Atka no ha parado de lamerme el rostro causando así que me despierte. Dejo que un gruñido se escape de mis labios, pero él solo sigue en lo suyo
— ¿Qué es lo que te pasa pequeño? — susurro mientras le acarició la cabeza.
Atka crece de forma rápida, de una que hasta me da miedo como lo hace. Solo lleva tres días en casa, más o menos, y ya se mueve con más agilidad, corre por todos lados.
¿Es usted mi ama? — dejo de frotarme los ojos y miro para todos lados de forma aterrada.
— ¿Hay alguien ahí? — pregunto mientras trago el nudo de mi garganta.
No princesa, solo estamos usted y yo aquí — mi mirada viaja lentamente al cachorro.
— ¿Tú estás hablando? — lo apunto con mi dedo mientras me alejo un poco de él.
Así es Princesa — su voz sale animada.
— ¿¡Pero, cómo!?
Usted puede hablar conmigo cuando quiera, es parecido a lo que hace con Itzel, solo usted saben de lo que hablan, conmigo es más o menos igual — explica —, nadie más puede oír lo que yo le digo por la mente.
— ¿Pero, yo también te puedo hablar por la mente como lo hago con Itzel? — pregunto. La idea de que todos se me queden viendo por estar hablando en voz alta con un perro, no se me hace muy llamativa que digamos.
La verdad no lo sé — el pequeño ladea su cabeza de un lado a otro — ¡Tendríamos que intentarlo! — chilla con emoción.
¿Intentarlo?
— ¿Cómo lo podríamos hacer? — pregunto acomodándome en la cama.
Eso no lo sé... — gime y se tapa su carita con una de sus patitas — la verdad es que no se me ocurre nada.
—A mi menos... — hago una mueca de desagrado.
¿Por qué no tratas de hablarle como me hablas a mí? — pregunta Itzel en mi cabeza.
Podría intentarlo... — respondo en un susurro.
Me acomodo mejor en la cama y miro fijamente a Atka, luego dejo que un suspiro se escape de mis labios para pasar a cerrar mis ojos de forma lenta y serena. Tengo que volverme uno con Atka, al igual que lo hice con Itzel cuando llego a temprana edad a mi mente.
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—Buenos días hija — la radiante sonrisa de mi madre ilumina de forma inmediata el calabozo.
— ¡Mamá! — grito alterada y me acerco a ella.
— ¿Qué pasa Erin? — deja ambas de sus manos en mis hombros, levanto mi mirada y nuestras miradas chocan.
— ¡Un lobo madre! — grito y me pasó una mano por mi cabello — ¡Tengo un lobo dentro de mí!
Al notar que no es algo más grave de lo que seguro se le pasaba por la cabeza, ella se relaja y solo ríe.
— ¿Cómo sabes que tienes un lobo dentro de ti?
—Una voz en mi cabeza me lo ha dicho — murmuró — también ha dicho que tenía que ponerle un nombre.
— ¿Y dime, es mujer u hombre?
—Bueno... — me muerdo el labio recordando lo que me ha dicho — su voz sonaba como la de una mujer — respondo no muy convencida la verdad.
— ¿Por qué no le preguntas? — se aleja un poco de mí y deja las cosas que ha traído en una mesa que se encuentra cerca de la ventana.
— ¿Y cómo se supone que haré eso?
Ella se gira en mi dirección y sonríe, luego sigue en lo suyo. Tras unos segundos de silencio, vuelve a hablar.
—Tienes que hayas la forma de conectarte con tu lobo interior — miro su espada sin comprender nada —, hay diferentes formas de hacer aquello, cada hombre lobo tiene una forma diferente de hacerlo... — deja que un suspiro se escape de sus labios. — Podrías intentar hablarle por la mente, saludarla o preguntarle alguna cosa. Una vez que puedas hablar con ella o él, más adelante podrás convertirte en él o ella, pero para eso tienes que estar completamente vinculada.
Cierro mis ojos de una forma lenta y en mi mente repito unas cuantas veces lo mismo; "hola amiga loba". Estoy totalmente segura que es una mujer. Tras largos intentos, no responde.
—Creo que no le agrado — bufo cabreada. La paciencia no es lo mío.