―No tengo ni la mínima idea de lo que eso significa ni qué es lo que debo hacer.
―En verdad, espero que esto se trate de una broma ―comenta Erich y como Julia no le da una respuesta, se lleva una mano a sus cabellos rizados antes de voltear a verla―. Debes estar acostumbrada a esto. Eres la gobernante de la organización.
―Josiah y Yerik me dijeron que eres estratega, pensé que lo habías intuido cuando te dieron mi información ―responde bajando su rostro―. Para ellos yo no valgo nada ni soy nadie. Jamás han dejado que me encargue ni de un pequeño asunto de la organización y para ser franca, estoy bien así.
A estas alturas del partido entre ambos, Erich decide no perder tiempo en molestarse y más bien, trata de relajarse en el fino asiento de la limosina en que son transportados. Así, medita seriamente en lo que está a punto de suceder, en cómo solucionar el reciente problema de su alumna pero sobre todo, en por qué Valentino Grimaldi pidió una visita diplomática con ella. Por su parte, Julia observa detenidamente al que se ha ganado el título de «El individuo con mayor grado de peculiaridad que ha conocido» debido a sus altibajos emocionales hacia ella, por su forma intimidante, su increíble manejo en las negociaciones que dejan a cualquiera a su merced y, por aquello que no puede describir que le provoca su cercanía.
―¿Qué te parece la sinfonía número cuarenta en sol menor de Mozart? ―Pregunta ella acercando la Tablet que está frente suyo a sus piernas en tanto deja de escrutar a Erich―. ¿Te gustaría que la reproduzca?
―Sí, me gusta ―contesta él con cierto hastío―, pero eso no es importante. ¿Tienes idea del problema que tienes entre manos?
―¿De verdad tengo que hacer esto?
―Por supuesto y si puedes, no me respondas con otro cuestionamiento. ―Se cruza de piernas, mira cómo ella mueve sus dedos en la pantalla―. Para ti, esto es lo equivalente a una misión de grado 5-A. Si no lo haces, el consejo no pensará dos veces en anular el acuerdo al que llegué y si eso sucediera, yo también anularía…
―Está bien. A como sea, no dejaré que me quiten la semana que me resta ―dice Julia en tanto la música llena el ambiente. Luego, toca un botón en su asiento, haciendo que una ventana desplegable se abra y el chofer se halle visible para ella y Erich―. Señor Gardner, ¿cuánto tiempo queda para llegar a nuestro destino?
―Alrededor de diecisiete minutos, su majestad.
―Muchas gracias, es justo lo que necesito ―Toca el botón para que la ventana oscura vuelva a situarse, acerca la pantalla del dispositivo electrónico a su rostro, se coloca sus lentes y sin quitar sus ojos negros de ahí, le dice a Erich―: No es que quiera ser grosera, pero… Por favor, no me hables.
De inmediato, el maestro masculla algo entre dientes más ya es tarde para que Julia lo escuche pues ella entra en movimiento. Deshaciéndose de cualquier pensamiento que la interrumpa, se centra en buscar en el internet todo tipo de documentación acerca de lo que se verá obligada a hacer. Ella no se siente feliz, pero sabe que es lo único que tiene para ganar tiempo. Después de todo, quedan exactamente siete días para que la bandera blanca alzada por Erich pierda su valor y, aún sin tener un plan específico para huir de asistir a terapia, no quiere disminuir ese tiempo. Julia necesita de ese plazo con urgencia.
Antes de que incluso transcurra un cuarto de hora, la princesa quita su mano derecha de cerca de su rostro, deja de morder la punta de su dedo pulgar y saca éste de su boca. A continuación se quita los lentes y se da un breve masaje en la sien en tanto cierra sus ojos.
―¿Qué planea? Yo no tengo nada con qué negociar y tampoco puedo proteger los intereses de nadie.
―¿No eras tú la que no sabía ni el concepto de diplomacia?
―Hasta hace poco, no. Ahora sé lo esencial de ese arte así como el protocolo. ―Coloca su Tablet en las manos de Erich para que corrobore lo que le dirá―. En síntesis, la diplomacia no es otra cosa que…
Los labios de la joven se abren para explicar lo aprendido. Así, detalla con un alto nivel de expresión, elegancia y elocuencia, en qué consiste la diplomacia, la figura del agente que practica esta profesión, la tipología de las misiones que se llevan a cabo y los diferentes protocolos internacionales. Erich la escucha y a la vez, analiza que quizás toda la información que le dieron de Julia en un primer momento no estaba tan errada porque sí, ella tiene una monstruosa capacidad de aprendizaje. No obstante, lo que le llama en mayor medida la atención, es la soltura que ella demuestra. La chica que está frente suyo, no se parece en nada a la joven apática, carente de energía y llena de tristeza que revela siempre, sino más bien, denota pasión, un poco de alegría y una vitalidad en sus orbes verdes. Un contraste, que le parece encantador.
―Es perfecto, pero aún con todo, no te servirá de mucho ―habla él cuando ella termina su usual verborrea explicativa que muchas veces presenció la señorita Carroll―. El asunto es que una conversación de intereses es mucho más difícil en persona y aunque has adquirido mucho conocimiento del tema, no podrás manejar algunos aspectos que requieren práctica en el campo y que son trascendentales como… ―agrega con alevosía―: mantener la mirada fija en tu interlocutor.
―Pensé que no te habías percatado ―pronuncia ella.
―Ya te dije que no soy idiota. ¿Por qué lo haces? ¿Eres así con todos?
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Editado: 31.12.2022