Princesa Juliana: El poder de la soberana

Capítulo 1

Por última vez, tras haber revisado su aspecto por décima ocasión en el espejo, Julia se siente presentable. Así, respirando profundo como nunca antes, quitándose una mota de polvo de la camisa donde no la hay, llena de aire sus pulmones y poco a poco, deja ir el aire contenido.

―Su majestad ―dice Hill detrás de la puerta―, ¿se encuentra lista?

Julia niega. Por supuesto que no lo está. Ella está nerviosa, demasiado temerosa, pero no puede expresar la verdad. No si ella misma quiere tratar de convencerse de su fortaleza.

―Sí ―enuncia en un fino hilo de voz que la ha delatado―. ¿El teniente coronel Kirchner ha venido por mí?

―Así es, princesa. Él la espera en la sala.

Aquello es la solución inmediata, la cura para los nervios de Julia. Por lo que, pronto, una sonrisa se planta en sus labios, abre la puerta y tras darle un pequeño saludo a la señorita Hill, camina presurosa hacia el sitio indicado de su propiedad.

La alegría de la princesa es palpable y mientras se traslada por los pasillos, aun cuando logra vislumbrar a Erich en la puerta principal de su hogar, su sonrisa se ensancha más. En síntesis, porque lo necesita, desea arrojarse a sus brazos para sentirse cómoda y confiada del paso que ejecutará, pero hay algo que la detiene. Y no, no es aquella promesa realizada, esa donde expuso ante él, que no tendría que volver a aguantar ese acto suyo. No, es la mirada seria que su maestro le dirige en el instante que se presenta en la sala.

―Hola. ―Saluda ella, conteniendo por completo toda alegría, al encontrarse con sus padres y hermanos en el lugar―. Estoy lista, me marcho. Por favor, deséenme suerte.

Y ahí está de nuevo, ese aire frío que a Julia no le gusta, pero que trata de ignorar con todas sus fuerzas. Así, sonríe una vez más, se acerca a Grayson y besa su mejilla. Luego, se acerca a sus hermanos y les dedica una suave sonrisa. No obstante, cuando llega donde su madre, se da un breve cambio.

―¿Estarás bien? ―Interviene Caroline, viéndola con preocupación―. Si no deseas ir… Nadie te está forzando, ¿verdad?

Al escuchar eso, Erich suspira porque, aunque lo ha tratado de ignorar, Caroline Byington lo está empezando a hartar. Con todo, Julia le hace una señal con la mano que solo él entiende y posterior, besa a su madre en la mejilla.

―No, claro que no. Quiero hacer esto, mamá. Es importante ―formula antes de pasear su vista por sus demás familiares y enunciar―: No se preocupen, estaré de regreso pronto y con buenas noticias. Así que, tranquilos que cuando regrese, quizás podríamos ir a dar una vuelta por el zoológico.

Adrián y Anne ríen porque esta faceta de Julia, recién descubierta les encanta. Al fin y al cabo, ha sido lindo tener viajes divertidos con su hermana mayor los pocos fines de semana que Erich le da libre de entrenamientos. Por otro lado, sus padres algo convencidos con las palabras de su primogénita, sonríen y se despiden de ella. En resumen, sumando la reacción de sus hermanos y progenitores, se puede decir que la primera parte de la misión está completada. El que la princesa observe a su familia no tan estresada como pensó por ella, es un leve alivio a sus tribulaciones.

Por lo cual, varios minutos después, aun temblando por lo que la espera, la joven sube a su limosina, ésa donde se encuentra Erich, el señor Gardner y la señorita Hill, sus personas de más confianza.

―No debiste demostrarte tan segura ―señala el maestro cuando el vehículo ha emprendido la marcha y ha cerrado la ventanilla que evita que la mujer y el chofer los escuchen―. Julia, hemos analizado con meticulosidad todo y…

―Sí, ya lo sé ―responde con cierto tono cansado por el cual se gana una mirada severa―. Ya te dije que no me mires así porque das miedo y… Olvídalo. Lo comprendí. No es seguro que el consejo me regrese mis derechos legítimos para gobernar. En primer lugar, porque de forma conveniente, les seguiré pareciendo una enferma mental estúpida. En segundo término, debido a que no es bueno para ellos disminuir su poder de toma decisiones aunque… ¿Es en serio? No me gusta eso. ¿Cómo es que si aún deciden darme mi poder político tendré que estar amarrada a ellos?

―Es la ley.

―Pero es estúpida.

―Claro que sí, pero no hay de otra. Lo hemos repasado, ¿no? Los derechos de gobierno en su totalidad, esos que les permiten hacer a las princesas lo que deseen sin autorización del consejo, no pueden ser brindados antes de los veintiún años. Tú apenas estás cercana a cumplir diecisiete, así que estás lejos de obtenerlo. Por lo que, aún si todo marcha como debería, tendrás que soportar su “gobierno representativo”.

―Eso no es representativo.

―Por supuesto que no, pero ni se te ocurra lanzarles su idiotez en la cara. Recuerda, boca cerrada para las ideas estúpidas, abierta para las buenas cosas. Contesta con inteligencia, con completa sabiduría y también astucia, solo así podrás ganarte el apoyo de los que te rodeen.

Julia se cruza de brazos y suelta un pequeño bufido porque lo dicho por Erich, es nada más y nada menos, que su versión tranquila de decirle que debe cerrar su boca, contener su impulso de idiotez y ser prudente, pues lo que se avecina no será como en los entrenamientos. No, en definitiva, será el momento de la verdad, ningún tipo de ensayo previo se llevará a cabo. Por lo cual, no hay lugar para los errores, para esa mala conducta suya de perderse en sus pensamientos, de responder estupideces infantiles que no van al caso y las cuales la hacen ver como una tonta.




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