Suelto un suspiro y miro mi reflejo en el espejo de cuerpo completo que está frente a mí. Aliso mi vestido y hago una mueca por la incómoda sensación de llevar el corsé puesto, observo mi figura, la diferencia de que ahora mis senos resaltan y mi cintura está más ceñida. me doy media vuelta para dirigirme hacia la puerta de mi habitación con la intención de salir, pero me quedo quieta cuando escucho unos murmullos al otro lado.
Ignoro aquello y salgo de mi habitación. Le voy dando los buenos días al personal con el que me cruzo en el camino, las sirvientas, que van de un lado a otro con el objetivo de tener el desayuno perfectamente listo en la mesa antes de que mis padres bajen; algunos jardineros, que recién empiezan su jornada en el sol. Recuerdos llegan a mi mente cuando veo a uno en especial, él solo me dedica un saludo en señal de respeto y continua con su deber, yo hago lo mismo.
Continuo con mi recorrido por el castillo, trato de observar cada detalle con atención para guardarlo en mi memoria. Camino hacia la torre vieja que está considerablemente alejada y no tardo mucho en sentir a alguien detrás de mí, veo la hora en mi reloj, aún faltan treinta minutos para que mis padres salgan de su habitación.
Abro la puerta de madera y me aseguro de que algún empleado me vea entrar, para mi fortuna un guardia que cambia de turno me ve y me saluda. Dejo la puerta vieja entreabierta. Alzo mi vestido y comienzo a subir las escaleras, paro a mitad de ellos cuando el sonido de la puerta cerrarse resuena en el cerrado lugar, me pongo alerta y acelero el paso cuando suenan pisadas indicando que él ha comenzado a subir.
«Mínimo quiero unos minutos de ventaja»
Paro un momento cuando siento el sonido de mi vestido desgarrándose en la parte de abajo, termino de romperlo con mis manos y continúo subiendo. Pierdo la cuenta de cuantos pisos he subido cuando mi respiración se torna pesada y hay una ligera capa de sudor sobre mi frente y cuello.
Llego al último piso de la torre, se escuchan pasos aun subiendo por lo que aprovecho los pocos minutos que me quedan, abro la otra puerta que hay frente a mí y la oscuridad me nubla; hay un pequeño rayo de luz que se cuela por la agujereada cortina que cubre una gran ventana, la hago a un lado para que la habitación se ilumine con el sol y con mi pie comienzo a tantear el pequeño trozo de madera que se afloja al resto del piso, lo saco y pongo una pequeña llave que tenía guardada entre mis senos, vuelvo a colocar el trozo de madera justo en el instante que siento sus pasos acercarse.
Ya sé que hace aquí y tengo miedo, pero me siento lista por partes iguales.
Cuando se abre la puerta, en su rostro se forma una sonrisa enferma que solo me asquea, vagos recuerdos de esa noche inundan mi mente y mi rostro se tensa. Él da el primer paso hacia a mí y comienzo a contar los que quedan.
Seis pasos, alzo mis manos en señal de rendición mientras evito que lágrimas se acumulen en mis ojos.
Cinco pasos, retrocedo; el miedo comienza a invadir mi cuerpo.
Cuatro pasos, le doy una sonrisa amarga; por todos los malos momentos.
Tres pasos, cierro los ojos, atesorando los recuerdos de cuando no era un monstruo.
Dos pasos, inhalo hondo; cuida de ella, por favor
Un paso… La hora ha llegado.