Princesa Juliana: El poder de la soberana

Capítulo 9

Julia se marcha. No hay más palabras de su parte. Ella ha dado la conversación por completo por terminada y sin mirar atrás, sin siquiera titubear, se dirige con paso firme hacia la puerta trasera de la casa. Y esto, sin lugar a dudas, rompe a su madre.

Los ojos azules de Caroline se llenan de lágrimas porque sabe lo que ha hecho, pero ¿puede alguien culparla? Ella no ha querido ser mala, pero no ha podido detener su boca. Y es que nadie más que la madre que ahora limpia sus ojos, sabe el dolor que ha mantenido luego de que su informante le contó aquel acto por el cual hace unos minutos, tuvo que reprender a su hija.

¿Por qué la doceava no comprende a Caroline? ¿Por qué le ha pedido pruebas? ¿Acaso su palabra no es suficiente? Ella es su madre, ¿no? Debería de confiar a ciegas en su persona porque su única misión en la vida ha sido cuidar a su retoño y se supone que eso ha quedado claro, pues incluso, desde que se enteró de su concepción, ha protegido a su hija mayor de todos, pero ¿por qué ésta ha preferido a un completo extraño antes que a la mujer que le dio la vida? ¿De qué manera la ha envuelto ese chico para que su pequeña se comporte de tal forma? ¿Es que acaso ya está trabajando con Julia para separarla de su familia?

―No debiste prohibirle salir con Erich, cariño.

Las palabras de su esposo son un fuego profundo que quema porque, ¿es que tampoco él la comprenderá y escuchará?

―¿Cómo puedes decirme eso, Grayson? ¿Qué te sucede? Estoy cuidando a nuestra hija, corrigiendo aquello que desde un principio, no debimos permitir.

―¿Por qué?

De nuevo, la misma pregunta, dicha con un tono similar y con la misma expresión facial. La diferencia, es que esta vez no ha sido Julia pidiendo una explicación, razones o motivos, sino su compañero de vida, el hombre que ama. Por tal razón, sintiendo dos golpes seguidos de desconfianza, y abrumándose además por un cúmulo de recuerdos, Caroline suelta las lágrimas y empieza a llorar con fuerza, mientras Grayson se acerca a ella y la abraza.

―Amo a Julia. ¿Es que nadie lo entiende? Al fin la recuperamos, no quiero perderla.

Grayson acaricia los cabellos castaños de Caroline con suma paciencia mientras trata de pensar bien las palabras a decir. Y es que, si en algo acompaña a su esposa, es en el pensamiento de que no quiere que su familia vuelva a sufrir una ruptura. Por ello, medita con gran esfuerzo porque tampoco, quiere dañar a su compañera.

―Yo tampoco deseo que volvamos a tener una relación tan mala como antes. Me gusta cómo marcha todo en este instante porque es casi como lo era antes de que la organización nos encontrara. ¿Te acuerdas? ―Ella asiente, aun llorando―. A pesar de ser padres primerizos, que no teníamos casi nada y que huíamos constantemente, todo era perfecto. Julia era una niña linda y dulce. Enfermiza, pero súper tierna y… Caroline, prohibirle ver a su mejor amigo, no es una forma inteligente de volvernos a ganar su cariño.

La mujer aprieta sus labios y se separa de su esposo. Ella lo observa con dolor.

―¿Te pondrás de parte de Erich?

―No, estoy en el lado de Julia, Anne, Adrián y nosotros ―responde con rapidez, queriendo tomar la voz de la razón―. ¿Viste cómo se marchó? Ella estaba enojada, triste y… Casi lloraba. Caroline, tú y yo, la estamos haciendo llorar de nuevo.

La respiración de la esposa, por un segundo se detiene al escuchar aquello. A ella le duele, por supuesto que sí, porque sabe que si Julia ha llorado es por ellos, por haberla abandonado, por dejarla sola en el momento en que más los necesitaba y también, por haber ignorado durante mucho tiempo su problema y dolor, por pretender que esto era lo correcto.

―¿Qué me estás tratando de decir? ¿Quieres que vaya y le diga que puede ir con Erich donde quiera? ¿Eso quieres? Porque si es así… ¡No lo haré! Lo siento si es su amigo porque… ¿No puede tener otros? ¿No están con ella acaso el tal Josiah y Yerik? Por lo que, prefiero que ella llore hoy, durante toda esta semana y quizás por el mes siguiente, antes que perderla para siempre.

―Caroline, ¿por qué? ¿Qué es lo que temes?

Ella muerde sus labios y niega. Tiene que cerrar su boca, lo sabe.

―Él no es bueno. Él le hará daño.

―¿De qué manera? ¿Tienes pruebas?

―¡¿Es que tengo que tenerlas?! ―Exclama a viva voz―. ¿Por qué tú y Julia las quieren?

―Porque yo soy un adulto, soy tu esposo y las necesito. Y, en cuanto a Julia, ella siempre ha sido perspicaz. No puedes venir y solo decir que su maestro y amigo puede hacerle daño sin dar una prueba de ello ―asevera angustiado, tomando las manos de su esposa―. Por favor, Caroline. Tú no estás tratando con un par de niños. Nuestra hija es una joven inteligente, no le puedes dar una respuesta floja. Es más, si aún de niña nunca lograste hacerle creer en el ratón de los dientes, o en santa Claus, ¿te parece que lo harás al decirle algo tan escueto?

―Ella me creía. Al principio lo hacía.

―Sí, pero por dos segundos ―rebate el hombre, trayendo esos días a su memoria―. Luego, ella misma ataba cabos y nos colocaba en una mala posición. ¿Olvidas cuando nos enteramos de que esperábamos a Anne y le dimos la noticia? Luego del fracaso de la excusa de la cigüeña, tuvimos que buscar en internet un cuento infantil para decirle la verdad sin traumarla y… Cariño, entiende, si tienes un temor verdadero, bien fundamentado y no solo algo que suene como que el chico simplemente no te agrada, debes decírselo a nuestra hija porque sí, ella lo quiere y aprecia, pero nuestra Julia no es tonta.




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