro — pero lo importante es que ya he termino de acomodar a todos — le doy una mini sonrisa y ella me la devuelve.

— Ian ha salido a buscar insectos para el libro — anuncia mientras me deja un gran razón con leche y cereal delante mío — seguro que ya debe estar por llegar.

— ¿No ha salido a jugar con los demás niños? — pregunto mientras como un poco de lo que me ha dado.

— Ha dicho que no le llama la atención — hace una mueca de desagrado mientras deja que un suspiro se escape de sus labios.

— Entiendo... — susurro — no tienes de que preocuparte, sé que en cualquier momento le llamará la curiosidad saber qué es lo que se siente estar rodeado de más niños y será entonces cuando no vamos a poder mantenerlo dentro de casa.

Apenas termino de hablar el pequeño Ian aparece en la puerta de la cocina con una sonrisa tan grande que me toma por sorpresa. En sus manos trae un frasco lleno de insectos, detrás de él dos niños más se hacen presentes.

— ¡Con Carl y Max hemos encontrado todos estos bichos! — Me muestra el frasco — toma, para tu mascota — hace el intento de guiñarme un ojo, lo cual hace que una pequeña risa se escape de mis labios.

— Se los agradezco mucho — les doy una sonrisa a los tres.

Ellos solo ríen. Se dan la vuelta y salen corriendo fuera de casa.

— Te lo dije — susurro mientras río.

— ¡Sí! — Chilla emocionada — no sabes la felicidad que me da saber que Ian ya tiene amigos.

Ambas nos mantenemos un buen rato conversando de una que otra cosa. Luego de media hora le anunció que iré a darle de comer a mi libro, está asiente con la cabeza en modo de repuesta.

Entro a mi habitación y tras buscar en mi estantería el libro dejo el frasco de bichos en el suelo. Lo tomo en mis manos y le doy una cálida sonrisa, la cual él, supongo, me la devuelve. Me siento en el suelo como siempre, en forma de indio.

— Hora de comer. — sonrío.

Busco las piezas con las que le doy su comida, las cuales tengo guardada en el velador, y comienzo a darle de comer.

— ¿Quieres más? — pregunto después de un buen rato de estar dándole comida, este mueve su tentáculo en forma de afirmación. — Los insectos te los ha ido a buscar Ian con unos niños que se ha encontrado. Quería pedirte disculpa por no estar gran parte de la mañana contigo, al igual que ahora en la tarde.




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